ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Experiencia En Una Favela De Brasil


Enviado por   •  19 de Mayo de 2013  •  1.946 Palabras (8 Páginas)  •  337 Visitas

Página 1 de 8

¿DONDE ESTÁ DIOS Y DONDE EL DIABLO?

Psic. Hugo José Licciardi

Internarse en el mundo de las favelas de Río de Janeiro es iniciar un viaje que pone a prueba los sentidos, el asombro, la inteligencia y la capacidad de analizar y discernir.

En ellas se corporizan los tangos de Discépolo. Se encuentra “la Biblia junto al calefón” y “da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de basto, caradura o polizón”. Los sujetos desbordan los arquetipos. En ellas, la ficción se hace posible y entonces uno puede comprender el filme brasilero “Madame Satá” en el que el protagonista es un travestí capaz de pelear a trompadas con el macho mas pintado y de cantar en un escenario con toda la feminidad y la fealdad que tiene. Todo se entremezcla y se entrelaza en un tejido social complejo y atrapante (tanto por seductor, cuanto por limitante) como si fuese la tela de una araña.

Caminando por sus calles uno se llena de colores, de olores, de sabores y de sensaciones que son al mismo tiempo complementarias y contradictorias. Los rojos estallan junto a los azules y los verdes; el olor a comida nordestina del bar “da Galega” se mezcla con el de frutas y fritos; y ellos con un penetrante olor a aguas servidas.

En las veredas se montan tablones donde se evisceran pescados y pollos que un instante antes estaban vivos; mientras enormes ratones pasean entre pequeños espacios que dejan entre una casa y otra y que sirven como aire-luz.

Hay supermercados, vendedores ambulantes, negocios de todo tipo, gente que trabaja y otra que no; chicos que juegan en las calles, mujeres que tienden la ropa en la vereda, vecinos que conversan; historias amorosas de encuentros y desencuentros; como en cualquier lugar del mundo.

Claro que también se ven algunas otras postales que no son tan usuales en otros sitios. Caminando por las calles uno se encuentra con jóvenes que pasean sus ametralladoras y pistolas casi con la misma desaprensión con la que alguien pasea su perrito por la plaza; con vehículos blindados de la policía que también pasean sus ametralladoras y su amenaza por las angostas calzadas. Pero algo la caracteriza: allí es difícil distinguir donde esta Dios y donde el Diablo.

Durante la semana que permanecí en una de ellas, los busqué en cada persona, en cada institución, en cada palabra; pero fue en vano. Cada vez que con mis anteojos de mirar de lejos creí haber encontrado a alguno de ellos, cuando me ponía los de mirar de cerca, me daba cuenta que solo estaba frente a una máscara engañosa e intuía que quizás allí se escondía el contrario.

Decidí –como cualquier creyente lo haría- buscar a Dios y me fui a una ONG que pesquisa jóvenes que desean abandonar el narcotráfico (¿?) y les dan charlas y cursos de fotografía para que sean fotógrafos de la realidad social. Mi escasa inteligencia me hizo interrogarme sobre ¿cómo habrían de vivir todos los pesquisados-rehabilitados como fotógrafos de la realidad de Río de Janeiro?; pero después me tranquilicé al recordar que Jesús multiplicó los peces. Bien podrá entonces, multiplicar infinitamente las necesidades de fotógrafos, me dije; y seguí la búsqueda.

Después de mirar un video donde se muestra como la policía mata indiscriminadamente a la gente y de escuchar varias charlas para “jóvenes pesquisados” donde se repetía lo mismo, ya no tenía dudas: Dios habitaba en ese lugar de la Maré. Así que decidido a conocerle la cara al Dios brasilero, me cambie de anteojos y fue recién entonces cuando pude ver que allí nadie hablaba sobre los estragos que provoca la droga, ni sobre los millones de dólares que mueve, ni sobre los intereses económicos que entrarían en juego si se decidiesen campañas tendientes a erradicar el narcotráfico, ni sobre los legisladores, jueces y funcionarios de gobierno que integran el “negocio”.

Todo el discurso se centraba en exhibir los excesos policiales –sin dudas reales y abusivos-, pero soslayando, por falta de posibilidad (¿o ganas?) la visualización que la policía es sólo un brazo ejecutor, que recibe órdenes de la cabeza. Entonces pensé: ¡Dios no es tonto!. Él sabe bien que si se corta el brazo derecho, la cabeza seguirá dando ordenes al brazo izquierdo; así que si él habitase allí, primero: vería la realidad menos recortada y segundo: sabría que el discurso debería apuntar contra los estamentos que realmente ostentan el poder...

Otra certeza diferente a la anterior se apoderó de mí. Ahí no lo iba a encontrar a Dios.

Persistiendo en mi obstinación de encontrarlo, me fui entonces a otra Institución que capacita jóvenes habitantes de la favela, para que puedan aprobar un difícil examen pre-universitario. En tan loable misión tenía que estar el Señor necesariamente. Después de escuchar atentamente pregunté cuál era el porcentaje de jóvenes de la favela que concluía la escuela secundaria. Me dijeron que un cinco por ciento (5%). De ellos solo la mitad pensaba continuar estudios universitarios y solo unos pocos ingresaban a ese curso de capacitación, logrando el ingreso un puñado. Cuando me puse los anteojos de ver de cerca, con papel y lápiz para realizar tan difíciles operaciones matemáticas; pude advertir que del total de jóvenes que habitan en la favela, menos del uno por ciento (1%) puede acceder al curso.

Me dije entonces: ¡Dios es justo! No habría de dejar al 99% de los jóvenes desamparados para atender sólo al 1%. Si habitase allí, habría decidido trabajar con la mayoría, tratando que terminen la escuela secundaria. Otra vez

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (11.2 Kb)  
Leer 7 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com