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LAS CARTERAS Y LOS CLIENTES


Enviado por   •  29 de Julio de 2013  •  8.499 Palabras (34 Páginas)  •  306 Visitas

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LAS CARTERAS Y LOS CLIENTES

Una Cartera se puede definir como un conjunto títulos valores, "papeles" a gestionar, acciones cotizadas en Bolsa o no cotizadas, obligaciones, pagarés, etc., es decir, todo lo que represente un derecho financiero, de futuro o de opción.

A la hora de gestionar una cartera hay que tener en cuenta muchos factores que van a influir para la toma de la última decisión, que va a ser la inversión en esos determinados títulos valores: el proceso de toma de decisión para la inversión y cuáles son los baremos a basarse en la toma de esa decisión, el valor de la compensación por renunciar al consumo actual, la inflación, el deterioro de la actual capacidad de consumo, el riesgo inherente a esa inversión, etc.

El cliente de la cartera lo único que quiere es ganar dinero. Si se dice que se "bate" el índice de la Bolsa o el de la Deuda se considera que se ha hecho una buena inversión, pero eso al cliente no le importa. No hay gestión de carteras eficiente sin tener en cuenta la situación del cliente, su situación fiscal, sus preferencias, su aversión al riesgo y demás factores que nos indiquen el camino para diseñarle financieramente un "traje a medida".

Debemos conocer al cliente, ya sea persona física o institución, haciéndole preguntas de todo tipo (ingresos, mercados preferentes, fiscalidad, patrimonio, riesgo...). Identificar cuáles son los objetivos del inversor (preferencia o aversión por el riesgo...), y sus limitaciones (pacifistas contra las industrias de guerra, árabes, verdes ecologistas, religión, en contra de petroleras, tabaqueras...).

Pero hay que sistematizar el cuestionario con ese cliente, con criterios científicos, para dejar perfectamente definidas sus preferencias y sus objetivos.

Además, el cliente quiere conocer al profesional, saber si puede confiar en él, probarle, para poder desentenderse de las inversiones y sentirse respaldado.

En este punto hay que tener mucho cuidado, ya que puede intentar deducir el sistema seguido por el profesional para la toma de decisiones de inversión con pequeñas cantidades y prescindir en un futuro del profesional con el resto de sus inversiones, creyendo haber encontrado la solución del juego, y desconociendo que es un juego sin solución exacta, sino fruto de la experiencia y del análisis continuado de los mercados.

Dependiendo de la edad y situación del inversor vamos a catalogarlo como vemos en el siguiente gráfico, dándonos un perfil aproximado del cliente. Salvo cuestiones patológicas, hay que desconfiar de personas que no se adecuen a estos modelos.

Cuando gestionamos dinero por cuenta de terceros, debemos gestionarlo como si fuéramos un "padre de familia", salvo prueba y firma en un papel en contrario, ya que la C.N.M.V. busca una regla que se llama la "regla del hombre prudente", al igual que en la Bolsa de Nueva York existe la regla 405 "prudent man rule", por la que se regula la actuación y la fe del profesional (si se compra unas obligaciones con una calificación BBB a una anciana se iría automáticamente a la cárcel, ya que una anciana no es especuladora, y ese valor es claramente especulativo).

En los Fondos de Inversión nos dirán como invertir el dinero, ya que estará recogida la forma de inversión en sus estatutos, al igual que en las Fundaciones, Bancos, Cajas, SIM y SIMCAV (sociedades de inversión mobiliaria de capital variable). Las Instituciones tienen la ventaja de que en sus estatutos estarán catalogados los objetivos de inversión, pero con los clientes particulares hay que tener mucho cuidado.

El inversor español tiene preferencia por el corto plazo a diferencia con el inversor del resto del mundo. El inversor internacional se va a plazos más largos. El motivo podría estar en la extraordinaria aversión al riesgo del inversor español en comparación de sus vecinos.

Además, se cree que la renta fija es más segura que la renta variable, afirmación que no es siempre cierta. Lo único que se tiene seguro es que te van a pagar al final. El mercado de renta fija puede fluctuar incluso más que el mercado de renta variable. El ejemplo más sencillo es el de las obligaciones emitidas por una empresa que necesita financiación: tiene una remuneración fija, el cupón, pero la empresa se beneficia en mayor medida que si ampliara capital.

En caso de quiebra, no se pierde más dinero que el que pierde el accionista. Por el contrario, cuando el Estado no puede pagar, procederá a declarar su deuda perpetua o a devaluar la moneda. Luego la seguridad a largo plazo es, cuando menos, no superior a la de la renta variable, salvo que la sociedad emisora sea la misma que te va a garantizar una seguridad y en ese caso no te da la misma rentabilidad, ganando más como accionista y menos como obligacionista.

Luego hay que estudiar en profundidad la volatilidad tanto de la renta fija como de la renta variable, como se explica en este capítulo, llegando a la conclusión de que la volatilidad de la renta fija puede ser superior a la de la renta variable. El proceso de la gestión de carteras se podría resumir en el cuadro adjunto:

Binomio Riesgo-Beneficio.

Es conocido que a mayor riesgo mayor beneficio y viceversa, pero lo que se busca siempre en una cartera es determinar un grado de diversificación tal que se obtenga el mayor beneficio posible con el mínimo riesgo inherente. Analizando el riesgo que pueden tener las carteras se pueden identificar dos tipos de riesgos: el riesgo sistemático y el riesgo no sistemático.

Riesgo sistemático: es el riesgo en el que se incurre por el simple hecho de estar en el mercado, es el riesgo de mercado común a todos los valores. Los elementos que lo provocan son los propios de la economía: tipos de interés, inflación, situación política, golpes de estado, etc. El riesgo sistemático, de estar en el mercado, no es diversificable.

Riesgo no sistemático: es el riesgo de cada uno de los valores por cuestiones propias de ese valor, dependiendo de infinidad de factores (tiempo, cambio de management, fusiones, demanda de producto, etc.). Ese riesgo sí es diversificable.

¿Cómo medir el beneficio?

Para poder medir el beneficio hay que basarse en una serie de datos que se pueden encuadrar dentro de estas dos clases:

Datos estadísticos: para hallar cálculos de probabilidades, y las desviaciones de nuestros cálculos.

Datos subjetivos: historia de lo que ha hecho el valor, predicción, proyecciones sobre futuros beneficios, mercados, etc. (Análisis fundamental).

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