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La Magia De Cuetzalan Une A Las Culturas


Enviado por   •  19 de Mayo de 2013  •  3.309 Palabras (14 Páginas)  •  330 Visitas

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Un Mercedes- Benz seria el encargado de llevarme a mi destino, pero no precisamente un coche convertible de lujo, más bien un camión que reflejaba el paso de los años. Un calor insoportable me dio la bienvenida en el interior, y las miradas furtivas de todos los pasajeros se clavaron en mí. Me dirigí a mi asiento, marcado con el número 18, y al ocuparlo mi sentido del olfato percibió algo. Un olor repugnante, como el de los basureros municipales. Tuve que bucear a la profundidad de mi bolso, para sacar la muestra de perfume que llevaba conmigo, sólo así aliviaría las náuseas que aquel olor comenzaba a producir en mí.

Sintiendo ya el frescor del aire acondicionado, aunque de vez en cuando, y habiendo olvidado el percance olfativo, tomé mi ipod y me aislé de todo sonido externo. Cerré los ojos y me dispuse a sobrellevar el viaje, imaginando como sería aquel lugar del que todo mundo me habló, el pueblo mágico de Cuetzalan.

Abrí los ojos lentamente, cuando ya nos acercábamos al destino final. El calor era ya un bochorno, y las curvas pronunciadas de la carretera me hacían anhelar el momento de nuestro arribo. Al llegar a la estación de camiones, tuve que controlar mis ganas por besar el suelo. Tome mi maleta y salí a encontrarme con la magia del lugar.

Cuetzalan, un pueblo muy pintoresco, sus calles empedradas parecen desaparecer en la montaña. La vista nublada por la niebla, pero no por ello menos majestuosa, el cielo azul que se aprecia a través de una telaraña de cables. El sudor recorría mi frente, como las gotas de lluvia resbalan por los cristales, mientras esperaba al taxi que me llevaría a mi hotel, la casa de Piedra. Un lugar en perfecta comunión con su entorno, fachada blanca, techo inclinado cubierto de tejas. Una delicia visual, como un exquisito postre deleita tu paladar. Después de dejar mis cosas en la habitación, y de refrescarme un poco, pedí indicaciones para llegar a un buen lugar donde pudiera probar el sazón de la sierra.

Un restaurante de mariscos, a unas cuadras del hotel, resultó el lugar perfecto para beber una fría cerveza y degustar un rico coctel. Ya con el estómago satisfecho, y la sed aplacada, comencé a adentrarme en los callejones empedrados. Unas piedras resbalosas, como el agua con jabón, besaban la suela de mis zapatos, aunque éstos no trataran con igual delicadeza a mis pies. La temperatura seguía subiendo, mientras yo ascendía para llegar al corazón del lugar. Un recorrido rápido por la Iglesia de San Francisco, el Palacio Municipal y el zócalo. Una breve charla con un vendedor de artesanías y con el encargado de turismo, lograron que aprendiera más del pueblo y sus encantos.

A continuación, presento sus palabras: “La raza totonaca estuvo aquí en el año 200 a. C. poblaron esta parte y construyeron su ciudad, Yohualichan. Los nahuas llegaron y entablaron una guerra con los totonacos, abandonando éstos su ciudad. Por lo mismo Yohualichan, significa casa de la noche en náhuatl, ya que fueron éstos los que bautizaron la ciudad. Los totonacos llegaron al Tajín, y construyeron allí una ciudad; por lo mismo las características de ambas zonas arqueológicas son las mismas. Las piedras no están labradas, están rústicas, tal cual son encontradas. Tienen 365 nichos, uno por día. Todo esto es una prueba para afirmar que la danza de los voladores es originaria de Cuetzalan, no de Papantla.

El pueblo tiene 45 mil habitantes. Anteriormente, la principal actividad económica era la producción del café, ya que éste valía mucho. Pero después cayó el precio y llegó la nevada que perjudico al campesino, por lo que muchos cafetaleros, que antes exportaban, abandonaron su tierra en busca de oportunidades de trabajo. Los que se quedaron empezaron a cultivar otros productos maíz y frijol principalmente. Fue hasta después cuando los habitantes se dieron cuenta de la riqueza del lugar. Pocos poblados se benefician de la presencia de tantas grutas y cascadas, así que había que aprovechar los recursos naturales y el hecho de ser considerado un pueblo mágico.”

Una rápida parada en mi habitación, para cepillarme los dientes, ir al baño y refrescarme. 5 minutos acostada en la cama, debajo del ventilador, suficientes para retomar energías. Mi próxima parada, San Miguel Tzinacapan, pero antes a buscar el transporte que me llevaría al lugar. Creo que caminé gran parte de Cuetzalan antes de llegar a la estación de camionetas, siempre pidiendo indicaciones que no necesariamente coincidían. Cuando al fin pude abordar una, se me vino a la mente la imagen de los pollos rostizados, alineados uno tras otro si dejar espacio alguno y cocinándose por el calor.

Imaginaba como sería al llegar, Irán y un pequeño poblado en la sierra de Puebla, parecían estar en galaxias diferentes. Pero por otro lado, estaba mi preocupación, un movimiento en falso del chofer, y la barranca sería mi sepultura. El pueblo de San Miguel, está cobijado por la naturaleza, se pierde en el verde de las montañas. Al principio pensé que el viaje había sido en vano, nadie sabía nada de la visita del embajador. Decidí caminar, tal vez el destino pondría en mi camino a la persona indicada.

El sol no me dejaba ni por un instante, sentía como sus rayos penetraban cada uno de los poros de mi piel. Me era imposible levantar los pies, como si pesadas cadenas los anclaran al suelo. Desanimada, imaginé lo que sería el viaje de regreso con las manos vacías. Fue entonces, cuando vi a un joven y una muchacha portando el uniforme escolar. Una corazonada me animo a preguntarles, divagaron por un instante y después me comentaron que habían escuchado acerca de la exposición de Elvia.

El cartel que uno de mis maestros me había enviado, apareció ante mis ojos. Ahí estaba escrito ese nombre, Elvia Chaparro. Sí, les dije aliviada, a ella es a quien busco. El panorama se nubló cuando aseguraron no saber nada más, pero un rayo de luz apareció al mandarme detrás de la Iglesia, en búsqueda de Luis Miguel Mendoza. Grande fue mi sorpresa al descubrir que Luis Miguel tan solo contaba con 15 años de edad. Me recibió amablemente, y me platicó acerca del evento y su organización:

“Yo trabajo en coordinación con Elvia, pertenezco a una organización cultural que se creó hace dos años. Se llama “ojos de papel”, tenemos una galería muy sencilla, y cada año convocamos a la gente para que nos traiga sus fotografías. La creadora de este proyecto “culturas originarias” es Elvia Chaparro, lleva 7 años trabajando en esto. El objetivo es que dos culturas compartan todo lo que saben, su forma de vida, sus costumbres, etc. Hace dos meses trabajamos con los saharauis, ellos también fueron colonizados como nosotros, por lo que hablan español. Fueron corridos de su territorio hace aproximadamente 30 años, y tienen

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