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Proyecto Integracion


Enviado por   •  10 de Junio de 2014  •  2.008 Palabras (9 Páginas)  •  246 Visitas

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PROYECTO INTEGRACIÓN

Introducción:

La simplificación de una situación no siempre facilita su comprensión, ya que de esta manera solemos obviar la mayoría de los antecedentes y posibles causas que la han podido provocar.

Por ello, cuando una situación se nos hace incomprensible es de gran utilidad volver a la complejidad de partida y analizar la multitud de factores que han podido llegar a esas posturas.

Los conflictos forman parte de la vida aunque en determinadas ocasiones, pueden conducir a la violencia.

Por eso, para mejorar la convivencia y prevenir la violencia escolar, es fundamental resolver los conflictos en forma constructiva (pensando, dialogando, negociando, etc.)

Esta actividad será útil para desarrollar una Educación de Sentimientos, así como para incluir la experiencia de trabajo en grupo cooperativo.

Objetivo:

• Generar estrategias lúdicas pedagógicas que permitan disminuir las actitudes de discriminación.

• Promover acciones que denote respeto por la diversidad, la tolerancia, la cooperación y la solidaridad.

• Tomar conciencia del deterioro del que sufre maltrato.

Había una vez una escuela en medio de las montañas. Los chicos que iban a aquel lugar a estudiar, llegaban a caballo, en burro, en mula y en patas.

Como suele suceder en estas escuelitas perdidas, el lugar tenía una sola maestra- una solita, que amasaba el pan, trabajaba una quintita, hacía sonar la campana y también hacía la limpieza.

Me olvidaba: la maestra de aquella escuela se llamaba Virtudes Choiqué. Era una morocha más linda que el 25 de Mayo. Y me olvidaba de otra cosa: Virtudes Choiqué ordeñaba cuatro cabras, y encima era una maestra llena de inventos, cuentos y expediciones. (Como ven, hay maestras y maestras).

Esta del cuento, vivía en la escuela. Al final de la hilera de bancos, tenía un catre y una cocinita. Allí vivía, cantaba con la guitarra, y allí sabía golpear la caja y el bombo.

Y ahora viene la parte de los chicos.

Los chicos no se perdían un solo día de clase. Principalmente, porque la señorita Virtudes tenía tiempo para ellos. Además, sabía hacer mimos, y de vez en cuando jugaba al fútbol con ellos. En último lugar estaba el mate cocido de leche de cabra, que Virtudes servía cada mañana.

La cuestión es que un día Apolinario Sosa volvió al rancho y dijo a sus padres:

- ¡Miren, miren ... ! ¡Miren lo que me ha puesto la maestra en el cuaderno!

El padre y la madre miraron, y vieron unas letras coloradas. Como no sabían leer, pidieron al hijo que les dijera- entonces Apolinario leyó:

- "Señores padres: les informo que su hijo Apolinario es el mejor alumno".

Los padres de Apolinario abrazaron al hijo, porque si la maestra había escrito aquello, ellos se sentían bendecidos por Dios.

Sin embargo, al día siguiente, otra chica llevó a su casa algo parecido.

Esta chica se llamaba Juanita Chuspas, y voló con su mula al rancho para mostrar lo que había escrito la maestra:

- "Señores padres: les informo que su hija Juanita es la mejor alumna".

Y acá no iba a terminar la cosa. Al otro día Melchorcito Guare llegó a su rancho chillando como loco de alegría:

- ¡Mire mamita,... ! ¡Mire, Tata... ! La maestra me ha puesto una felicitación de color colorado, acá. Vean: "Señores padres: les informo que su hijo Melchor es el mejor alumno".

Así a los cincuenta y seis alumnos de la escuela llevaron a sus ranchos una nota que aseguraba: "Su hijo es el mejor alumno".

Y así hubiera quedado todo, si el hijo del boticario no hubiera llevado su felicitación.

Porque, les cuento: el boticario, don Pantaleón Minoguye, apenas se enteró de que su hijo era el mejor alumno, dijo:

- Vamos a hacer una fiesta. ¡Mi hijo es el mejor de toda la región! Sí. Hay que hacer un asado con baile. El hijo de Pantaleón Minoguye ha honrado a su padre, y por eso lo voy a celebrar como Dios manda.

El boticario escribió una carta a la señorita Virtudes. La carta decía:

-"Mi estimadísima, distinguidísima y hermosísima maestra: El sábado que viene voy a dar un asado en honor de mi hijo. Usted es la primera invitada. Le pido que avise a los demás alumnos, para que vengan al asado con sus padres. Muchas gracias. Beso sus pies, Pantaleón Minoguye; boticario".

Imagínese el revuelo que se armó.

Ese día cada chico voló a su casa para avisar del convite.

Y como sucede siempre entre la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta. Bien sabe el pobre cuánto valor tiene reunirse, festejar, reírse un rato, cantar, saludarse, brindar y comer un asadito de cordero.

Por eso, ese sábado todo el mundo bajó hasta la casa del boticario, que estaba de lo más adornada. Ya estaba el asador, la pava con el mate, varias fuentes con pastelitos, y tres mesas puestas una al lado de la otra.

En seguida se armó la fiesta.

Mientras la señorita Virtudes Choiqué cantaba una baguala, el mate iba de mano en mano, y la carne del cordero se iba dorando.

Por fin, don Pantaleón, el boticario, dio unas palmadas y pidió silencio.

Todos prestaron atención.

Seguramente iba a comunicar una noticia importante, ya que el convite era un festejo.

Don Pantaleón tomó un banquito, lo puso en medio del patio y se subió. Después hizo ejem, ejem, y sacando un papelito leyó el siguiente discurso:

- "Señoras, señores, vecinos, niños. ¡Queridos convidados! Los he reunido a comer el asado aquí presente, para festejar una noticia que me llena de orgullo. Mi hijo, mi muchachito, acaba de ser nombrado por la maestra, doña Virtudes Choiqué, el mejor alumno. Así es. Nada más, ni nada menos...

El hijo del boticario se acercó

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