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Analisis Cambio Climatico


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2012  •  3.190 Palabras (13 Páginas)  •  494 Visitas

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RESUMEN EJECUTIVO

Diversos gases que componen nuestra atmósfera absorben y emiten, selectivamente, la radiación infrarroja emitida por la superficie terrestre, las nubes y la propia atmósfera.

Consecuentemente, atrapan calor en la baja atmósfera produciendo el denominado “efecto invernadero (natural).”

Los gases de efecto invernadero (GEI), son de origen natural y antropogénico. El vapor de agua (H2O), el dióxido de carbono (CO2), el dióxido de nitrógeno (N2O), el metano (CH4) y el ozono (O3) son algunos de los principales GEI. Recientemente, se han incorporado a la atmósfera algunos GEI producidos exclusivamente por el hombre; por ejemplo: clorofluorocabono (CFC), hidroflurocarbono (HFC), hexafluoruro de azufre (SF6).

El incremento de las concentraciones de GEI en la atmósfera y la incorporación en la misma de nuevos gases absorbentes de radiación infrarroja, disminuye la perdida de energía hacia el espacio y altera el equilibrio de radiación del sistema Tierra-atmósfera generando: calentamiento de la troposfera y de la superficie terrestre (efecto invernadero antropogénico), alteración de la redistribución de energía dentro de la propia atmósfera y entre ésta y la superficie terrestre y los océanos y finalmente, cambios en el clima.

El cambio climático (CC) se define como un cambio en las condiciones medias o en la variabilidad del clima, atribuido directa o indirectamente a actividades humanas (cambios antropogénicos persistentes en la composición de la atmósfera mundial o en el uso de las tierras), que se añade a la variabilidad natural del clima observada durante períodos comparables.

Existen evidencias que muestran que el sistema climático terrestre ha cambiado de manera importante desde la época preindustrial y que algunos de dichos cambios son atribuibles a actividades humanas: importante aumento en las concentraciones de GEI, incremento del nivel medio del mar, disminución de las capas de hielo, disminución de la extensión y el espesor de los hielos marinos árticos, retiros de glaciares no polares, fusión, calentamiento y degradación del permafrost en zonas polares, subpolares y de montañas, desplazamiento de aves, insectos, peces y plantas hacia latitudes más altas, aumento en la frecuencia de la decoloración de los arrecifes de coral, incremento de las pérdidas económicas mundiales relacionadas con fenómenos meteorológicos, etc.

Entre los posible impactos, mayormente negativos, del cambio climático (CC) sobre los sistemas naturales y humanos se señalan: reducción general del rendimiento posible de las cosechas en la mayoría de las regiones tropicales, subtropicales y en latitudes medias, menor disponibilidad de agua en regiones con escasez de la misma y, particularmente, en zonas subtropicales, aumento del número de personas expuestas a enfermedades transmitidas por vectores (por ejemplo paludismo) y en zonas pantanosas (por ejemplo cólera), aumento de la mortalidad por la tensión del calor, aumento extendido del riesgo de inundaciones en diversos asentamientos de decenas de millones de habitantes, aumento de la demanda de energía para acondicionamiento de locales, aumento del estrés por el calor en el ganado y la fauna silvestre, aumento de la presión en el gobierno y en los sistemas de seguros privados por inundaciones y para auxilio de catástrofes.

INTRODUCCION

Cuando la humanidad tuvo acceso a fuentes altamente condensadas de energía, su expansión y complejidad tuvo lugar como nunca antes. La escala global de tal fenómeno incluyó lo espacial, lo poblacional y desde luego, lo energético. Se pasó de un consumo de unos miles de barriles de crudo al año a mediados del siglo XIX a más de 65 millones de barriles diarios para fines del siglo XX (Heinberg, 2003: 92). Mientras más energía se dispuso, más espacio se ocupaba, siendo la ciudad ícono de ése proceso. El crecimiento poblacional se disparó, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XX pues pasó de unos 500 millones hasta el siglo XVI, a mil millones a principios del siglo XIX y dos mil millones para la década de 1930, para después aumentar en un mil millones adicionales de personas para 1960, 1974, 1987 y 1999 (Homer- Dixon, 2007: 61). Hoy día, la población mundial se estima en unos 6,800 millones de habitantes, siendo poco más de la mitad urbana.

Los combustibles fósiles constituyen, según la Agencia Internacional de Energía (AIE) y para el año 2008, el 81.3% de la energía primaria total mundial

(AIE, 2010: 6). De este porcentaje, la mayor parte del petróleo se emplea en motores de combustión interna destinados al transporte, el resto en generación de electricidad y en la petroquímica. La mitad del carbón se emplea en la generación de energía eléctrica y el resto en diversas funciones industriales y domésticas. El gas, se emplea crecientemente en la generación de electricidad pues se pasó del 12.1% de su uso en el total de energía eléctrica generada en 1973 a 21.3% en 2008. También se usa, y prácticamente en montos similares, por la industria, el comercio y usos domésticos. De precisar es que la mayoría de la electricidad, o energía secundaría, se emplea en usos industriales (54%) y doméstico-comerciales (46%).

Lo indicado implica que, en resumen, el destino general de los combustibles fósiles tiene tres grandes rutas: 1) generación de energía calórica; 2) de energía eléctrica; y 3) motores de combustión interna. Es un contexto en el que resulta imperante notar que de 1973 a 2008, si bien la cantidad de energía generada se ha duplicado -se pasó de 6,115 a 12,267 millones de toneladas de petróleo equivalente-, la proporción de los combustibles fósiles no ha variado aunque sí se le da un mayor peso al carbón y al gas. A ello se suma un incremento en el rol de la energía nuclear que creció seis veces al tiempo que, llamativamente, se estancan las energías renovables al representar en esos 35 años tan sólo el 10 % del total de energía primaria mundial (AIE, 2010). Así, los datos nos muestran que, pese a las adversidades, la política energética de las últimas décadas ha sido marcada y claramente fósil y nuclear.

Dejando de lado el caso de la nuclear (véase Delgado, 2008 para una indagación puntual) y enfocándonos en el caso de los fósiles, es importante recordar que en especial el ritmo de extracción y quema de petróleo ha llevado a que estemos ya en su punto máximo de producción (o de peak oil). Marion King Hubbert estimó que el pico

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