LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN ANTE LA MODERNIDAD LIQUIDA

LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN EN LA MODERNIDAD LÍQUIDA

En el transcurso de la historia del hombre hemos notado una considerable evolución, día a día la sociedad genera nuevas necesidades, la educación se adecúa a los constantes cambios sociales, a fin de cubrir esas necesidades. En los últimos tiempos las personas nos hemos aprendido la simplicidad de las cosas, vivimos con tanta rapidez que no nos damos el tiempo de realizar las actividades que anteriormente llevábamos a cabo de buena manera y con cierto placer, hemos cambiado hacer el trabajo difícil por la facilidad. En estos días la innovación exitosa genera una urgente necesidad en el sujeto de adquirirla.

Las personas no toleramos el hecho de esperar, el síndrome de la impaciencia nos hace notar la importancia del tiempo, y al verlo como recurso el perderlo nos parece definitivamente catastrófico, concibiendo la pérdida como un estigma de inferioridad. La posición de los individuos en una escala jerárquica se mide por la capacidad que poseen para hacer reducir el espacio de tiempo que separa al deseo de una satisfacción. Ascender en la jerarquía trae como necesidad aprovechar el tiempo, una creciente habilidad por hacer u obtener lo que uno quiere ahora y sin demora.

Edward D. Myers (1960) nos habla de la concepción de la educación como un producto antes que un proceso, en el primer caso pasa a ser una cosa que se consigue completa y terminada, esto implica que la persona educada haya aprendido todo lo que necesitaba saber acerca de las técnicas y aptitudes, que se le exige para obtener un determinado empleo, sin embargo para Myers esto no es suficiente, el sujeto debe seguir apropiándose de conocimiento y convertirlo en una propiedad duradera de la persona, ya que en la modernidad lo grande era bello y más equivale a mejor.

El conocimiento tenía un valor que se esperaba que durara, así como a la educación se le daba un valor en la media que ofreciera un conocimiento de valor duradero. El conocimiento propiamente se consideraba como un producto y a la educación se le consideraba como una empresa. Esta empresa (la educación), debía encargarse de adquirir el producto (conocimiento), que como todas las posesiones, se puede atesorar para toda la vida.

En el mundo de la modernidad líquida la solidez de las cosas se ve como una amenaza, ya que ésta implica una carga de obligaciones, una restricción en la libertad de movimiento y la reducción en la capacidad de aprovechar las nuevas oportunidades que se presenten aun siendo éstas últimas desconocidas; la alegría de deshacerse de las cosas es la pasión de nuestro mundo. El consumismo de hoy ya no se define por la acumulación de cosas si no por el poco goce que se hace de ellas, y es así como el conocimiento se ajusta al uso instantáneo y se concibe para que se utilice una sola vez, se ha convertido en una mercancía, y como tal se devalúa.

Al ver a la educación como algo terminado y como la reproducción de compromisos fijos, la educación recibía valor en la medida que ofrecía conocimientos de valor duradero. El segundo reto

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