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LA TRAGEDIA DE LA CULTURA


Enviado por   •  3 de Agosto de 2011  •  1.150 Palabras (5 Páginas)  •  1.103 Visitas

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La Tragedia de la Cultura

Ernst Cassier

En ves de ver en la cultura algo que enriquece al hombre, se le considera como algo que lo aleja más y más de la verdadera meta de la existencia.

En pleno “Siglo de las Luces” pronuncia Rousseau su inflamada requisitoria contra “las artes y las ciencias”. Nos dice de ellas que solo han servido para enervar y reblandecer al hombre en lo moral, a la par que en lo físico, en ves de satisfacer sus necesidades, habían venido a despertar en él innumerables afanes nuevos que jamás pueden verse saciados; son todos fantasmas a los que debemos renunciar, si no queremos vernos perennemente condenados a beber del tonel de las Danaides.

Königsberg, ya no cree que la exaltación y el refinamiento de la cultura intelectual, pueda llegar a resolver todos los enigmas de la existencia y a curar todos los males de la sociedad humana. La simple cultura del entendimiento no puede fundamentar el supremo valor de la humanidad; debe ser sobornada y tenida a raya por otros poderes.

Por otro lado, Kant está profundamente convencido del “fracaso de todos los intentos filosóficos en materia de teodicea”. No le queda, pues, otra solución que aquella extirpación radical del hedonismo que intenta llevar a cabo, en la fundamentación de su ética. Si la dicha contribuyese la verdadera meta de las aspiraciones humanas, la cultura quedaría condenada inapelablemente.

Por lo tanto, el verdadero valor debe buscarse en los propios actos del hombre y en aquello que, gracias a esos actos, llega a ser. De este modo, hace suya a Kant la premisa, de que parte Rouseau, pero no la conclusión a la que éste llega. El grito russoniano de “¡Vuelta a la naturaleza!”, podría devolver y asegurar la dicha al ser humano, pero con ello el hombre se divorciaría, al mismo tiempo, de su verdadero destino. Ese destino, en efecto, no reside en lo sensible, sino en lo inteligible.

Así pues la finalidad de la cultura no es la dicha sobre la tierra, sino la realización de la libertad, de la auténtica autonomía, que no representa el dominio técnico del hombre sobre la naturaleza, sino el dominio moral del hombre sobre si mismo.

Cuando el hombre pudiera saltar por encima de las fronteras de la individualidad, y pudiese ensanchar su propio yo, hasta proyectarlo sobre la totalidad de la humanidad. Pero cuando intenta precisamente lograr esto, es cuando siente más rotunda y dolorosamente las barreras que se le oponen. No podemos perder de vista, en efecto, que hay aquí un aspecto que amenaza y coarta la espontaneidad, la autonomía pura del yo, en vez, de estimularla y exaltarla. Según Georg Simmel, dice que, la verdadera razón de la “tragedia de la cultura” reside, en que la aparente interiorización que la cultura nos promete lleva siempre aparejada, en realidad, una especie de autoenajenación. Media entre el “alma” y el “mundo” un conflicto constante, una relación sencillamente antitética.

Simmel, sabe que la rueda de la historia no gira nunca hacia atrás. Pero cree observar, al mismo tiempo, que con ello se agudizará cada vez la tensión entre los dos polos igualmente necesarios e igualmente legítimos, con lo que el hombre acabará viéndose irremediablemente entregado a un funesto dualismo. El profundo divorcio, la profunda hostilidad existente entre el proceso vital y creador del alma, de una parte, y de otra sus contenidos y productos, no admite

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