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Guerras Medicas


Enviado por   •  14 de Junio de 2012  •  3.956 Palabras (16 Páginas)  •  942 Visitas

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Guerras Médicas

Así se llamaron las luchas llevadas a cabo entre los Griegos y los Persas en la primera mitad del Siglo V antes de Cristo.

A causa de que las colonias helenas del Asia Menor habían sido conquistadas por los Lidios, estaban obligadas a pagar tributos, pero conservaban su propio gobierno. Cuando sobrevino la ocupación Persa, y debido a los gastos que éstos tenían continuamente por las guerras, modificaron ese régimen. Esto ocasionó el levantamiento de las colonias griegas del Asia Menor, encabezadas por Mileto. Apoyadas por Atenas, tomaron e incendiaron Sardes, capital de la Satrapía de Lidia, en 498 a C. Los Persas, en 494 a C. reconquistaron los territorios, sitiaron Mileto y saquearon la ciudad.

Estas fueron las principales causas de la rivalidad entre persas y griegos que desembocaron en las Guerras Médicas.

Expansión del imperio persa al año 500 a. C.

Antecedentes: la sublevación de Jonia

Durante muchos siglos, las ciudades coloniales griegas del litoral de Asia Menor tuvieron pocas dificultades con los grandes estados del este. Los poderes de Babilonia y de Asiria nunca llegaron tan lejos hacia el oeste. Sin embargo, en la primera mitad del siglo VII a. C. un rey lidio, Giges, atacó a las ciudades griegas tratando de extender su reino interior hacia el mar, provocando el desastre en la región de Jonia.

En el siglo VII a. C. las mismas se encontraban bajo la soberanía del reino de Lidia, si bien gozaban de cierta autonomía a cambio de pagarle tributo. En 546 a. C. el rey Creso de Lidia (el último monarca lidio en gobernar Jonia) fue derrotado por el rey persa Ciro, pasando desde entonces su reino y las ciudades griegas a formar parte del Imperio Persa.

Darío I, sucesor de Ciro, gobernó las ciudades griegas con tacto y procurando ser tolerante. Pero, como habían hecho sus antecesores, siguió la estrategia de dividir y vencer: apoyó el desarrollo comercial de los fenicios, que formaban parte de su imperio desde antes, y que eran rivales tradicionales de los griegos. Además, los jonios sufrieron duros golpes, como la conquista de su floreciente suburbio de Naucratis, en Egipto, la conquista de Bizancio, llave del Mar Negro, y la caída de Síbaris, uno de sus mayores mercados de tejidos y un punto de apoyo vital para el comercio.

De estas acciones se derivó un resentimiento contra el opresor persa. El ambicioso tirano de Mileto, Aristágoras, aprovechó este sentimiento para movilizar a las ciudades jónicas contra el Imperio Persa, en el año 499 a. C. Aristágoras pidió ayuda a las metrópolis de la Hélade, pero sólo Atenas, que envió 20 barcos (probablemente la mitad de su flota) y Eretria (en la isla de Eubea), con cinco naves, acudieron en su ayuda; no recibió ayuda de Esparta. El ejército griego se dirigió a Sardes, capital de la satrapía persa de Lidia, y la redujo a cenizas, mientras que la flota recuperaba Bizancio. Darío I, por su parte, envió un ejército que destruyó al ejército griego en Éfeso y hundió la flota helena en la batalla naval de Lade.

Tras sofocar la rebelión, los persas reconquistaron una tras otra las ciudades jonias y, después de un largo asedio, arrasaron Mileto. Murió en combate la mayor parte de la población, y los supervivientes fueron esclavizados y deportados a Mesopotamia.

La Primera Guerra Médica

Tras el duro golpe dado a las polis jonias, Darío I se decidió a castigar a aquellos que habían auxiliado a los rebeldes. Según la leyenda, preguntó: «¿Quién es esa gente que se llama atenienses?», y al conocer la respuesta, exclamó: «¡Oh Ormuz, dame ocasión de vengarme de los atenienses!». Después, cada vez que se sentaba a la mesa, uno de sus servidores debía decirle tres veces al oído «¡Señor, acordaos de los atenienses!». Es por esto que encargó la dirección de la represalia a su sobrino Artafernes y a un noble llamado Datis.

Mientras tanto, en Atenas algunos hombres ya veían los signos del inminente peligro. El primero de ellos fue Temístocles, elegido arconte en 493 a. C. Temístocles creía que la Hélade no tendría salvación en caso de un ataque persa, si Atenas no desarrollaba antes una poderosa marina.

De esta forma, fortificó el puerto de El Pireo, convirtiéndolo en una poderosa base naval, mas pronto surgiría un rival político que impediría el resto de sus reformas. Se trataba de Milcíades, miembro de una gran familia ateniense huida de las costas del Asia Menor. Se oponía a Temístocles porque consideraba que los griegos debían defenderse primero por tierra, esperanzado en la supremacía de las largas lanzas griegas contra los arqueros persas. Los atenienses decidieron poner en sus manos la situación, enfrentando así la invasión persa.

La flota persa se hizo a la mar en el verano de 490 a. C., dirigidos por Artafernes, conquistando las islas Cícladas y posteriormente Eubea, como represalia a su intervención en la revuelta jonia. Posteriormente, el ejército persa, comandado por Datis, desembarcó en la costa oriental del Ática, en la llanura de Maratón, lugar recomendado por Hipias .

Darío I, rey de los persas.

Maratón (septiembre, 490 a. C.)

Milcíades, avisado del desembarco persa, exhortó a los atenienses a hacerles frente. Enviaron al corredor Filípides a Esparta para solicitar ayuda, recorriendo 220 kilómetros en un día a caballo, toda una hazaña. Los espartanos prometieron enviar ayuda, pero argumentaron que, por razones religiosas (supuestamente se encontraban en el noveno día del mes lunar), no podrían hacerlo sino hasta tres días después, en plenilunio. Otras razones, de índole política, pueden haber influido en la decisión de no colaborar con los atenienses. Milcíades no podía esperar tanto tiempo, y reclutando a todos los hombres que pudo en cuestión de horas, se lanzó al ataque contra los persas.

Las cifras de los atenienses fluctuaban probablemente entre los 10.000 y 15.000 combatientes, aunque la cifra más probable es la menor. Se les sumó por el camino un contingente de Platea de algo menos de 1.000 hombres, lo que hace pensar a los historiadores en un total de 12.000 hombres. Las fuerzas persas sumaban algo menos de 40.000 hombres. Heródoto dice que los persas tenían 600 barcos en la playa de Maratón, y algunos autores antiguos pretenden ascender los efectivos persas hasta el millón

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