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Riqueza De Las Naciones


Enviado por   •  5 de Diciembre de 2011  •  6.973 Palabras (28 Páginas)  •  835 Visitas

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A pesar de los años transcurridos desde que apareció por primera vez La riqueza de las naciones 1776, sus argumentos no han perdido del todo su valor al ser aplicados a muchos de los problemas actuales. Adam Smith vivió en el umbral de una nueva época en la que todavía nos encontramos y su texto es la expresión de las fuerzas que entonces actuaban para modelar una nueva y terrible especie, el homo oeconomicus, el hombre económico del mundo moderno. El término no es una abstracción, inventada por los teoricos a fon de arruinar cualquier propósito de hacer cambios en la sociedad, sino que se refiere más bien al hombre de negocios, vivo y humano, en cuya defensa han escrito tantos economistas, y en interés del cual han inventado su abstracción vacía. Las fuerzas que entraban en juego en Europa para crear al hombre de negocios crearon asimismo al andamiaje de ideas e instituciones que facilito al autor la redacción de su libro.

LIBRO PRIMERO

De las causas del progreso en las facultades productivas del trabajo, y del modo como un producto se distribuye naturalmente entre las diferentes clases del pueblo

El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige, por doquier, parecen ser consecuencia de la división del trabajo.

Por el contrario, en aquellas manufacturas destinadas a satisfacer los pedidos de un gran número de personas, cada uno de los diferentes ramos de la obra emplea un número tan considerable de obreros, que es imposible juntarlos en el mismo taller.

La división del trabajo, en cuanto puede ser aplicada, ocasiona en todo arte un aumento proporcional en las facultades productivas. Es de suponer que la diversificación de numerosos empleos y actividades económicas es consecuencia de esa ventaja. Esa separación se produce en aquellos países que han alcanzado un nivel más alto de laboriosidad y progreso. El trabajo necesario para producir un producto acabado se reparte por regla general, entre muchas manos.

Las naciones más opulentas superan por lo común a sus vecinas como se invierte en ellas mas capital y trabajo, producen más, esta superioridad del producto raras veces excede considerablemente en proporción al mayor trabajo empleado y a los gastos más cuantiosos en que ha incurrido.

Como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres circunstancias distintas: primera, de la mayor destreza de cada obrero en particular; segunda, del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde al pasar una ocupación a otra, y por último, de la invención de un gran número de maquinas, que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos.

El progreso en la destreza del obrero incrementa la cantidad de trabajo que puede efectuar, y la división del trabajo, al reducir la tarea del hombre a una operación sencilla, y hacer de esta la única ocupación de su vida, aumenta considerablemente la pericia del operario.

La ventaja obtenida al ahorrar el tiempo que por lo regular se pierde, al pasar de una clase de operación a otra.

No hay hombre que no haga una pausa, por pequeña que sea, al pasar la mano de una operación a otra.

Con independencia, por lo tanto, de su falta de destreza, esta causa, por si sola, basta a reducir considerablemente la cantidad de obra que sería capaz de producir.

Se facilita el trabajo si se emplea maquinaria apropiada.

El hombre adquiera una mayor aptitud para descubrir los métodos más idóneos y expeditos, a fin de alcanzar un propósito, cuando tiene puesta toda su atención en un objeto, que no cuando se distrae en una gran variedad de cosas.

Una gran parte de las maquinas empleadas en esas manufacturas, en las cuales se halla muy subdividido el trabajo, fueron al principio invento de artesanos comunes, pues hallándose ocupado cada uno de ellos en una operación sencilla, toda su imaginación se concentraba en la búsqueda de métodos rápidos y fáciles para ejecutarla.

En la subdivisión de empleos, cada uno de los individuos se hace mas experto en su ramo, se produce más en total y la cantidad de ciencia se acrecienta considerablemente.

La gran multiplicación de producciones en todas las artes, originadas en la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa opulencia universal que se derrama hasta las clases inferiores del pueblo. Todo obrero dispone de una cantidad mayor de su propia obra, se encuentra en condiciones de cambiar una gran cantidad de sus propios bienes por una gran cantidad de los creados por otros, el unos provee al otro de los que necesita, y recíprocamente.

Esta división del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en su origen efecto de la sabiduría humana, que prevé y se propone alcanzar aquella general opulencia que de él se deriva. Es la consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan grande: la Propensión a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra.

No es nuestro propósito, de momento, investigar si esta propensión es uno de esos principios innatos en la naturaleza humana, de los que no puede darse una explicación ulterior, o si, como parece más probable, es la consecuencia de las facultades discursivas y del lenguaje. Es común a todos los hombres y no se encuentra en otras especies de animales, que desconocen esta y otra clase de avenencias. Cuando dos galgos corren una liebre, parece que obran de consuno. Cada uno de ellos parece que la echa a su compañero o la intercepta cuando el otro la dirige hacia él: mas esto, naturalmente, no es la consecuencia de ningún convenio, sino el resultado accidental y simultáneo de sus instintos coincidentes en el mismo objeto. Nadie ha visto todavía que los perros cambien de una manera deliberada y equitativa un hueso por otro. Nadie ha visto tampoco que un animal de a entender a otro, con sus ademanes o expresiones guturales, esto es mío, o tuyo, o estoy dispuesto a cambiarlo por aquello. Cuando un animal desea obtener cualquier cosa del hombre o de un irracional no tiene otro medio de persuasión sino el halago. El cachorro acaricia a la madre y el perro procura con mil zalamerías atraer la atención del dueño, cuando éste se sienta a comer, para conseguir que le dé algo. El hombre utiliza las mismas artes con sus semejantes, y cuando no encuentra otro modo de hacerlo actuar conforme a sus intenciones, procura granjearse su voluntad procediendo en forma servil y lisonjera. Mas no en todo momento se le ofrece ocasión de actuar así. En una sociedad civilizada necesita a cada instante

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