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El Sindrome Puertorriqueño


Enviado por   •  3 de Octubre de 2012  •  1.577 Palabras (7 Páginas)  •  634 Visitas

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El día 9 de Junio del 2011 fue presentado en el Salón de Actos de Filosofía de la UNAM el libro de la psicoanalista argentina Patricia Gherovici: “El síndrome puertorriqueño”, editado por SXXI, el cual fue escrito primeramente en inglés en el 2003, siendo traducido y publicado en español en el 2011. No sobra comentar que el tejido social y subjetivo de los puertorriqueños fluctúa en una compleja relación entre el inglés y el español, en sus encuentros y desencuentros, en su copulación y su producto: el spanglish. Puerto Rico se ha convertido en una tierra donde el Idioma español es una conquista diaria, un acto heroico, una vindicación cotidiana. Un español puertorriqueño precioso en metáfora y metonimia que tiene una de sus cumbres en la “Guaracha del macho Camacho” de Luis Rafael Sánchez, en los poemas de Palés Matos y Luis Llorens Torres.

El libro del “El Síndrome Puertorriqueño” fue producto de reflexiones de la psicoanalista argentina a partir de su práctica clínica en la ciudad de Philadelphia, EEUU, con latinoamericanos, específicamente con puertorriqueños, entre sus Socorros y sus Consuelos… En la presente columna, no por casualidad fechada el 23 de septiembre (Grito de Lares), quisiera elaborar un breve comentario del mismo. El comentar lo escrito por otro obliga a sostener una posición incómoda, esto es, el no hacerle justicia al libro por el recorte, incluso, como nos enseñaba Borges en “Pierre Menard: el autor del Quijote” (http://www.literatura.us/borges/pierre.html), esto sucedería aunque fuera reescribiendo cada una de las letras que sus carátulas cobijan, pues el sujeto de la enunciación siempre es otro. No obstante, tomamos el riesgo. El comentario será un recorte con una deuda que asumimos transformándola en dejar la falta…para el deseo de leerlo. Un comentario pasado por el filtro que cualquier lector puede dar ofreciendo en escritura la lectura del otro. Una invitación a deslizarse en la superficie de sus letras, un pre-texto para, si es posible, decir otra cosa, incluso para reavivar una llama en espera.

Las letras de la autora discurren por diversos discursos, articulan de forma ejemplar un acento literario, una rigurosidad clínica, un trasfondo histórico y genealógico de la categoría nosológica “síndrome puertorriqueño” desde una postura crítica al respecto de su origen militar, su “psicopatologízación” de la diferencia, el rechazo a la otredad desde el discurso médico-militar y una extensión a la categorización psiquiátrica y su discurso excluyente a lo que no entiende el discurso del Amo.

El síndrome puertorriqueño fue una categoría diagnóstica producida e instrumentada en los años 50 a partir de cierta sintomatología que observaron psiquiatras usamericanos en soldados puertorriqueños que fueron a combatir en la guerra de Corea bajo el ¿cobijo? de la bandera estadounidense, esta sintomatología era el padecimiento de repentinos ataques de furia, convulsiones, ansiedad o pánico y una amnesia al final de ocurrido el “ataque”. A partir de ciertos estudios dichos psiquiatras descartaron una etiología orgánica, ubicándolo en ese manual de la fobia a la otredad que es el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), en el apartado de: “Trastornos con origen cultural”, lo cual nos plantea una pregunta, ¿por qué la psiquiatría, si sostiene el carácter orgánico de la psicopatología, tratando a la mente como un órgano se ve obligada a reconocer lo cultural como un trastorno?, ¿no es esto pensar al otro a partir de una visión discriminatoria, es decir, la diferencia como una psicopatología? ¿Esto sucede solamente con los supuestos “trastornos con origen cultural” o podríamos extender dicha lógica al mismo concepto de “trastorno”?

A partir de su recorrido genealógico Patricia Gherovici se percata de un hecho, hay una coincidencia histórica entre la destitución de la histeria como categoría nosológica del discurso psiquiátrico y el nacimiento de la categoría psiquiátrica “Síndrome Puertorriqueño”. Es sabido que la histeria es la gran maestra y productora del psicoanálisis, de la “talking cure”, de la transferencia. Al revisar la sintomatología la autora revela que el llamado “Síndrome puertorriqueño” es una histeria rebautizada… Basta releer, por ejemplo, la descripción de las histéricas de Charcot, Breuer y Freud (de hecho la autora tiene un rico capítulo sobre el caso de Anna O.) y los casos descritos como “síndrome puertorriqueño” para detectar la invención gringa de un trastorno a todas luces discriminatorio.

El psicoanalista francés Jacques Lacan retomó la concepción de la histeria freudiana estableciendo un discurso histérico. El discurso de la histérica se constituye por hablar de la falta, por quejarse de la falta, por hacer partícipe y mostrar también la falta del Amo, por colocar al otro en categoría de Amo para después derrocarlo, para gozar de hacerlo, incluso para ella misma convertirse en un objeto precioso. La histeria devela que no hay objeto que colme la falta, lo grita con el cuerpo y al convertirse

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