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MI PAREJA ES COMO MI PAPA.


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2011  •  967 Palabras (4 Páginas)  •  669 Visitas

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Hace dos semanas una de nuestras clientas nos escribía desde España, contándonos su historia de amor y su culminación en boda que había sucedido tras conocer a un hombre del que se había enamorado hasta tal punto de dejar su país natal Chile, y emprender una nueva vida en Europa.

Nos decía en una frase que hemos destacado:

-Testimonio real-

“Mi padre era de lo más cariñoso, y un hombre muy generoso. He tenido la suerte de encontrar una pareja igual”, cuenta Natalia, feliz, poco después de su boda.

Pero lo que ella considera ‘suerte’ es seguramente el producto de una búsqueda inconsciente: la de un hombre que se parezca a su progenitor, a su primer modelo amoroso, a su referente masculino primigenio.

Los padres y las madres son las primeras figuras amorosas y de ellos aprendemos en la infancia lo que después de una reelaboración en la adolescencia será nuestro patrón de comportamiento. Por eso, hombres y mujeres en la misma medida, buscan que sus parejas reproduzcan los rasgos de esos personajes primarios, es decir, evoquen a su madre, en el caso de ellos, y a su padre, en el caso de ellas, de alguna u otra manera.

Lo cual significa que, aunque uno se considere completamente libre a la hora de elegir pareja y se fije sobre todo en características manifiestas (carácter, personalidad, aspecto físico, etc.), en realidad está sumamente condicionado por un “trasfondo incontrolable”, un subconsciente que le exige una condición: que sea como papá o como mamá.

Algunos profesionales consideran sin embargo, que más que ese poderoso inconsciente, lo que dirige los deseos y pasiones de las personas hacia parejas que proyecten el comportamiento de sus padres es la herencia social y la estructura cultural.

Buscar de mayores lo que aprendimos de niños.

Cuando somos niños la relación afectiva nos influye mucho, y aprendemos a querer, demostrar amor y dejar que nos quieran de modo que, cuando somos jóvenes/adultos y establecemos relaciones amorosas, buscamos patrones de relación compatibles con nuestros aprendizajes.

Esos comportamientos que hemos visto e interiorizado en casa serán los que “van a marcar las expectativas” en el futuro. Por eso, si una niña ve a diario cómo su padre se desvive por hacer feliz a su madre, ella buscará en un futuro un hombre que le dedique toda su atención. O si un niño crece en un ambiente violento, considerará normal un comportamiento agresivo con su pareja.

Aunque ésa sea la regla general, el propio proceso de aprendizaje personal puede modificar dichas expectativas. Por ejemplo, un hombre puede esperar que su mujer tenga lista la cena cuando llega a casa por la tarde porque es lo que ‘aprendió’ en su casa, pero ese mismo hombre puede aprender a no esperar la cena, incluso a prepararla él, como resultado de su crecimiento personal.

Pero si uno no alcanza ese grado de consciencia a la hora de identificar las

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