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El Interior


Enviado por   •  22 de Marzo de 2014  •  1.943 Palabras (8 Páginas)  •  236 Visitas

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El neurocirujano que estuvo en coma durante siete días publicó un libro que es un éxito en ventas.

El neurocirujano Eben Alexander ha pasado buena parte de su vida estudiando el cerebro y las interacciones entre el sistema nervioso y el sistema endocrino. Quizá por eso no podía dejar de acudir a la ciencia cuando necesitaba explicación para algún fenómeno anormal.

A lo largo de su juventud, en la que no solo se apasionó por sus estudios en Duke y Harvard, sino por los lanzamientos en paracaídas, tampoco mostró un lado espiritual –confiesa que raramente iba a la iglesia u oraba– y ya en su práctica como cirujano escuchaba, pero inmediatamente descartaba, historias de experiencias cercanas a la muerte que le contaban sus pacientes.

Todo esto cambió la madrugada del 10 de noviembre de 2008. A los 54 años, en la mayor ironía que pueda haberle jugado el destino, el neurocirujano cayó víctima de una severa meningitis bacteriana que atacó el córtex de su cerebro. Durante siete días permaneció sumido en un coma profundo sin ninguna muestra de actividad cerebral, por lo menos ninguna que pudieran detectar los aparatos médicos, mientras sus doctores intentaban determinar, sin mucho éxito, el origen de la bacteria que lo atacaba.

Durante esos siete días, Alexander dice haber experimentado un viaje a una dimensión divina donde no tenía memoria de su vida humana y donde el tiempo y el espacio no se experimentaban de la forma como los conocemos, pero donde percibió un amor infinito.

En este ‘reino’, donde Alexander no veía con los ojos ni escuchaba con los oídos, también se encontró con seres iluminados y llenos de felicidad (él asume que eran ángeles) que vivían en medio de un paisaje verde y frondoso con “árboles, campos, arroyos y cascadas”. Allí también conoció al “creador”.

Cuando sus doctores le daban 2 por ciento de probabilidades de supervivencia y casi cero de una recuperación con un cerebro funcional, Alexander se despertó. Sus memorias humanas seguían refundidas, pero las de su viaje a este mundo alterno estaban completamente vivas. “Las sentía demasiado reales como para que fueran un sueño”, dice. Por recomendación de su hijo, escribió toda su “odisea” como una forma de entender esa experiencia, un proceso que le tomó casi seis semanas.

Parte de este manuscrito se convirtió en La prueba del cielo, un libro cuya edición en inglés salió a la venta en octubre pasado y, al cierre de esta edición, completaba 41 semanas en la lista de los bestsellers de no ficción de The New York Times. En Colombia, lideraba la lista de los más vendidos.

Desde Lynchburg, Virginia, donde vive, el doctor Alexander, de 59 años, habló por teléfono con EL TIEMPO sobre su experiencia, los cuestionamientos científicos a su libro y de cómo hasta hoy ninguno de sus doctores ha podido explicar su recuperación milagrosa. ¿La principal lección? “Eres amado y apreciado profunda y eternamente. No tienes nada que temer. Nada de lo que hagas puede ser malo… La muerte del cuerpo no es el fin”, dice.

Este libro habla más de la conciencia y su carácter eterno que sobre el mismo cielo.

Creo que la lección importante es que todo gira en torno a la conciencia, lo que sugiere ampliamente que el espíritu fuente de esa conciencia es eterno y en realidad se enriquece cuando se libera de nuestro cuerpo y cerebro. Se convierte en una entidad más rica en conocimiento. Es mucho más que una “prueba del cielo”.

De hecho, la palabra ‘cielo’ solo aparece en su libro desde el capítulo 20. ¿Hubo presión de la casa editorial en este sentido?

El título fue idea del editor. Yo tenía un título más científico. Al principio no me gustó Prueba del cielo por varias razones: muchos de mis asociados y colegas que conocieron profundamente mi historia me decían con insistencia, “esto es mucho más que una prueba del cielo”. El cielo es un concepto muy pequeño que no alcanza a abarcar lo que quiere expresar el libro… La implicación de la eternidad de las almas, las conexiones entre ellas y la naturaleza divina de nuestro espíritu es lo que se ofrece acá como el núcleo de toda realidad. Así que tiene razón, ‘cielo’ fue una palabra por la que ejerció presión el editor, pero estuve de acuerdo una vez me di cuenta de que el libro estaba ayudando a los escépticos. Es una forma de atraerlos hacia una nueva forma de pensar, usualmente como un primer paso. La idea es que se den cuenta de que sí existe la eternidad, hay un Dios y hay un cielo.

¿Mucha gente se ha acercado a contarle otras experiencias similares?

Sí, claro. Mucha, mucha gente se acerca a contarme lo que les pasó y a hablar de lo similares que son sus experiencias. Lo importante son las pequeñas diferencias entre las historias, que es lo que frena a muchos de los escépticos.

Estas similitudes podrían ser producto de una memoria cultural colectiva, ya que hemos estado expuestos al mismo tipo de iconografía sobre el cielo...

Para mí, lo interesante es que si usted realmente da un paso atrás y mira desde fuera casi tres mil años de cultura alrededor del mundo, ahí es cuando las similitudes se vuelven notables y empiezan a revelar algo más profundo de lo que podría arrojar simplemente un sesgo cultural que está integrado en nosotros. Pero esto es real, absolutamente real. Ese reino es mucho más real que este reino terrestre, y los miles que han estado allá y han regresado resaltan cuán impresionantemente ultrarreal es esa dimensión. Estas historias no son similares por nuestra memoria colectiva con la que el cerebro juega algunos trucos, sino porque ese reino es completamente real… La clave para entender esto, o como ahora lo veo todo, es que no se trata de algo humano; eso es crucial. Es ahí donde los escépticos quedan sin salida.

Cuando

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