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Comunidad Democrática


Enviado por   •  4 de Agosto de 2011  •  Monografías  •  2.065 Palabras (9 Páginas)  •  542 Visitas

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Fernando Savater Política para Amador por lo de la convivencia. Desde el punto de vista cultural y social, la unanimidad, lo de todos a una, el aquí somos así, lo de «al que no le guste que se vaya», la limpieza étnica, el horror al mestizaje y al contagio de modas y modos, etc., son formas de barbarie y aún peor: de barbarieestéri l. La comunidad democrática es la formada por individuos capaces dedesarraigarse de las imposiciones del lugar de origen, de la tradición, de la sangre y elevar a convención reformable lo que ayer fue rutina sagrada. ¿Quiere decir esto que ya no habrá memoria ni experiencia actual de los lazos comunes? No, en absoluto: lo que se trata de borrar es el determinismo de aquello que uno no ha elegido ser. Algo tenemos todos democráticamente en común: la posibilidad de romper con las fatalidades de nuestros orígenes y de optar por nuevas alianzas, nuevos ritos y nuevos mitos. Perdona que deba ser algo rebuscado en las expresiones, pero se trata de un asunto fundamental. En una democracia moderna debe darse una baseúnica y sobre ella numerosas realidadesplurales. La base única la forman las leyes —es decir, el elemento abstracto, convencional, pactado, revolucionario incluso— que han de ser iguales para todos y que deben resguardar los derechos humanos y determinar los correspondientes deberes. Te aclaro que las decisiones democráticas se toman por mayoría pero que la democracia no es sólo la ley de las mayorías. Aunque la mayoría decidiese que los ciudadanos de piel negra o los de religión budista no deben participar en la vida política del grupo, ésta no sería ni mucho menos una decisión democrática. Tampoco lo sería aceptar por mayoría la tortura, la discriminación por cuestiones de preferencia sexual, ni (y aquí, ya ves, me opongo a lo vigente en algunos países democráticos) la pena de muerte. Además de ser un método para tomar decisiones, la democracia tiene también unos contenidos de principio irrevocables: el respeto a las minorías, a la autonomía personal, a la dignidad y la existencia de cada individuo. Sobre esta unidad básica de las leyes se configura la pluralidad de las formas de vida. Como comprenderás, tales formas (que abarcan creencias, comportamientos sexuales, aficiones artísticas o deportivas, etc.) nunca pueden justificar las acciones directamente contrarias a la unidad legal que sustenta la democracia. Yo tengo derecho a creer en una religión que prohíbe a las mujeres fumar, votar o conducir vehículos, pero no tengo derecho democrático a impedir que las mujeres que lo deseen fumen, voten o conduzcan. Ni tampoco tengo derecho a crear dentro de la unidad democrática una comunidad especial a la que se pertenezca por obligación (por nacimiento, familia, origen étnico, etc..) y en la cual las mujeres no puedan fumar, votar ni conducir. Es preciso aprender a convivir conelecciones vitales o ideológicas que uno no comparte pero ello no quiere decir tolerar comportamientos que van directamente contra los principios legales de la democracia. Para poder reclamar la protección democrática sobre las propias creencias y forma de vivir es básico aceptar primero la propia democracia (laica, pluralista, defensora de los derechos humanos individuales) como el marco en el que han de encuadrarse las creencias y las formas de vida. O, por decírtelo con las palabras precisas de Luc Ferry, un filósofo francés actual: «La reivindicación del derecho a la diferencia en la democracia deja de ser democrática cuando se prolonga en la exigencia de una diferencia de derechos.» ¿Y la desaprobación? Sin dudar te aseguro que me parece lo más lícitamente democrático del mundo. Tolerar al otro, bueno: pero darle la razón como a los locos, eso ni hablar. Nada más vigorosa y estimulantemente humano que discutir las opiniones del vecino, criticarlas, incluso tomarlas a cachondeo si se tercia. En cuanto leas estas líneas pecadoras seguro que dices: «Pero ¿no hemos quedado en que hay que respetar las opiniones y creencias ajenas?» Pues mire usted que no. Lo que debe ser respetado en todo caso son las personas (y sus derechos civiles), no sus opiniones ni su fe. Ya sé que hay gente que se identifica con sus creencias, que las toman como si fueran parte de su propio cuerpo. Son los que berrean a cada paso: «¡hanherido mis convicciones!», como si les hubieran pisado un pie a posta en el autobús. Ser tan susceptibles es un problema suyo, no de los demás. Estoy de acuerdo en que no es muy cortés llevar la contraria de modo desagradable al prójimo, pero se trata de una cuestión de buena educación y no de un crimen. Lo malo es que quienes se sienten «heridos» en sus convicciones creen por ello tener derecho aherir de verdad en la carne a sus ofensores. Ahí tienes el caso del escritor angloindio Salman Rushdie, condenado a 61

Fernando Savater Política para Amador muerte por fanáticos musulmanes a causa de unas páginas supuestamente blasfemas en uno de sus libros y que debe vivir escondido desde hace años. Hay personas que quieren parecer neutrales y dicen: «Hombre, la condena a muerte es una pasada, pero Rushdie no debía haber herido las creencias de los musulmanes porque esos señores tienen derecho a que se respeten sus doctrinas.» ¡Vaya disparate! ¡Como si «herir» a alguien en sus creencias fuera lo mismo que cortarle el cuello! ¡Como si la norma de buena educación que pide no meterse con lo que cree el prójimo fuese del mismo rango que el derecho a no ser asesinado por verdugos dementes! Sólo dos restricciones imagino al derecho a la libertad de expresión, característico por excelencia de la democracia (los griegos lo llamabanparresía, el hablar franco y sin cortapisas): primero, la abierta incitación al crimen, a la persecución contra las personas o contra sus medios lícitos de vida; segundo, la protección de la intimidad personal de cada ciudadano. Hasta el más público de los individuos tiene derecho a una esfera privada. Y el derecho a la información no justifica vocear las intimidades de nadie, porque no de todo tienen derecho todos a ser informados. Por lo demás, adelante. Parece razonable, empero, someterse a cierta prudencia en el planteamiento de los debates de gran repercusión social. Es el caso, por ejemplo, de la cuestión delaborto. Sin duda es una cuestión muy delicada y los escrúpulos a la

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