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Hannal Pixan


Enviado por   •  16 de Octubre de 2012  •  1.298 Palabras (6 Páginas)  •  509 Visitas

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México prehispánico

No se sabe exactamente su origen, pero el día de muertos se encuentra en los pueblos de México, como una expresión de verdadero fervor por lo mágico, lo histórico y lo maravilloso.

La muerte desde la aparición del hombre sobre la tierra ha generado un culto muy particular. Las culturas prehispánicas concibieron la muerte como una dualidad con la vida.

Los Aztecas tenían dos fechas especiales para recordar a sus muertos: En el mes de agosto dedicado a MICCAILHUITONITLI o "muertecitos" y en noviembre la fiesta de los muertos grandes.

"El señor de los muertos": El origen de las ofrendas esta en el culto que las razas autóctonas rendían a sus muertos, que en el temple ofrecían mazorcas, flores y encendían copal para aromatizar el ambiente y así agradar a los Dioses con quienes residía el espíritu de los difuntos.

Dentro del calendario prehispánico de los grupos Nahuas del altiplano central, había por lo menos seis fiestas dedicadas a los muertos. Entre ellas dos eran las principales del 12 al 31 de julio en que se recordaba a los muertos chicos y los veinte días siguientes (1 al 20 de agosto), se celebraba la fiesta de los muertos grandes, que se caracterizaba por la magnificencia de las ofrendas.

En nuestro país desde tiempo de la cultura preclásica, ( 2,000 años A.C.), igual que los teotihuacanos, toltecas, aztecas, huaxtecos, totonacas, otomíes, puréchas, mixtecos, zapotecos, mayas, etcétera, practicaron el culto a la muerte y sus ritos eran similares.

Concibieron la muerte como una dualidad con la vida y esto lo podemos apreciar en diversas esculturas que existen en la actualidad, como cráneos con la mitad descarnada encontrados en la ciudad de México y en Oaxaca. En figuras pares una encarnada y otra esquelética encontradas en la Huasteca. Representaciones con la muerte sola y de las deidades de la misma en todas las zonas arqueológicas.

La existencia en el mas allá decían, era de acuerdo con la forma de su fallecimiento, no a la conducta observada en vida, por lo tanto no se temía a castigos posteriores a la muerte, no existía el infierno como un sitio de tormento o el pecado para temer a Dios.

Después del deceso, generalmente los ancianos vestían al muerto con papeles de amate o maguey. Le derramaban agua en la cabeza diciéndole, esto es lo que gozaste en la vida. Si su muerte estaba relacionada de alguna forma con el agua lo vestían como Tláloc, Dios de la lluvia. Se les colocaba un jarro con agua para vencer los obstáculos hasta llegar a su destino. Si habían sido personajes importantes le colocaban en la boca una piedra verde llamada Chalchihuitl y si había sido común y corriente, le colocaban una piedra de menos valor. Generalmente incineraban el cadáver, el fuego de la cremación se atizaba al mismo tiempo que se entonaban canciones lúgubres, reducido el cuerpo a cenizas se depositaba en una olla de barro y la enterraban. También quemaban sus pertenencias e instrumentos de trabajo. El entierro se hacía en la casa, en algún templo o en los montes. Se colocaban ofrendas de comida, bebidas, y flores en ese lugar.

Las almas para llegar a su destino final tenían que pasar por diversos sitios que presentaban otras tantas dificultades, para vencerlas, les colocaban a los cadáveres diversos papeles, que les permitían vencer los obstáculos. Esos lugares de paso al mas allá eran: dos sierras que casi se juntan, una serpiente, una lagartija verde (algunos dicen que era un cocodrilo), ocho desiertos, ocho cerros, una zona de vientos helados que cortaban como navajas (por eso les quemaban sus ropas) y por último cruzaban el río Chignahuapan con la ayuda del perro.

Los sacerdotes españoles para Lograr la conversión de los pueblos prehispánicos compararon el Mictlan con el infierno.

El Tlalocan, paraíso de Tláloc, donde reinaba el verano eterno, dónde iban las almas de quienes su muerte de alguna forma se asociaba con el agua, como pulmonía, resfríos, ahogados,

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