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Las miserias del proceso penal FRANCESCO CARNELUTI


Enviado por   •  3 de Marzo de 2020  •  Resúmenes  •  1.682 Palabras (7 Páginas)  •  265 Visitas

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Las miserias del proceso penal

FRANCESCO CARNELUTI

El presente trabajo tiene como finalidad intentar plasmar lo que expuso el autor Francesco Carnelutti en su obra “Las Miserias del Proceso Penal”, en el cual lo que realiza es un análisis de cómo funciona el derecho, especialmente en el Proceso Penal y de cómo la sociedad hace una inadecuada interpretación del mismo.

En su prefacio, lo que el autor pretende es que se haga del proceso penal un motivo de recogimiento en lugar de diversión. Para ello, el mismo, no debe ser confundido con un espectáculo cinematográfico, al cual el público asiste para experimentar emociones, tal como sucedía en la antigua roma cuando la multitud observaba  a los gladiadores combatir en las arenas, o en la actualidad, cuando se acude a la corrida de toros en España.

Según Carnelutti, pocos aspectos afectan tanto como este a la civilidad (la cual no es otra cosa que la capacidad que tienen los hombres de amarse y de vivir en paz), ya que hoy en día, en los procesos penales se toma al hombre como una cosa, y esta es la forma más expresiva de incivilidad. Por lo tanto, para merecer el titulo de hombre civil es necesario que la sociedad invierta esta actitud y comience a decir yo soy como este, y una vez que esto suceda, seremos verdaderamente dignos de la civilidad.

Adentrándonos en la presente obra nos encontramos con ciertas características que son propias de los procesos penales. Una de ellas es la “TOGA” que usan los abogados, jueces y magistrados, la cual, por un lado, alude a la idea de división entre los magistrados y los abogados (que son quienes ejercitan la autoridad), del resto de los civiles, que son aquellos sobre los cuales se ejerce dicha autoridad; y por el otro, alude a una unión entre el magistrado, el acusador y el defensor, los cuales en apariencia están divididos, pero, en realidad, están unidos por el esfuerzo que cada uno realiza para alcanzar la justicia.

Carnelutti a su vez, hace notar el símbolo de solemnidad que ofrece la toga, la cual consagra el espíritu de la profesión, que hoy en día se ha visto desvirtuada por la falta de civilidad de los concurrentes a las audiencias y el morbo de los medios de comunicación.

Desde otra perspectiva dentro del proceso penal, se encuentra una parte fundamental del mismo que es el preso, a quien el autor considera el más pobre de todos los hombres: más que el hambriento, el sediento, el enfermo o el vagabundo, ya que los mismos tienen una carencia de espíritu, que puede ser curada a través de la compasión.

El preso, ante la sociedad, lleva la etiqueta de animal, de “algo” que no pertenece más a la sociedad y, en forma más agravada, de algo que no pertenece más a la humanidad. Se hace a un lado el hecho de que es un ser humano que nació con los mismos derechos y obligaciones que el resto de la sociedad.

Solo cuando ese “algo” es apaciguado y esposado es cuando se convierte en “alguien” nuevamente. ¿Por qué esto debe ser así?, ¿Por qué a las personas que delinquen se las debe dejar de tratar como tales?, ¿Por qué no se las puede tratar como seres humanos que merecen la misma dignidad que cualquier persona?

Es en este momento en el que se logra vislumbrar la esencia de la abogacía como una mano amiga que viene a ayudar al preso, el cual no es un animal irracional o un objeto peligroso, sino una persona con convicciones, defectos y virtudes.

La función del abogado, según el autor, es la de socorrer al cliente, a esa persona que solicita nuestra protección y ayuda. Carnelutti sostiene que la forma elemental de esta ayuda es la alianza entre el imputado y su defensor y que esta, a su vez, es la raíz de la abogacía. La esencia de la abogacía es ser compañero del preso, colocarse a su lado y brindarle la forma esencial de ayuda, que es la amistad, necesidad que procede de su desolación. Cuanto más grande es la desolación, más profunda es la necesidad de amistad.

El abogado es quien se va a poner al lado del imputado y se va a someter al juez.

El juez, siendo finalmente quien tiene el poder sobre el rumbo del proceso penal, es quien tiene la tarea más difícil, porque juzgar al imputado y dictar su veredicto, es decir, decidir si condena o absuelve a otro ser humano, es un peso demasiado grande para una persona. El juez si bien tiene sentimientos e intuiciones, al momento de juzgar, debe ir más allá del fiscal y del defensor, manteniendo una posición alejada y distante, no de las partes, sino de los intereses de ambas (los cuales son opuestos uno del otro).

Carnelutti hace una última reflexión en este capítulo en la que manifiesta que el juez más que conocer el derecho y otras ciencias, debe conocer al hombre, tanto al bueno como al malo, solo de esa manera aprenderá a distinguirlos.

El cometido del proceso penal está en saber si el imputado es inocente o culpable. Para poder hacer esto, es necesario que las partes hagan una reconstrucción de los hechos.

Un hecho es un trozo de historia; y la historia es el camino que recorren, desde el nacimiento hasta la muerte, los hombres y la humanidad. El delito representa una parte de ese camino recorrido, el cual, debe de ser comprobado. Las pruebas son el medio a través del cual se reconstruye la historia.

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