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Los dragones


Enviado por   •  15 de Julio de 2020  •  Apuntes  •  27.042 Palabras (109 Páginas)  •  80 Visitas

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25 de Septiembre de 1066

Stamford Bridge, Inglaterra.

Durante el tiempo que llevamos habitando estas tierras, hemos aprendido a encontrar y a conducir el destino de nuestra gente.  Crecí entre armas, caballos y viajes. Aprendí a montar a caballo  antes a que caminar. A temprana edad, logré conocer muchos lugares a través de los ojos de mi padre. El Hielo formaba parte de mi vida y  El Frio era mi aliado.

"Cada uno de nosotros, tiene que encontrar la naturaleza propia de su ser"

Cuando estas rodeado de  naturaleza fuerte, tienes que tener una  Esencia fuerte  o simplemente perecerás  en el intento.

"Nuestro Destino es Guiado por Nuestro Pensamiento" Siempre debes de tener pensamientos fuertes, tan fuertes, que nuestros enemigos los sientan  y tiemblen  a la distancia.

Ese día, alrededor de mi nave, había más trecientos barcos de guerra, todos listos para zarpar y cumplir con  nuestro destino. A la distancia se podía observar el pendón de la guardia personal de mi Padre, siempre fieles y a sus órdenes.  Al frente de nuestro poderoso ejército, marchaban "grandes osos", guerreros con enormes escudos empuñando pesadas hachas, todos  dispuestos a seguir con nuestro  viaje de conquista.

Una semana antes, habíamos arrasado con la costa norte de  Inglaterra. La llegada de nuestras naves causó pánico entre los pobladores. Jamás habían visto una flota guerrera, de tal envergadura. Cualquier ser que hubiera estado presente en nuestra llegada, habría  salido corriendo despavorido, pidiendo clemencia por su alma.  

Con el desembarque de la primera línea fue más que suficiente, caminamos sobre la arena por encima de sus huesos, en el atardecer se vio el reflejo del   rojo de su sangre, bañando toda la playa.  

Ahora en  este ataque buena parte de nuestro ejército, se encontraba listo para zarpar. Debíamos avanzar  rio abajo, rodeando sus tierras, justo para sorprenderlos 300 millas más adelante. Todo a mí alrededor eran naves de guerra, cargadas de  lobos aullando, esperando la llegada de la luna llena.

El espíritu de lucha de todos nuestros hombres, había inundado todo su Ser. Osos y lobos formaban parte de la naturaleza guerrera de nuestro ejército.  La fuerza de nuestra esencia,  coronaba el alma de cada uno de ellos. El alba estaba despuntando y había que comenzar el viaje, pero hubo algo que hizo que mi espíritu  temblara de incertidumbre por lo que estaba por contemplar.

La nube de polvo que  estaba formándose  era inconfundible, era una señal  de lo que estaba a punto de suceder.

 El ejército contrario estaba apareciendo de manera sorpresiva, debieron de haber viajado de noche y sin descanso para haber cubierto esa distancia en tan pocos días.  La buscada batalla, había iniciado antes de lo planeado. Durante esos momentos  mi mente se desprendió de mi cuerpo, perdí la noción del tiempo,  a partir de ese instante recuerdo vagamente lo sucedido.

A la distancia se observaba el despliegue de las fuerzas enemigas, en esos instantes, pasaron muy cerca de mi cuerpo, grandes bolas de fuego que comenzaron  a caer sobre nuestras naves.  

¿Cómo era posible que nuestros Dioses permitieran esto? Enfrente de mis ojos estaba sucediendo lo impensable,  la caída de nuestro imponente ejército.

Entre fuego y polvo, alcance a observar aquello  que fue el momento más doloroso de mi vida. El pendón de la guardia personal de mi Padre ya no estaba ondeando. Eso era algo imposible. Nuestro amado Rey había sucumbido en la batalla, él al igual que sus fieles guerreros habían tenido la fortuna de terminar su existencia, haciendo lo que su naturaleza les ordenaba. El dolor que sentí en mi pecho fue tan intenso que me hizo doblegarme de forma instantánea.

 Durante varios minutos me quede sin habla. En el piso de la nave escuche el  cuerno de guerra anunciando la retirada, mi agonía fue interrumpida por el emisario que mi Padre había enviado, sólo para entregarme su enorme escudo envuelto en una de sus capas.  

El ruido a mi alrededor era estremecedor, el calor provocado por las bolas de fuego hacia que nuestras naves sucumbieran una a una en ese ataque. Gracias a  la destreza de nuestros hombres logramos salir de ese mar en llamas.

Lo último que puedo recordar de esos momentos, es mi propia imagen, abrazando con toda mi fuerza, aquella capa que me había sido entregada, segundos antes de perder el conocimiento y hundirme en el dolor de la derrota.

Nuestros Dioses detuvieron la salida del sol y guiaron a nuestras almas para abrirnos paso en aquel infierno. Cuando por fin logre ponerme en pie, los hombres a mi alrededor mostraban una mirada perdida, no sabían qué hacer, ni mucho menos hacia dónde dirigirse.

Ninguno se atrevió a decir palabra alguna, pero yo sabía que ellos pensaban, que mi cuerpo había acompañado a mi  Padre cuando me vieron inmóvil en el piso de la nave.

Cuando baje la mirada me di cuenta  que mis ropas estaban manchadas de sangre, sentí una enorme necesidad de  cubrir mi espalda con aquella capa, así que comencé a desenvolver aquello que me habían entregado, y al tener el escudo  al descubierto,  logre observar una pequeña hendidura en su parte interna.  Por un momento pensé que se trataba de una abolladura, pero al observarlo nuevamente, con más detalle, logré darme cuenta que había algo debajo de ese forro.

Sin pensarlo comencé a levantar toda la parte interna de mi escudo, y al  quitar por completo el forro encontré aquello que le dio un nuevo rumbo a mi vida.

¡Este es el Tesoro, que mi Padre siempre había guardado!

Para nuestros enemigos, esa batalla, marcaba el final de nuestra época.  Para mí,  fue el inicio de una nueva vida.  Muchos se apresuraron a decir, que mis días habían terminado con la partida de mi Padre. Pero pocos fueron aquellos que estuvieron presentes en el Exilio del Dragón.

Mi nombre es Princesa María Haraldsdotter, legitima heredera de los Grandes Señores de Hielo, y  este es el inicio  de mi historia...

Londres, 7 julio 1977

Estoy despertando en mi asiento, cuando por la ventana observé, a esos gigantes dándome la bienvenida.

Habían pasado casi cuatro horas después de haber dejado la ciudad de Londres, el autobús de nuestro equipo estaba llegando a la ciudad de Manchester, en ese lugar,  todo estaba lleno de grandes árboles. Los últimos partidos del torneo, estaban por comenzar.

Es  mi último año en esta escuela, tengo que jugar muy bien,  para poder ganar la oportunidad de probarme con un equipo profesional de futbol soccer. Al llegar a la entrada de aquel colegio, volví a sentir mis recuerdos tratando de  salir de mi cabeza.

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