Contaminación río Burgay Asoguez Municipio
Enviado por Cris Peralta Peñaloza • 18 de Marzo de 2022 • Informe • 1.048 Palabras (5 Páginas) • 140 Visitas
¿Quién “diseña” la ciudad? El modelo de desarrollo urbano en varias ciudades latinoamericanas se ha configurado desde el poder del mercado. Bajo el modelo capitalista, esta “ciudad inmobiliaria” se caracteriza por la gentrificación y una fuerte crisis habitacional, alejándose de los principios del urbanismo (Fernández y García, 2014). Es así que, las ciudades se han convertido en ese bien de inversión para la reproducción de experiencias desatando la explosión urbana. Fenómeno que -sin duda- se aleja de toda forma de producción social del hábitat en términos del derecho a una vivienda digna.
En este contexto, es indiscutible remarcar que el mercado de suelo tiene características que lo vuelven específico y muy diferente de otro tipo de dinámica económica. Atado a procesos especulativos y poca transparencia en sus transacciones, el suelo se ha convertido en un monopolio que, a pesar de no ser producto del trabajo del ser humano, adquiere valor como cualquier otro bien o servicio (Pauta, 2015). Entendido como “materia prima básica para el desarrollo de nuestras poblaciones”, las prácticas inmobiliarias han justificado la aberrante transformación de las urbes en la necesidad emergente de construir vivienda (González y Corral, 2007). Por supuesto que ello precisa un problema, pero debe ser abordado desde otra perspectiva.
Conforme datos proporcionados por Diario El Mercurio (2021), la ciudad de Cuenca está en el grupo de las 15 urbes con el mayor costo de suelo para vivienda. Estos datos son avalados por el blog de la plataforma de bienes raíces Properati que define un ranking de barrios y ubica a San Sebastián -un sector histórico de la ciudad- entre los más exclusivos de Latinoamérica, donde vivir requiere una gran inversión. E inclusive, el precio del mercado en comparación al avalúo catastral es 55% más alto (Bojorque, Chuquiguanga, Peralta y Flores, 2020), lo que evidencia una excesiva sobrevaloración de las propiedades.
Según Cordero Cueva (2016), la especulación del suelo urbano se convirtió en “el gran desordenador” de la ciudad, causando contrariedades difíciles de predecir: mientras existe déficit en la dotación de equipamientos e infraestructuras hay zonas que destacan por subutilización de los servicios urbanos; o que, a pesar de la cantidad de terrenos vacantes, existe déficit de 45000 viviendas (Sinchi, 2018). La inflación del valor de la tierra derivó en un modelo de crecimiento caracterizado por “la concentración-dispersión y la competencia de los usos de suelo” (Pauta, 2015). Esta “excesiva especialización funcional” de la ciudad histórica renovó negativamente la urbe apuntando hacia la segregación socioespacial.
La arbitrariedad con la que se enfrentó este problema ocasionó la expulsión de la población residente a la periferia. Sin embargo, la elitización del suelo supera los límites jurisdiccionales hasta otros territorios que se enmarcan en su área metropolitana . Así es que, la vivienda del ciudadano de clase media y baja se localiza cada vez más lejos del centro consolidado estableciendo una lógica de desarrollo contraria a intereses colectivos. Incluso, las políticas del suelo se someten a este mercado, definiendo programas de vivienda muy lejos del límite administrativo (Domínguez, Morejón y Rodas, 2019), ocasionando “déficit urbanos”: asentamientos precarios, falta de servicios básicos, pobreza, deficiente movilidad y transporte, y escasez de espacio público (CEPAL, 2012).
Vale acotar que la situación de la urbe cuencana no es muy diferente a lo que sucede en Europa, respecto a la aparición de segundas residencias y alquileres turísticos (Belil, 2020). Conforme datos de la revista International Living, Cuenca es definida como “el principal destino en todo el mundo para retirarse”, lo que ha derivado en consecuencias positivas en términos económicos y negativas respecto
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