Coronavirus, La gravedad de la enfermedad pandémica

Posiblemente nos pasaremos los siguientes años debatiendo sobre lo acontecido, entre otros motivos, por la poca información que aun hoy poseemos sobre la apisonadora que ha triturado inmisericordemente nuestro estilo de vida.

Las imágenes de los camiones militares llevándose cadáveres de las localidades italianas, las de nuestro personal sanitario protegiéndose con bolsas de basura, las fosas usuales en Nueva York, el "todo va a salir bien" de los murales infantiles, las colas del antojo, o la incredulidad de los ancianos que agonizaban en la más absoluta soledad, nos han despertado de la nebulosa de aparente estabilidad en que hemos vivido, por lo menos en Occidente, en las últimas décadas.

En impacto, durante dichos años, una legión de propagandistas nos ha deslumbrado con sus predicciones de localidades capaces, nano-robots, medicina personalizada, ia (inteligencia artificial), big data, etcétera., que nos proveerían el cobijo y la custodia propia de una guardería. No obstante, en esta hora de la realidad, nos hemos observado forzados a ocupar técnicas propias del medievo, convirtiendo en pesadilla nuestros propios sueños de dominio de la naturaleza.

En específico, el primer apartado lo dedicaremos a la ética de la toma de elecciones en situaciones de triaje; el segundo, a las repercusiones para nuestras propias libertades del acelerado proceso de datificación al que hemos asistido; el tercero, a pensar sobre el papel jugado por la biotecnología en el momento de contrarrestar las propuestas que involucran, tácita o encubiertamente, un darwinismo social; y el último, a la singularidad, o especificidad folclórica, del confinamiento español.

En impacto, si dispusiéramos de esta tecnología, sabríamos quiénes son los asintomáticos, quiénes han superado la patología, etcétera.5 Un batallón de máquinas electrónicos comunicaría a las autoridades en tiempo real nuestra temperatura del cuerpo, nuestras propias rutas, nuestros propios contactos, etcétera.

Empero, sin embargo, y esta vez para bien, esa tecnología tampoco está disponible en dichos instantes, Ya que este es el planeta que nos espera. La tan ansiada inmunidad de rebaño va a sustituirse por la datificación de rebaño, es decir, por la conexión persistente y omnímoda a unas bases de datos centralizadas e insaciables. La recolección, estudio y centralización de la información que producen los seres vivos, a partir de la salud hasta las facetas más íntimas, nos lleva inevitablemente a una distopía tecnológica, contra la que va a ser básicamente imposible luchar.

A partir de esta visión, y vista la vivencia de dichos días, no entendemos qué es más preocupante, si la facilidad con que operadoras telefónicas, bancos y multinacionales de internet se han prestado a facilitar nuestros propios datos a las autoridades, o la docilidad colectiva frente a tamaño despropósito.

En dichos días, el Reglamento de Custodia de Datos de la Alianza Europea fue tácitamente suspendido; y los informes emitidos por los organismos de Europa (European Data Protection Board, 2020; European Union Agency for Importante Rights, 2020; Comisión UE, 2020), con el aceptación tácito del Tribunal de Justicia de la UE, fueron dirigidos a justificar esa suspensión. La nueva regla que nos rige es la siguiente: la soberanía (soberanía sobre los datos particulares de salud) cede ante la solidaridad (el interés de la sociedad por conocer los datos de salud de una persona), continuamente y una vez que se garantice la intimidad y la proporcionalidad, lo cual se lograría por medio de la seudonimización (quien labora con los datos no sabe a quién pertenecen) (Comité de Bioética española, 2020c; Agencia De España de Custodia de Datos, 2020).

Puesto que bien, el legado chino no es el covid-19, sino este, una maldición confuciana. En impacto, a partir de los sucesos de la Plaza de Tiananmen, China se convirtió en el taller que

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