En unibus pluram: Televisión y Narrativa Americana

En unibus pluram: Televisión y Narrativa Americana

Actúen con Naturalidad.

Los narradores son espectadores, acechan y observan porque las situaciones humanas son alimento para los escritores. Los narradores codician la imagen de sí mismos como testigos. Asimismo, los narradores son conscientes de sí mismos, les preocupa la impresión propia que producen en la gente, en los demás. A la mayoría de ellos no les agrada ser el objeto de atención de las personas, no les gusta que los miren, la gran mayoría prefiere limitarse a mirar.

Dos cosas en la televisión, que son apasionantes para los narradores americanos:

• La televisión refleja lo que las personas quieren ver, por tanto, es un espejo. Es un espejo de aquello que es la población americana, por ello, podemos confiar en lo que la televisión expone como normalidad americana. Los escritores pueden confiar en la tv a la hora de escribir narrativa, pues los investigadores tras la ciencia social que posee la televisión determina precisamente lo que los americanos son, quieren y ven; cómo el público quiere verse a sí mismos. Se trata de deseo.
• La televisión es el objeto perfecto y más preciado para aquellos que les encanta observar a la gente, pero odian ser vistos. La pantalla es una válvula de compuerta psíquica; podemos verlos, y ellos no nos ven. Esa es la razón por la que a la gente solitaria le gusta tanto la tv. Así como a los solitarios, a los narradores les encanta la visión de un solo sentido. Sin embargo, siguen ansiando imágenes y escenas, compañía.

Se dice que la televisión nos ha convertido en un país de voyeurs, pero esta práctica se diferencia del “voyeurismo clásico” (modalidad de espionaje en el que la gente no sabe que están siendo observadas, y el observador muchas veces utiliza herramientas para llevarlo a cabo), porque las personas en la tv están al tanto de que existe una masa gigantesca de observadores tras la pantalla. La televisión es actuación y necesita de espectadores. Nosotros somos los espectadores. Los narradores son definitivamente voyeurs por vocación.

Deben hacerse una espléndida orgía de ilusiones de aquello que se mira:

1. Somos voyeurs; y en este contexto, los “espiados” fingen ignorancia, ellos saben perfectamente que estamos viéndolos. Aquello que observamos no lo robamos, nos lo ofrecen.
2. La ilusión.
3. Lo que vemos en pantalla no es gente en situaciones reales.
4. No vemos personajes.
5. No espiamos ni a actores, ni a personas reales; estamos ante ondas electromagnéticas y reacciones químicas dentro de una pantalla.
6. Miramos uno de nuestros muebles, quizá al momento en que lo miramos, los demás dejan de ser visibles, porque contemplamos con mayor atención a la pantalla.

Los actores tras la pantalla son genios absolutos en fingir que nadie los ve.  Actuar ante una cámara de televisión como si nadie mirase, es un arte. Por otro lado, aquellos que no son profesionales, actúan rígidos y paralizados por la timidez. Son poco naturales.

Los actores en la televisión llevan consigo la promesa de la autoconciencia humana. No se preocupan por la impresión que causan, tienen falta de alergia a las miradas ajenas. El público, por otro lado, quienes observamos a ese tipo de personas, las amamos, cuando las miramos, las veneramos. Creamos un tipo de familiaridad y comunidad con los personajes que nos ofrecen.

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