Hacia una gramática de las luchas sociales

      El capitalismo ha explotado los recursos naturales en la región de América Latina a través del modelo neoextractivista, la sobreexplotación de recursos naturales y demás proyectos que han dejado una huella ecológica grave y han afectado violentamente las condiciones de vida de la población, comprometiendo a este espacio público, a ser un espacio privilegiado, con una problemática medioambiental; tema central en el discurso de los movimientos sociales actuales.

     Tales movimientos latinoamericanos actúan mediante formas de acción movilizacional, conforme el discurso de la participación de ‘lo popular’: grupos de condición política y cultural en proceso de lucha, críticos de las reformas neoliberales o imperialistas en otros períodos históricos de la región. Anteriormente estas luchas de clase se habían concebido desde la dimensión plebeya asamblearia “Como herramienta de lucha generalizada de parte de aquellos que no tienen poder, frente a los que tienen poder.” (Svampa, 2010, pág 27). En algunos casos, estos movimientos tuvieron limitantes por el fuerte nacionalismo pero emergieron como parte de esa sociedad excluida, reivindicándose y que se autorepresenta. 

     En el año 2000 hay un cambio en esta gramática con el acrecentamiento de colectivos del movimiento feminista exigiendo sus derechos, de jóvenes y de grupos indígenas que buscan proteger su comunidad de vida; fundamentalmente otras formas alternas a la visión hegemónica de lo que entiende como ‘Desarrollo’. Dichas luchas se encuentran aún en gestión y solo hay posibles escenarios, mientras tanto la realidad es crítica, ¿Hasta qué punto estos colectivos pueden desafiar al modelo político y económico actual? Incluso si los gobiernos latinoamericanos tienen una agenda progresista, estos movimientos abogan por su autonomía, buscando una organización flexible que se ajuste a su necesidades y con un proyecto colectivo propio.

      Dentro de este lenguaje, la tierra y el territorio son parte de la lucha social y recientemente se habla de un ‘giro eco-territorial’, para señalar el vínculo entre la preocupación medioambiental y la matriz comunitaria-indígena en la cual la figura del militante territorial ha evolucionado al activista medioambiental. Esta reapropiación del espacio público ahora demanda la visibilidad  de estos colectivos y pueblos que rechazan las prácticas nocivas que perpetúa el sistema de dominación en el medio ambiente y en su calidad de vida, con un imaginario de construcción de un espacio latinoamericano distinto.

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