Lo superogánico – Kroeber

Lo superogánico – Kroeber

Una de las principales razones de la confusión entre lo biológico y lo cultural recayeron en la ausencia de parámetros establecidos de la cultura para entender sus dimensiones. Por ello, la ocupación que inquieto más a los primeros antropólogos dedicados a la cultura fue la de indagar hasta qué punto esta podría ser el fundamento de las pautas de lineamiento de toda conducta en el contexto social.

La convivencia con el grupo, la adopción de sus costumbres y tradiciones fueron parte de un descubrimiento polémico para su tiempo. El hecho de otorgarles un estatus de igualdad a quienes se consideraba salvaje partió de la evidencia que todo ser humano estructura su mundo en cuanto la acumulación de conocimientos se lo permite en un momento dado. En ese sentido, cabe señalar la afirmación de que ‘el proceso del desarrollo de la civilización es, claramente, de acumulación: lo antiguo se mantiene, a pesar del nacimiento de lo nuevo’ (Kroeber, 1975, p. 49). Es decir, para Kroeber la civilización es un repositorio de descubrimientos, de interacciones y de saberes constituidos dentro de un marco de conveniencia.

Ante ello, el hombre tiene la posibilidad de beneficiarse de esa dinámica acumulativa en la medida que se produzcan nuevos inventos que le permita una flexibilidad en torno a que tanto los saberes como las herramientas contienen un proceso al cual nos podemos remitir en cualquiera de sus etapas siendo esa la gran ventaja que tenemos como especie y que nos posiciona por encima de las demás. Por ello, afirma que ‘esta superioridad psíquica sólo es-una condición indispensable de lo que es peculiarmente humano: la civilización’ (Kroeber, 1975, p. 51).

Al manifestar que en cierta forma es nuestra psiquis al que se llega a trasladar el concepto que hemos moldeado a lo cual llamamos humanidad Kroeber nos advierte que el plano de nuestro reconocimiento del mundo objetivo es un consenso. Atribuimos la dinámica causa-consecuencia a un entendimiento natural y racionalizado de las cosas; no obstante, tanto la lógica como la objetividad son logros de la civilización que no vienen adheridos al hombre por naturaleza.

De ese modo, hay una gran responsabilidad en la civilización de los propios aportes que el hombre vierte en ella. Así, cada logro humano responde a su tiempo y, en consecuencia, estos logros terminan dándose en una suerte de inercia, un camino inevitable al que nos estamos trasladando constantemente. Por ello, se afirma que ‘los hombres extraordinarios de una clase de un período serían sustituibles por aquellos de otro tiempo de la forma indicada’ (Kroeber, 1975, p. 77). A este respecto, Kroeber nos advierte de la idea que la habilidad intelectual se manifiesta en todas las épocas y en todas las sociedades, lo que hace posible su trascendencia es justo el hecho que se encuentren dentro de un contexto indicado en el que sus habilidades son necesarias.

Podemos considerar la habilidad kinestésica como una virtud natural del ser humano, que se ha desarrollado con ciertos fines, probablemente de supervivencia, pero nosotros podemos trasladarlo a fines completamente distintos. Así, podemos hablar de un genio del fútbol como Maradona, definitivamente poseedor de estas habilidades kinestésicas, que solo ha podido resaltar en una sociedad donde se ha tenido que esperar por el desarrollo de un deporte determinado, de una competencia a nivel mundial, involucrando tanto los procesos históricos como la colonización, la globalización y demás agregados que han sido determinantes en la existencia del deporte como tal.

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