¿Por qué necesitamos una Asamblea Constituyente en Chile?

AHORA QUE DESPERTAMOS: QUE EL PUEBLO DECIDA.

Una nueva Constitución para acabar con los abusos, redactada por todos, sin trampas ni imperios.

Por Matías Sagredo Z. Activista Constituyente y fundador de la Red de Estudiantes por una Asamblea Constituyente (2006 – 2017)

Un 21 de octubre de 1980 la Dictadura Militar de Augusto Pinochet promulgó el Decreto Ley número 3464, el cual ha funcionado hasta el día de hoy como la Constitución Política de Chile. El objetivo fue instalar un sistema económico diseñado desde Estados Unidos para satisfacer los intereses del Imperio dominante de la época y extirpar así lo más posible las riquezas de nuestro país. El 30 de Julio de 1989 esa Constitución fue modificada para asegurar que ningún gobierno posterior a Pinochet pudiera cambiarla, esto a través de un acuerdo secreto entre la Junta Militar y la Concertación de Partidos por la Democracia, todo siempre diseñado y supervisado desde Estados Unidos. Desde entonces hasta hoy han pasado 30 años en que se ha aplicado sin interrupción “el itinerario constitucional trazado”, como dijera el dictador. Sin embargo, actualmente las condiciones nacionales e internacionales han cambiado.

En 2006 resurgió la demanda por una Asamblea Constituyente, olvidada en 1990 con el primer gobierno post dictadura. Grupos de activistas, especialmente estudiantes, comenzaron a levantar esta bandera con el fin de refundar nuestro país democráticamente, entendiendo que los grandes abusos existentes estaban establecidos y resguardados en la Constitución, por lo que sin una transformación constitucional no era posible cambiar nada. El año 2011, al fin, se logró que la demanda constituyente fuera aceptada por la mayoría de los movimientos sociales y de ahí para adelante fue teniendo cada vez mayor aceptación social, llegando a convertirse en la demanda principal de diversas organizaciones sociales del país y por ende en la promesa electoral de la mayoría de los candidatos presidenciales.

Sin embargo, el avance progresivo de la idea sufriría un revés luego que muy solapadamente se nos engañara con un nuevo fraude en 2017: el falso proceso constituyente de Bachelet. La entonces presidenta para ganar las elecciones prometió un proceso constituyente,  el cual lógicamente no llegó a ser tal y se quedó solo en un escuálido proceso de consulta social sobre temáticas constitucionales. Luego de esto la demanda quedó dormida por un tiempo… hasta hoy.

El pasado lunes 14 de octubre los estudiantes nuevamente encendieron la hoguera. Con un movimiento de “evasión masiva” del pasaje del Metro de Santiago, despertaron en la gente una imparable descarga de descontento social, acumulada durante cuarenta y seis años de abuso ininterrumpido. Esto creció a magnitudes nunca vistas, con una explosión social en todo el país que ni las fuerzas armadas con toque de queda han podido controlar, haciendo despertar sorprendentemente una idea generalizada en el país: “la necesidad de construir un nuevo Pacto Social”. Esa idea hoy se repite en todas partes.

¿Qué significa construir un nuevo Pacto Social? ¿Es acaso que debe reunirse un grupito del gobierno con otro de la oposición y acordar los cambios que requiere el país? ¿Es que solo deben reunirse las organizaciones sociales o gremiales para decidir los cambios necesarios? ¿es una instancia donde exclusivamente los movimientos de izquierda instalan sus demandas? O ¿es que como su nombre lo dice es un pacto entre toda la sociedad? Pues bien claramente es lo último.

Pero ¿Cómo se logra esto? ¿Cómo se involucra a toda una sociedad de manera directa y sin trampas? No es fácil responder esta pregunta cuando somos el único país del continente, y de gran parte del mundo, que nunca ha tenido una Asamblea Constituyente. ¡Así es!, somos el único país que nunca ha convocado a un Proceso Constituyente democrático. Pues entonces ¿cómo lo hacemos?

...