Resúmen Prácticas de A.T
Enviado por Pame Segovia • 3 de Julio de 2019 • Resumen • 6.681 Palabras (27 Páginas) • 298 Visitas
Resumen Prácticas de AT
Indiana Vallejos: categoría de normalidad.
Es recién a partir del S.XIX cuando normalidad se constituye como un concepto significativo respecto de lo mismo y lo otro, y que incluye bajo este concepto a grupos cada vez más numerosos de los que pueden ser agrupados como “el resto” de los que no somos nosotros. Hablamos de un “resto” que comprende a locos, pobres, rebeldes, ciegos, sordos, poco inteligentes y otros que será inventados y construidos con el avance económico y la división en clases sociales. Esto inició con las prácticas de control del habla y la conducta de las personas y se ha ido modificando y poniendo énfasis en las víctimas de una economía injusta y de privación, ya no señala exclusivamente a individuos sino a grupos poblacionales. “Normalidad – Anormalidad” emerge en el contexto de la modernidad, buscando ordenar y tornar previsibles, dóciles y útiles a los sujetos; y que ha sido posible a partir de tres estrategias complementarias: la constitución discursiva del concepto anormal, la medicalización de la sociedad y la moralización de la sociedad.
La constitución discursiva de la normalidad
Anormal: Que no responde a la norma en cuestiones de pensamientos y conductas. Normal- anormal se inscribe en el desarrollo de la forma disciplinaria del poder. El dominio se sostiene de dispositivos y aparatos que producen un determinado tipo de sujetos, que dan forma al terreno social. Instalando en la sociedad que lo anormal debe ser controlado, corregido o castigado por intervenciones específicas. Foucault sostiene que el anormal se constituye como un dominio específico a partir de la síntesis de tres personajes: el monstruo humano, el individuo a corregir y el onanista. Síntesis que perdura aún hoy en el sentido de que todo aquel señalado como loco, delincuente, discapacitado, gay o pobre, entre otras anormalidades posibles, evoca, en alguna medida, imágenes de alguna de estas tres figuras. Sin embargo, la figura del anormal (surgida de esa síntesis) debió ser positivizada, en el sentido de posibilitar la producción de sujetos normales, dóciles y útiles a los nuevos requerimientos de la producción fabril, instalándose como una normalidad deseada. En ese tránsito a lo positivo, el Otro fue convencido de que está mal se lo que es, fue persuadido para que deje de ser, fue manipulado minuciosamente para ir en pos de la pertenencia a lo mismo. Un proceso que, a la vez que naturalizó la normalización, instaló al Otro como anormal.
La perspectiva positivista: los aportes sociológicos y estadísticos.
En la producción sociológica de Comte y Durkheim, el análisis de lo normal y lo patológico adquiere una posición central. Estos autores instalan la noción de lo normal como contracara positiva de lo patológico, y por lo tanto asimilado a lo sano. Sin embargo, no se establece ningún tipo de criterio para decidir qué es lo que debe entenderse por normal, y se limita a igualar lo normal con lo “natural” y lo “fisiológico”. Lo normal se reduce entonces a “naturaleza” o a “armonía” y consecuentemente lo anormal a “desvío” de la naturaleza o a desarmonía. Durkheim considera a la normalidad como un hecho social que, en tanto tal, cumple dos condiciones: a- consiste en maneras de obrar, pensar y sentir, exteriores al individuo, es decir, tiene existencia objetiva e independientemente de ellos y b- posee capacidad coercitiva sobre las conciencias individuales, las que no pueden escapar a esa coacción. A diferencia de Comte, ya no se refiere a la sociedad como una totalidad armónica y unificada en la que lo normal es lo antinatural, sino que considera la “pluralidad” propia de las especies de las poblaciones. Además de variar las normas de salud para un individuo “salvaje” y otro “civilizado”, también se producen variaciones que se manifiestan regularmente en todas las especies y están referidas a la edad. Durkheim solo plantea que la normalidad es independiente de cada individuo que este no tiene el poder de cambiar las expectativas y creencias del colectivo en torno a su definición. La sociedad no define explícitamente qué entiende por normalidad, sino que se explica mediante el planteo de cuáles son “las desviaciones de la norma” para plantar quiénes sería los que no cumplen las normas y cuáles deberían ser sus sanciones. En cuanto a los aportes de la estadística podemos destacar la validez de sus “mediciones” de los hechos sociales, de modo tal que sus resultados no son pensados como opiniones o formulaciones teóricas, estéticas, morales y/o políticas, sino como descripciones objetivas de los hechos dados. En ese sentido, un individuo es un valor que puede ser considerado normal por la ubicación que tiene dentro de un intervalo, donde están la mayoría de las observaciones realizadas. Este intervalo se grafica en lo que se denomina “Curva de Bell” o “Campana de Gauss” que comprende, por ejemplo, al 95% de las personas de ese universo, estableciendo los ‘umbrales de normalidad’ y la noción de ‘desvío’. Esta explicación está presente en las actuales representaciones de la normalidad que se nombre como “lo común, lo de la mayoría, lo más frecuente, lo acostumbrado, etc.”. La normalidad es un valor y la desviación anormal es un disvalor.
La medicalización y la moralización de la sociedad
La constitución discursiva de normalidad se produce a la par de la aparición del concepto de cuerpo y de población: el cuerpo es una realidad bio-política. El cuerpo puede y debe ser normal; y la medicina a raíz de esto se transforma en una ciencia de la normalidad. El médico comienza a constituirse en u agente central no sólo en el control de las enfermedades, sino en la producción de individuos sanos, desde su trabajo en la salud pública (salud del cuerpo individual y del cuerpo social). El profesional de la medicina se convierte en experto consejero familiar, que instala prescripciones morales y médicas en torno a la organización de lo cotidiano. La estadística viene a colaborar en las políticas de control de la salud de las poblaciones a través de la medición de la natalidad, mortalidad y morbilidad (cantidad de personas que enferman), basándose en los registros institucionales de los hospitales. El médico no solo controlaba estos aspectos sino que también organizaba el espacio, desde la normalidad y la instalación de dispositivos de normalización para controlar a aquellos “desviados” de lo normal, y mantener la “higiene” pública a través del aislamiento de estos desviados. También surge la medicina laboral que viene a dar cuenta de la preocupación por la peligrosidad de pobres y trabajadores y nuevamente la administración del espacio con la inclusión de los pobres a tales dispositivos de normalización, por ser considerados improductivos y estorbo para los que sí eran productivos. La estrategia de moralización se funda en cuatro tácticas principales y complementarias entre sí: 1- la constitución de hábitos de ahorro y de consumo. 2- la generalización de la obligatoriedad escolar. 3- la aparición del manicomio y la prisión, como reafirmante del control social y 4- la construcción de la familia y la infancia normal.
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