SOCIOLOGÍA DE LAS REVOLUCIONES

SOCIOLOGÍA DE LAS REVOLUCIONES

Lineth Santana Martínez

Reporte 2

A la sociología de las revoluciones no le basta con distinguir los fenómenos revolucionarios de los otros movimientos sociales, y luego tratar de conferirles una inteligibilidad propia, comparándolos unos con los otros para extraer esquemas de explicación susceptibles de acrecentar el conocimiento del inmenso dominio de los cambios mentales y sociales, tiene que asignar a las revoluciones, una razón, una ley, en el sentido en que Montesquieu entendía la palabra; una significación comunicable. El problema de la jerarquía propiamente filosófica de la sociología de las revoluciones no puede ser apartado, ni tratado como cosa separada de la figura del propio sociólogo de las revoluciones.

La revolución se capta en su naturaleza, más allá del tiempo, en lo inmediato, que no la constituye aún, y en la duración, que se le escapa. Esa "trastemporalidad" (Merleau-Ponty) de la revolución le otorga, con relación a las categorías clásicas de la historia, una carencia de la historicidad que, en rigor, puede establecer ella misma su sociología, y darle jerarquía científica. La revolución se sitúa en la duración, espacio temporal de la inmanencia: de ese modo se hace posible no confundir una insurrección prolongada con una revolución, por breve que ésta sea. Podría parecer que el primer mandamiento de la sociología es el de no ofrecer sacrificios a los mitos antes de constituirlos en objetos de estudio. Las revoluciones ocuparon sobre todo el espíritu de los teóricos políticos y de los psicólogos sociales; no resulta inútil esquematizar los principales enfoques por medio de los cuales, en especial desde hace un siglo, se ha procurado que los fenómenos revolucionarios entregaran su contenido y sus leyes. La historia revolucionaria se mantiene apegada en lo esencial a un acontecimiento: la Revolución llamada "francesa" (1789-1799), y continúa dividiéndose en dos escuelas irreconciliables: la de Thiers y la revolución "infalible" y "generosa"; la de Michelet y la revolución frágil y dolorosa.

CAPÍTULO PRIMERO

EL PROYECTO REVOLUCIONARIO

La revolución no se encuentra necesariamente relacionada con la pobreza o la miseria. Esta comprobación, a menudo omitida por los propagandistas con mayor tendencia a las referencias ideológicas que a la observación de la realidad, parece encontrar su ilustración en todas las sociedades contemporáneas, sean cuales fueren sus respectivos planos de desarrollo. Las sociedades industriales, para comenzar por ellas, tienen sus "marginales": vagabundos, mendigos, subproletarios de las villas miseria, que no parecen movidos por un sentimiento de rebelión, respecto del orden dominante, que pueda fundar en ellos un proyecto revolucionario. La misma comprobación parece regir para las más miserables masas campesinas y urbanas de Asia, África y América latina, es decir, para la mayor parte de las poblaciones de los países subdesarrollados. Esta comparación debe conducir, por su generalización misma, a proponer una distinción elemental entre dos planos de pobreza en sus relaciones con lo que la sociología puede caracterizar como proyectos colectivos.

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