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Si yo volviera a nacer, volvería a ser periodista


Enviado por   •  7 de Febrero de 2017  •  Reseña  •  1.778 Palabras (8 Páginas)  •  269 Visitas

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“Si yo volviera a nacer, volvería a ser periodista”[1]

Periodista por casi 20 años, Santiago Leiva es un nombre conocido no solo por su trayectoria, sino por ser un caso único en el país: ha perdido la mitad de su rostro por el cáncer. Determinado a que eso no fuera su punto y final, su vida se convirtió en un ejemplo de perseverancia y superación, que demuestra que existe la luz y esperanza incluso en la más densa oscuridad.

[pic 1] “Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles”. Al menos, eso fue lo que alguna vez dijo el escritor francés Ernest Renan en el siglo XIX. Sin embargo, que sean palabras ciertas no significa que duela menos cuando la vida golpea de una forma inusualmente cruel y, ciertamente, no significan que sea fácil distinguir los frutos que crecen ante la adversidad.

Santiago Leiva pueda que entienda mejor que nadie lo anterior. Y es que él, de entre todas las personas, sabe lo que es vivir con la oscura sombra de la muerte y adversidad por la espalda, siempre cerca como una vieja conocida. Es imposible ser capaz de imaginar estar en sus zapatos aunque sea por un momento.

Y sin embargo la persona que se paró en el escenario de la Magna B de la Universidad Don Bosco un viernes 11 de marzo del 2016 no luce como una persona derrotada, sino más bien como un luchador, aunque uno muy casual con sus pantalones caqui, camisa de Jimmy Hendrix y chaqueta. Usa lentes, que no impiden notar su mirada atenta recorriendo a las personas que están allí para conversar con él; y una mascarilla, que extrañamente no opaca su voz. El reloj marca las 9:0o, y es entonces cuando Santiago,  periodista y sobreviviente de un agresivo cáncer que le costó la mitad de su rostro, comienza a develar su historia.

Oriundo de Suchitoto, nació un 25 de julio de 1972 en el seno de una familia conformada por un padre que los abandonó al nacer, una madre que lo sacrificó todo para sacar adelante a sus cinco hijos, de entre los cuales Santiago es el meno de todos sus hermanosr. Su infancia se desarrolló en el cantón El Corrosal, a las orillas del lago Suchitlán.

Su familia era pobre, pero feliz. Sus días se dividían entre las constantes visitas al lago Suchitlán, su área de juegos predilecta, y en ayudar a su madre en la milpa cuando ya tuvo la edad suficiente para desgranar maíz. Durante 8 años, esa fue la constante de su vida, hasta que estalló el conflicto armado.

El asesinato de los vecinos obligó a su familia a salir de allí; en el camino, la traición por parte de uno de sus conocidos le hizo ser testigo de primera mano del asesinato de su hermano mayor. Tenía solo 20 años.

Vivió en diversos refugios y con distintos bandos a lo largo del tiempo que el conflicto duró. Primero como acogido en los refugios de la Cruz Verde y guerrilla y en otras como prisionero en el penal de Suchitoto por órdenes de la Fuerza Armada, pero terminó en última instancia en Santa Tecla, concretamente a la comunidad La Cruz, desde el 83 hasta el 87. Irónicamente, el mismo Santiago reconoce que de no haber sido por el conflicto muy probablemente hubiese acabado campesino toda su vida, con cuma y sombrero en mano de camino a la milpa. Ir a la ciudad simplemente expandió sus horizontes.

No aprendió a leer y escribir sino hasta los 10 años y posteriormente estudió bachillerato con opción en Contaduría. No fue fácil: para costear sus estudios trabajó en una pizzería, y posteriormente, como albañil. De ahí que su hermano quisiera que fuese ingeniero civil…pero el destino tenía otras cosas en mente. Para 1992, ingresa a la Universidad Tecnológica en la carrera de periodismo.

No fue amor a primera vista, eso vino hasta después; siendo realista, su sueño era ser un DJ y programar música en un quiosco, sin parar. Lo tenía todo...excepto los recursos y la actitud para ello. De ahí que quedara solo como un sueño.

Su incursión al periodismo comenzó en su tercer ciclo universitario, cuando recibe clases de Francisco Valencia, director del diario Co-Latino. Inició cubriendo las homilías de Monseñor y  posteriormente, fue haciéndose su lugar en dicho periódico hasta que en 1998, el año de su graduación, fue contratado oficialmente.

Si debe definirse el estilo de Santiago, la crónica tendría un lugar especial; reconoce que es su género favorito porque involucra usar la imaginación y no es tan cerrada como la noticia, eso es lo que marca la diferencia. Su fuerte y favorita fue la crónica deportiva, aunque la verdad es que él puede hacer de todo.

En su carrera periodística ha escrito para diferentes periódicos impresos, como el diario co-Latino, El Gráfico como cronista deportivo y  La Prensa Gráfica. Fue forjándose un nombre en el medio, lo que le valió la oportunidad de cubrir notas nacionales e internacionales. Pero su trabajo no estuvo exento de sacrificios: jornadas de 8 horas que se volvieron de 24, la falta de tiempo junto a sus hijos y su familia en general, el cansancio y la presión del medio; pero su pasión por el periodismo era muy grande, por lo que a su manera lograba equilibrar todo.

Pero 1998 no solo fue su año de incursión: también el de su primera intervención quirúrgica.

Su historia con la enfermedad se remonta a cuando tenía 13 años y su madre le llevó al hospital por una “pelotas” en su rostro, en ese entonces solamente le inyectaron. En 1998, le removieron una la más grande pero los doctores decidieron dejar el resto. Este quizás  fue el hecho que marcó la diferencia pues años más tarde, cuando el problema se complicó le aseguraron que de habérselas quitado la pérdida no hubiese sido tan radical.

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