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La fuerza vital.


Enviado por   •  28 de Febrero de 2016  •  Biografía  •  1.344 Palabras (6 Páginas)  •  177 Visitas

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La fuerza vital

Mi nombre es Camilo Andrés Zapata Williams, nací en Bogotá D.C., tengo 16 años de edad, nací en una familia con una orientación católica apostólica muy marcada. Esto influyo bastante en un poco más de la mitad de mi vida, ya que en este tiempo para mí era bastante placentero escuchar y leer “la palabra del señor”, ir a la iglesia, rezar el rosario, orarle a Dios siempre y cuando estuviera acompañado de la persona que realmente me llenaba de fuerza y fe día a día de mi vida, mi mamá.

Cuando tenía aproximadamente 12-13 años, que es el comienzo de la adolescencia, como todo hijo con su madre comienza a tener problemas y discusiones por situaciones muy “bobas”. Al momento de ir a la iglesia, de leer la Biblia, de orarle a Dios e intentar rezar por convicción comencé a sentir que hacer todo esto sin la compañía de mi madre me quitaba toda la fe y el fervor hacia esta religión hasta que llegó un punto en el que decidí alejarme de esta religión para comenzar a considerarme ateo (Que niega la existencia de Dios). Enfrentar una etapa tan complicada como lo es la adolescencia sin tener un punto de fe y  fuerza puede resultar con pésimos resultados en la formación del adolecente, y teniendo en cuenta que en esta etapa por lo general se decide el futuro de cada persona, es muy fácil que se pierda el rumbo de vida de los jóvenes por carecer de fuerza, por suerte a pesar de las peleas y discusiones con mi madre, ella en su infinita bondad hacia mí, estuvo muy al tanto de los pasos que iba dando a medida del tiempo. Cansado de la carencia de fuerza y fe en algo, conocí una persona cercana a mi familia la cual disfrutaba la vida con tal alegría y emoción que llegue a envidiarle, así que en una de las muchas reuniones de mí familia en las que ella estuvo presente me atreví a preguntarle cuál era su secreto para ser tan feliz, a lo que ella me respondió que la clave de todo está en la compañía de Dios en su corazón, cuando me dijo esto yo quede desconcertado y sin poder comprender como podía creer ella en algo que ni siquiera veía. En otra de las reuniones familiares a las que esta persona asistió llevaba un gorra con el símbolo de una iglesia cristiana que yo distinguía, al ver esta gorra procedí a preguntarle que si era cristiana y que si asistía a esta iglesia, a lo que me respondió con gran ternura y una sonrisa de “oreja a oreja” sí. Al finalizar la reunión esta persona me invitó a hacer parte de la iglesia a la cual ella asistía, a lo que yo le acepte la invitación con mucha indiferencia, pues la verdad no me emocionaba la idea de ir a gastar todo un domingo en una iglesia en vez de pasármela jugando videojuegos, viendo televisión o escuchando música.

Pasaban los días de la semana en la que al finalizarla asistiría por primera vez a una iglesia cristiana, y a medida que los días pasaban por alguna extraña razón, mi emoción e ilusión aumentaba simultáneamente con el paso del tiempo y los días, luego descubrí que esta emoción provenía de mi ilusión de volver a tener un punto de fuerza para así afrontar de una mejor manera mis problemas. Llego el gran día de ir a la iglesia, estaba con una emotividad a tope y sobre todo con gran disposición para disfrutar de la religión cristiana y sobre todo de mi vida. Ese día esta persona me recogió a las 7 de la mañana, al salir desayunamos rápidamente en una panadería y luego tomamos un bus con ruta por la avenida suba, yo vivía en ese momento cerca al portal 80. Cuando ingresamos a la iglesia nos separaron y a mí me organizaron con un grupo de chicos de mi misma edad, eran más o menos 30 jóvenes, rápidamente note que la mitad de ellos tenían actitud antipática y la otra mitad una actitud bastante enérgica. Ya todos estábamos organizados y sentados en los puestos, de repente entra una muchacha con una chaqueta con el logo de la iglesia y nos saluda enérgicamente “Hola chicos, ¿Cómo están?”, supuse que era la instructora de lo que parecía una clase de colegio, yo me quede callado, la verdad por alguna razón esta muchacha aunque llego con la mejor actitud no me inspiro confianza, no significa que no le respondí a su saludo por esta razón, simplemente me concentre en ver de qué manera era el actuar de los otro jóvenes que compartían salón con migo, todos respondieron casi sinfónicamente y en coro “muy bien, gracias”, bueno casi todos ya que un chico estaba escuchando música con sus audífonos y creo que ni se había dado cuenta de la llegada de la instructora de la clase. Pasaba el tiempo en el salón, y cada vez me sentía en una clase de religión en mi colegio, ya que estaba prácticamente leyéndonos la Biblia de una manera un poco más didáctica pero finalmente no pasaba de la lectura de la Biblia. Termino la clase y procedí a salir rápidamente, estaba decepcionado de nuevo y peor aún, no conseguí el punto de fuerza que tanto espere encontrar en esta iglesia, al encontrarme con la persona que me había llevado, me hizo las preguntas más obvias para hacer en estos casos, “¿Qué tal te pareció?, ¿Te gustó?”, le respondí “la verdad no, me aburrí, me sentí en una clase de religión, no quiero sonar grosero pero sinceramente no quiero volver”, esta  persona quedo tan desconcertada que no volvió a decir palabra en lo que me regreso a la casa, cuando llegamos a la casa me dijo “chao Cami, nos vemos luego”. Lo único que pensé cuando se fue, es “¿Cómo puede ser tan feliz escuchando una y otra vez la misma historia?”.

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