Los tres grandes de Francia
Enviado por Oboe Mendez • 5 de Agosto de 2021 • Resumen • 10.401 Palabras (42 Páginas) • 168 Visitas
RESUMEN
LOS TRES GRANDES DE FRANCIA
Los tres directores franceses más importantes del siglo XIX fueron Jules Pasdeloup, Edouard Colonne y Charles Lamoureux. Fueron los úncos tres directores franceses contemporáneos que impresionaron profundamente. Pasdeloup fue muy importante porque presentó en Francia mucha música nuevo. Su verdadero amor era para la escuela austroalemana, sobre todo Haydn, Mozart, Beethoven, Schumann y Wagner. En 1851 fundó la Société des Jeunes Arttistes du Conservatoire, y dirigió el primer concierto de este grupo el 20 de febrero. Se afirma que se orientó hacia la dirección porque había fracasado totalmente como compositor. Era importante, pero no gozaba del respeto de la comunidad musical. No era un director muy bueno. Echó a perder las Variaciones sinfónicas de Franck a causa de su incapacidad para dirigir la última parte y sus defectos evidentes provocaron un escándalo público. Bizet se estremeció cuando llegó a conocerle: “Pasdeloup está ensayando una de mis sinfonías. ¿Qué músico más terrible!”. El compositor Ernest Reyes tampoco le respetaba mucho. Cierta vez comentó sarcásticamente: “Qué bien dirige su orquesta a Pasdeloup.” Tenía una verborrea violenta y cuyo método para enfrentarse a los compositores era: “Si usted cree que puede hacerlo mejor, ocupe mi lugar y yo ocuparé el suyo”. En 1860 Pasdeloup dirigió la Sinfonía en la menor de Saint-Saëns y el compositor se lo agradeció. La amable respuesta de Pasdeloup fue característica: “ La ejecuté sólo porque me agradó y ciertamente no porque deseara complacerle. No deseo su agradecimiento”.
Colonne, que había iniciado su carrera profesional como músico de la orquesta de Pasdeloup, tenía mucho más talento. Era violinista. Es sorprendente cuántos directores franceses comenzacon como músicos de instrumentos de cuerda, del mismo modo que la mayoría de los directores alemanes empezaron como pianistas. Colonne interpretó un considerable caudal de música de cámara, además de tocar en orquestas, antes de abandonar todo eso por la batuta. En sus primeros tiempos realizó la experiencia de la dirección en Estados Unidos. Vincent d’Indy, que estaba a cargo del coro, renegó contra el modo en que Colonne arruinó la partitura de Franck: La orquesta era execrable; era dificultoso seguir el acompañamiento de las partes vocales - ¿si en efecto uno podía llegar a eso! - . Pero la culpa correspondía al director, un hombre desprovisto totalmente de experiencia. De 1891 a 1893 también dirigió en la Ópera, donde presentó la primera representación de La walquiria en Francia. Los músicos opinaban que Colonne estaba lejos de ser un técnico experto. Perre Monteux, que tuvo muchas oportunidades de verle actuar, decía que Colonne er una persona desagradable y un excelente músico, “pero yo no podía admirar la mecánica de su dirección; tenía el brazo pesado, carecía de la flexibiñidad natural del director nato para expresar al conjunto cada fase de la música. No tenía facilidad con los brazos y las manos”. Pero al mismo tiempo los músicos coincidían en que Colonne tenía fuego y temperamento. Philip Hale, el eminente crítico de música norteamericano, cierta vez comparó a los dos mejores directores francieses contemporáneos. “Cuando era estudiante en París escuché los conciertos dirigidos por Colonne y Lamoureux. Las actuaciones de Lamoureux tenían un acabado más perfecto; había un sentido más refinado de la poporción en los detalles más menudos; pero generalmente dejaban frío al oyente. Colonne encendía la sangre. Cuando se preguntó a Saint-Saëns a cuál de los dos prefería, respondio: `A ambos. Lamoureux es más preciso; es más frio. Colonne es mas elástico, más inspirado`”.
Lamoureux era el verdadero técnico en este grupo de tres hombres y su orquesta exhibía una claridad y una precisión desconocidas entonces en Francia. Sus “Concerts Lamoureux” comenzaron en 1881, y los programas tenían un carácter vanguardista. Era más exhibisionista que Pasdeloup o Colonne. Incluso llegó más lejos que Colonne en su condición de director-empresario. Fanático de la entonación, Lamoureux obligaba a cada músico de un instrumento de cuerda a acudir a su habitación y afinar con su propio diapasón.
Lamoureux falleció en 1899 y le sucedío su yerno, Camille Chevillard, que se convirtió en uno de los primeros directores franceses que investigó la música rusa. Chevillard también dirigió el estreno mundial de La Mer de Debussy y continuó la tradición familiar, con sus expresiones ásperas y su arrogancia. Désiré Inghelbrecht, el excelente director francés, conocía bien a Chevillard y sugiere que, tras su fiera fachada, había un hombre bondadoso e incluso tímido, que usaba un sombrero hongo hundido hasta las cejas para disimular su escasa vista y la morada inquisitiva. Debussy no confiaba en absoluto en él y se quejó a Inghelbrecht de que Chevillard era insensible y padecía un excesivo nñumero de limitaciones.
Arthur Nikisch
En el mundo de la música, uno de los hechos más significativos de la historia sucedió en 1877. Thomas Alva Edison inventó el fonógrafo. Las máquinas de Edison fueron incluso llevadas en 1891 al nuevo Carnegie Hall y se obtuvieron algunas partes en las que Bülow dirigía la Sinfonía Heroica, “en estéreo”. Cuatro máquinas fueron dispuestas en distintos lugares de la sala. La mayoría de las primeras grabaciones importantes son vocales, si bien los pianistas comenzaron a grabar alrededor de 1900. Los violinistas aparecieron en escena alrededor de 1905, con Joachim y Sarasate, seguidos poco después por Ysaye, Kreisler y otros. Las grabaciones orquestales originaban más problemas y llegaron más tarde. La difusión del pabellón no podía servir en el caso de muchos músicos. Así, antes de las grabaciones eléctricas de 1925, la mayoría de los discos orquestales correspondían a grupos formados por unos veinte músicos, que podían llegar a cuarenta mas o menos.
Alrededor de 1923 se originó un gran escándalo, desencadenado por la nueva revista Gramophone, de Londres, acerca de la mutilación de la gran música. El escándalo fue tan grave que las compañías discográficas prestaron atención, y los resultados fueron una primera Sinfonía comprea de Brahms por Wengartner, una cCuarta de Beethoven dirigida por Landon Ronald, y una Fantástica de Berlioz dirigida por la Orquesta Pasdeloup bajo la dirección de Rhené-Baton. En Alemania, alrededor de 1924. Oscar Fried y la Filarmónia de Berlín fueron los responsables de una Segunda Sinfonía completa de Mahler en veintidós caras. Los catálogos acústicos son mucho más ricos en grabaciones sinfónicas de lo que se cree generalmente. Pero fueron borradas del mapa por las grabaciones eléctricas. En 1920 las ingenieros colgaron un micrófono en la abadía de Westminster durante las ceremonas del Soldado Desconocido. Parece qu ésta fue la primera grabación eléctrica vendida comercialmente, si bien no apareció con un rótilo comercial, y la operación estuvo a cargo del deán de Westminster. El sistema usado en la ocasión fue creado en Estados Unidos por los Bell Telephone Laboratories y realizaba experimentos con sonidos en circuitos largos, en vista de la necesidad de obtener una gama cíclica que el teléfono pudiese utilizar. Mucho antes de la incorporación del sonido al cine por lo menos una compañía cinematográfica estaba introduciéndose en el ámbito musical. Durante muchos años Nikish reflexionó aceca del topò de hombres que tocaban para él. Llegó a la conclusión que la psiquis de un músico dependía del tipo de instrumento que tocaba. Sostuvo que como grupo los clarinetistas tienden a ser sentimentales, de mdo que es necesario tratarlos con infinita suavidad. Los violistas u otros ejecutantes de instrumentos de bronce superiores son personas serenas y de buen carácter. Por lo tanto, con ellos un trato humorístico o incluso levemente tosco es el mas eficaz. Los oboístas y los fagotistas son distintos. Tienen que soplar por un conducto estrecho de tal modo que almacenan en el pecho gran cantidad de aire, y lo liberan cautelosa y gradualmente. De este modo, la sangre sube al cerebro y les provoca tal nerviosismo que es necesario abordar a este gente sólo con el máximo tacto. Era un hombre de cuerpo menudo, la barba pintiaguda y pulcramente recortada, un elegante que agitaba un enorme mechón de cabello incluso antes de que Paderewski surcase los cielos con su aureola, un hombre que gustaba de las camisas a medida con enormes cuellos y puños y que parecían ejercer con frecuencia en relación con Nikisch y los músicos de Europa y Estados Unidos solían comentar que “ se sentían distintos” cuando Nikisch dirigía. Mas tarde Neumann, recibió un telegrama del Intendente de la ópera: “ Orquesta rehúsa tocar bajo Nikisch. Demasiado joven. ¿Qué debo hacer?”. Neumann contestó con un telegrama que ordenaba un ensayo, con instrucciones en el sentido de que los miembros de la orquesta podían presentar su renuncia si no les agradaba el directo. Por supuesto, no hubo renuncias. Nikisch alcanzó algunos de sus efectos desarrollando un nuevo tipo de técnica con la batuta. Probablemente fue el primero que guío la batuta con los dedos y la muñeca más que con el puño y el brazo. De este modo tuvo un compás más flexible y mayor sutileza expresiva. No hubo otro director que pudiese obtener un sonido igual de una orquesta. Nikisch siempre usaba un compás minísculo, casi invisible. Cuando se necesitaba acentuar un poco u obtener otro efecto, indicaba sus deseos con un leve movimiento de la batuta. Los músicos de la orquesta juraban que Nikisch jamás realizaba un movimiento innecesario con el cuerpo; y un músico observó: “ esa, creo, es la razón de que cuando obtiene un compás mayor que el acostumbrado, o realiza un cambio súbito de la expresion facial y el gesto, obtiene un efecto instantáneo…. Puede elevarnos o impulsarnos con una mirada o el mas leve movimiento de su batuta”. Siempre había una atmósfera de improvisación en la dirección de Nikisch y este aspecto fue señalado en repetidas ocasiones. Muchos músicos que tocaron bajo su dirección afirmaron que Nikisch hacía cosas con el apremio del momento y juraban que nunca dirigía dos veces del mismo modo la misma pieza. La única crítica que se formuló a Nikisch fue que confiaba demasiado en su talento y que esto le conducía a la pereza.
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