Miguel Rua
Enviado por Tomás Sebastián Serrano Segura • 9 de Marzo de 2020 • Biografía • 450 Palabras (2 Páginas) • 291 Visitas
Miguel Rua nació en Turín el 9 de junio de 1837, en el popular barrio de Borgo Dora; el padre trabajaba en el arsenal y en un apartamento de la fábrica habitaba la familia. En pocos años la madre quedó sola con dos hijos. Perdido el papá, los ojos de Miguelito se paraban con frecuencia a mirar a los obreros en el trabajo ante hornos incandescentes en los que se fundían las piezas de artillería.
Un día Don Bosco confió a don Costamagna: «Si Dios me dijese: prepárate a morir; pero elige antes un sucesor porque no quiero que muera tu obra; pide para él todas las gracias, virtudes y carismas necesarios y todo te lo concederé…; te aseguro, querido Costamagna, que no sabría qué pedir, porque todo lo veo ya en don Rua».
El 20 de enero de 1854, Don Bosco reunió en su habitación a cuatro jóvenes compañeros, dando vida, quizá inconscientemente, a la Congregación Salesiana. En la reunión estaban presentes Juan Cagliero y Miguel Rua, que fue el encargado de redactar el «acta». Amigos inseparables, se contaron entre los más decididos cuando, en el mes de agosto, se extendió por la ciudad una epidemia de cólera, probablemente traída por los que habían vuelto de la guerra de Crimea. En los barrios más pobres los dos ayudaron generosamente a los enfermos y Cagliero enfermó gravemente. Colaborador de la Compañía de la Inmaculada con Domingo Savio, fue un alumno modelo, apóstol entre los compañeros. El 25 de marzo de 1855, en la habitación de Don Bosco, Miguel hizo su «profesión» sencilla: era el primer Salesiano. En Valdocco surgían talleres de zapatería, sastrería, encuadernación. Muchos muchachos veían que cambiaba la propia existencia. Algunos pudieron estudiar, otros se reunían por la tarde después del trabajo, otros solo el domingo. Miguel se convirtió en el primer colaborador del Santo, a pesar de su joven edad. Conquistó totalmente su confianza, ayudándole en la transcripción del borrador de sus libros, con frecuencia robando horas al sueño. Durante el día iba al Oratorio de San Luis, en Porta Nuova, en una zona rebosante de inmigrados. Los más abandonados eran los niños que, de los valles, bajaban a la ciudad en busca de trabajo como deshollinadores.
Entre las muchas satisfacciones, ciertamente no faltaron a don Rua pruebas y dificultades. En 1896 el gobierno anticlerical de Ecuador expulsó a los Salesianos; lo mismo sucedió en Francia en 1902. La salud de don Rua quedó seriamente resentida. El peso de los años le obligó a guardar cama. Murió la noche del 5 al 6 de abril de 1910, murmurando una jaculatoria que le había enseñado Don Bosco cuando era niño: «Madre querida, Virgen María, haced que yo salve el alma mía».
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