Raper suga

Todos, religiosos y ateos se estremecían con el solo hecho de ver el rostro de Rekter en la pantalla del televisor. Era lo que gran parte de la humanidad estuvo esperando durante miles de años, el retorno del mesías. No existía certificado alguno de que ese joven de veinticinco años lo fuera, simplemente la gente lo aceptaba como tal por sus increíbles proezas que fueron tildados de “milagros” por muchos y de “casualidad” por algunos pocos escépticos que quedaban. A pesar de su corta edad, ya había recorrido casi todos los puntos importantes del mundo y su fama opacaba a cualquier artista, por más original que fuera, y hasta a la figura del propio Papa. “Mi sueño… es ser la mano derecha del Papa” siempre repetía, y para eso trabajaba inhumanamente dedicando cuerpo y alma al prójimo. Las acciones que lo convirtieron en una persona adorada van desde simples armonizaciones, pasando por sanaciones a personas con cáncer terminal, SIDA, paralíticas, ciegas, mudas y sordas, y hasta resucitaciones. El caso más recordado y celebrado fue la vez que fue enviado en una misión en África para amainar la cantidad de muertes y conflictos en “La Tierra Roja”, varios kilómetros cuadrados repletos de cuerpos en putrefacción y armamento desperdigado a causa de la constante guerra entre dos enormes ciudades vecinas con ideologías diferentes. Gracias al testimonio de varios testigos se comprueba que Rekter fue en búsqueda de varios niños capturados por uno de dichos bandos, aprovechó la demencia de la guerra para colarse en las tiendas del ejército y llevarse los niños de vuelta a casa. Un soldado contaba sorprendido como, cuando Rekter pasó cargando con su carro repleto de niños, todos los soldados sintieron una paz interior y una armonía que eliminó toda intención de hacerle daño a alguien. El fuego cesó y hasta que él no se ubicó a una distancia prudente la guerra no prosiguió. Sin embargo esa no es la parte más impactante de la historia, el hecho de que los niños hayan vuelto y abrazado a sus familiares fervorosamente cuando, en prisión, el comandante del otro ejercito, el secuestrador, confesó haberlos sacrificado horas antes del rescate, es la prueba que necesitábamos para saber que él los resucitó en algún momento del largo trayecto por el desierto rojo entre ambas ciudades.

Su accionar era tan destacado que la Iglesia decidió crear un nuevo puesto dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica, el del “Cardenal Blanco”. Este puesto especial estaba por ser adjudicado a Rekter, quien se veía totalmente eufórico por tener semejante posibilidad. Dicha posición era una excepción reservada únicamente para el nuevo mesías, trabajaría codo a codo con el Papa como consejero personal hasta que, cuando se de la recesión del Papa, tomar su puesto.

A un mes de volverse un Cardenal Blanco, le llegó el siguiente correo electrónico directamente del Vaticano. “Quizás signifique una molestia, pero ya has demostrado que ante todo, el amor al prójimo es lo que más te importa. En este duro camino de años que has recorrido buscando comprobar tu sincera y total lealtad a la Iglesia Católica te has topado con innumerables dificultades. El hecho es que con esta última misión pondremos fin a ese difícil camino para que luego te instales tranquila y seguramente en el Vaticano como el flamante Cardenal Blanco”. Adjunto a esas palabras se detallaba toda la información necesaria para la misión.

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