15 De Mayo

“15 de mayo ¿Debemos festejar a los Maestros?”

Estamos cerca de celebrar el “Día del Maestro”, festividad que honra la labor de los catedráticos y profesores mexicanos, que se celebró por primera vez, por decreto presidencial en 1918, tomando esta fecha por 2 razones, la primera como recordatorio de la “Toma de la ciudad de Querétaro” en 1867, enfrentamiento culminante de la Segunda Intervención Francesa y del Segundo Imperio Mexicano; y la segunda porque fue ese mismo día cuando San Juan Bautista de La Salle fue declarado patrono especial de todos los educadores de la infancia y de la juventud y Patrono universal de los educadores por el papa Pío XII (1876-1958).

Pero para este 2013, a nivel educativo ¿tenemos algo que celebrar? Analicemos la frialdad de los números. Según la OCDE, el 70.2% de los maestros presentan falta de preparación pedagógica, el 67.5% de los maestros se ausentan más de 15 días de clases, sin presentar comprobante alguno de sus faltas, además de esto, 69.2% presentan retardos en más del 50% de sus clases. Es por eso que México, se ubica en el primer lugar de desaprovechamiento del tiempo escolar en un comparativo de 23 países miembros. En promedio, de cada 100 niños que ingresan a la primaria, 50 concluyen sus estudios del nivel medio superior, 21 egresan de formación universitaria y sólo 13 se titulan. Sumemos a esto, el sindicato más poderoso de América Latina, el SNTE, mismo que se ha dedicado a saciar caprichos personales, en vez de proteger a sus agremiados.

Los maestros han obtenido un rol protagónico en la política mexicana, no por su alto desempeño o su magnífica labor por formando generaciones de niños, si no por su poderío a través del voto hacia los aspirantes a cargos públicos, se han convertido en la “pieza deseada” por su peso inclinador de la balanza de una elección. Esto ha traído como consecuencia, que se sientan amos y señores de la educación mexicana, sin oposición de nadie, si algo no les parece “se van a huelga” y piensan que por este derecho de manifestación, que tenemos todos, pueden hacer y deshacer en su andar, sin que la autoridad los juzgue. Maestros que dejan de asistir a clases “por la defensa de la educación”, sin embargo, todo lo que defienden son derechos mal acostumbrados en el magisterio, ejemplo: el que puedan heredar su plaza a familiares, el no ser evaluados para poder conocer si están capacitados para estar al frente de un grupo, la venta de plazas a su conveniencia, entre otras cosas.

Llegando a este punto, en mi particular punto de vista, creo que la evaluación universal es errónea, ya las condiciones de un maestro son diferentes de escuela a escuela, por ejemplo, si nos centramos en nuestra región, no es lo mismo un maestro de una institución como la Secundaría Jorge L. Tamayo, donde tiene acceso a internet, a cursos de capacitación, donde el presupuesto que recibe la escuela, más los ingreso por aportación de los padres son muy altas, a un maestro de la Secundaría Miguel Hidalgo del municipio de Santiago Miahuatlan, donde el maestro recibe un salario menor al estándar, la escuela tiene un menor presupuesto y menos acceso a programas de actualización. Es por eso que una evaluación universal no es el método correcto, lo ideal sería una evaluación de rendimiento, que es diferente, ya que aquí se mide su desempeño como profesor, aunque esto implica ir a los salones de más de un millón y medio de docentes, lo cual revela que evaluar

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