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Factores biológicos, ecológicos y etológicos en la incidencia de Covid-19


Enviado por   •  19 de Junio de 2021  •  Ensayo  •  1.939 Palabras (8 Páginas)  •  169 Visitas

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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR[pic 1][pic 2]

FACULTAD DE CIENCIAS MEDICAS

CARRERA DE MEDICINA

CATEDRA DE MEDICINA TROPICAL

SEXTO SEMESTRE

NOMBRE: Javier Alejandro León Estévez        PARALELO: M6-008                FECHA: 13/12/2020

FACTORES BIOLOGICOS, ECOLOGICOS Y ETOLOGICOS EN LA INCIDENCIA DE COVID-19

Desde su aparición en diciembre de 2019 en la ciudad china de Wuhan, el brote del nuevo coronavirus COVID-19, ha generado una alarma de salud pública a nivel mundial, ganándose la designación de “pandemia” desde el 11 de marzo del presente año, debido a su elevada capacidad de propagación, es claro, que las características patogénicas de este nuevo virus contribuyen a su diseminación, sin embargo, debemos entender que el proceso infeccioso y como tal, la enfermedad, son producto de la interacción de ciertos factores (biológicos, ecológicos o etológicos) que promueven su desarrollo, por esta razón es necesario abordarlos de manera oportuna con el fin de obtener una vista panorámica de la situación actual.

En términos generales, los patógenos pueden expresar una virulencia condicional, es decir, pueden ser muy virulentos en algunas personas y menos en otras. El SARS-CoV-2, el virus causante de COVID-19, ha sabido jugar con eso y, por ello, maximiza la virulencia en algunas personas valiéndose de su edad, pero también de otros agentes asociados a la genética y al estilo de vida.

¿Qué nos hace vulnerables? De acuerdo a varios estudios publicados se ha concluido que pacientes con edad avanzada y aquellos que presentan comorbilidad tienen un porcentaje mayor de gravedad, que los que no la tienen. Entre las afecciones coexistentes, como factor de riesgo subyacente se encuentran la diabetes, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), padecimientos cardiovasculares (hipertensión arterial), dislipidemia, asma, cáncer, obesidad, además del tabaquismo. El COVID-19 vino a dejar en evidencia nuestras vulnerabilidades y también ha sabido complicarlas.

Hay que recordar que el envejecimiento está asociado a la acumulación, a través del tiempo, de una serie de daños moleculares y celulares que van reduciendo gradualmente ciertas funciones biológicas, específicamente la inmunitaria (células T) y de esta manera aumenta el riesgo a padecer ciertas enfermedades infecciosas. Asimismo, se asocia con la presentación de una o más enfermedades no transmisibles como cardiopatías y padecimientos respiratorios crónicos. A esto se le conoce como multimorbilidad. Si bien estas enfermedades crónicas tienen un componente genético, también se derivan de decisiones de estilo de vida: alimentación, actividad física, consumo de tabaco u otras sustancias, hábitos de sueño, estrés, etc.

Por otro lado, el papel que desempeña la genética del huésped en la susceptibilidad y gravedad de COVID-19 es bastante importante. Expertos consideran que ciertas variaciones en el genoma podrían influir en la respuesta del cuerpo frente al virus y de esta manera explicar el agravamiento de la enfermedad en un grupo de pacientes. Por ejemplo, en el cromosoma 3p21.31 existe un grupo de genes asociados a la enzima convertidora de la angiotensina II, más conocida como ACE2, que es utilizada por el virus SARS-CoV-2 como puerto de entrada a las células humanas, cuya expresión pudiera facilitar el ingreso del virus. De la misma manera, estos genes están relacionados a la reacción excesiva del sistema inmunitario que presentan algunos pacientes, la cual se conoce como “tormenta de citoquinas”. Si bien las citoquinas son moléculas que permiten la activación de la inmunidad, una respuesta exagerada se convierte en un arma de doble filo, puesto que causan inflamación a tal punto que las células inmunes no solo atacan a las células infectadas sino también a otras sanas, lo que conduce a una falla multiorgánica.

Además, ACE2 también podría ser fundamental en la particular susceptibilidad de los pacientes diabéticos e hipertensos al COVID-19. Si bien se sabe que los pacientes diabéticos tienen una respuesta inmunológica deficiente, la diabetes, así como la hipertensión están asociadas con la activación del sistema renina-angiotensina y suelen ser tratados con inhibidores de ACE y bloqueadores de los receptores de angiotensina (ARBs), lo que puede dar lugar a una mayor expresión de la ACE2, facilitando así potencialmente la captación viral.

Como todos los seres vivos, los seres humanos dependen del medio ambiente que los rodea para satisfacer sus necesidades de salud y supervivencia, y aunque presentan resistencia a acontecimientos o condiciones ambientales nocivos, su salud es vulnerable a dichas condiciones. El COVID-19, surgido de la naturaleza, ha puesto de relieve la íntima conexión que existe entre la salud humana y nuestra relación con el mundo natural. Alrededor del 60% de las enfermedades infecciosas existentes son zoonóticas, es decir, que pasan de los animales a los humanos.

Entre las zoonosis surgidas o que reaparecieron recientemente se cuentan el ébola, la gripe aviar, el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS), el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), el virus del Nilo, el virus del zika y el SARS-COV-2, causante del COVID-19. Todas estas enfermedades están vinculadas a la actividad humana. Por ejemplo, el brote de ébola en África occidental resultó de la pérdida de bosques que propició un contacto más cercano entre la vida silvestre y los asentamientos humanos. Por su parte, la gripe aviar se vinculó a la avicultura intensiva.

A menor biodiversidad, mayor es la capacidad de propagación de patógenos (ya sean virus o bacterias), al alterar el ecosistema (deforestación, contaminación), alteramos las complejas cadenas de relaciones que existen entre los distintos animales y seres vivos que mantienen estos patógenos controlados. El incremento de las temperaturas hace que aves, mosquitos e insectos migren a zonas que, poco a poco, se están convirtiendo en tropicales. Ahora, pueden transmitir enfermedades en latitudes que antes eran más frías y que ya no son zonas hostiles para ellos. El ejemplo de la gripe también sorprende debido a que los inviernos son cada vez menos intensos, ahora el virus está activo durante un período más largo, incluso durante todo el año en las regiones tropicales.

En el caso del SARS-CoV-2, es un virus que permanecía en determinadas especies de murciélagos que, por determinadas causas, han pasado a la especie humana. Y lo que ha ocurrido es que este coronavirus ha encontrado un nicho nuevo dónde reproducirse y aumentar de manera importante su población. Además, este nuevo hospedador tiene una distribución a nivel planetario, con lo que la curva ecológica de crecimiento de este virus ha pasado a ser exponencial. Es decir, tiene un nuevo hospedador que no se puede defender (al menos en una primera fase de la infección) y que es ideal para su multiplicación y expansión. Algunos individuos morirán, y en función de la virulencia de la infección, esta mortalidad será mayor o menor. Pero la mayoría sobrevivirá, ya que el virus necesita que el hospedador sobreviva, de lo contrario también perecería.

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