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Actividad integradora 5 Modulo 2 “Vida en soledad del Principito”


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2022  •  Monografía  •  5.286 Palabras (22 Páginas)  •  676 Visitas

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ACTIVIDAD INTEGRADORA 5. EL RELATO

Fecha de Elaboración: Sábado, 21 de mayo del 2022.

Alumno: Javier Itzcoatl Chávez Sánchez

1. Establece los elementos de tu relato en la siguiente tabla:

Tema

¿Sobre qué quieres escribir?

Sobre el libro “El Principito”, escrito por Antoine de Saint-Exupéry.

Título

¿Cómo nombrarás tu relato?

“Vida en soledad del Principito”

Narrador

¿En qué persona se realizará la narración?

En Primera Persona.

Inicio

¿Con qué frase iniciará tu relato? 

En la desilución de mis primeros dibujos gestinado por la incapacidad de los adultos de comprender algo por si mismas y mi frustracion por explicar la simpleza de mi imaginacion plasmada en un dibujo…”

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2. Escribe tu relato.

En la desilución de mis primeros dibujos gestinado por la incapacidad de los adultos de comprender algo por si mismas y mi frustracion por explicar la simpleza de mi imaginacion plasmada en un dibujo[a], se genero a los 6 años cuando en el libro de la selva virgen “Historias Vividas” vi una grandiosa estampa de una serpiente boa comiéndose a una fiera, el libro afirmaba que “la serpiente boa se traga su presa entera, sin masticarla. Luego, como no puede moverse, duerme durante los seis meses que dura su digestión”.

En ese momento reflexioné sobre las aventuras de la jungla y logré trazar mi primer dibujo de una boa que digiere a un elefante[b], que al ser incomprendido por los mayores como un sombrero y a pesar de mis intentos ilustrativos mostrando el interior de la boa, que fueron señalados como un total fracaso, indicándome entonces redirigir mi interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática, abandonando por completo mi carrera de pintor. Así, tuve que elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones volando por el mundo. A pesar de seguir los intereses inculcados en mi juventud, resguardaba mi primer dibujo de la boa que digiere a un elefante rechazado por los adultos y lo presentaba ante las personas aparentemente lucidas, queriendo descubrir si era un ser verdaderamente comprensivo, pero siempre contestaban que era un sombrero y decidía abstenerme, volviendo la conversación hacia su mundo.

Viviendo así solo, sin alguien con quien poder hablar verdaderamente, hasta que hace seis años mi avión se averió en el Sahara, ya que algo se había descompuesto en el motor y me encontraba viajando solo, me dispuse a realizar la reparación del mismo, pues era para mí una cuestión de vida o muerte[c]. En esa primera noche, durmiendo sobre la arena a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo, ante mi sorpresa durante el amanecer me despertó una vocecita diciendo “¡Por favor... píntame un cordero[d]!”, levantando de un brinco vi a un extraordinario muchachito que me observaba gravemente quien no tenía la apariencia de un niño perdido en el desierto, así que le pregunté “Pero… ¿qué haces tú aquí?”, pero el repitió “–¡Por favor… píntame un cordero!”.

Por absurdo que pareciera, estando a mil millas de distancia de algún lugar habitado y en peligro de muerte, saqué del bolsillo una hoja de papel y una pluma[e], pero recordé que había estudiado geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al muchachito (algo malhumorado) que no sabía dibujar; quien contesto “No importa, ¡Píntame un cordero!”. Nunca había dibujado un cordero, así que repetí mi primer dibujo de una boa que digiere a un elefante y quedé estupefacto al oírlo decir “¡No, no! No quiero un elefante dentro de una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra todo es muy pequeñito. Necesito un cordero”.

Realicé en repetidas ocasiones varios dibujos de un cordero que continuamente eran rechazados, impaciente y deseoso de comenzar a desmontar el motor del avión, tracé rápidamente un dibujo, se lo enseñé, y dije: “Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro”, el rostro de mi joven juez se ilumino sonriente y exclamo “¡Es exactamente como yo lo quería! ¿Crees que se necesite mucha hierba para este cordero? Porque en mi tierra todo es muy pequeño”, y así fue como conocí al principito. Necesité tiempo para comprender de dónde venía. El principito, que siempre insistía con sus preguntas, no parecía oír las mías. Cuando distinguió mi avión, preguntó “¿Qué cosa es esa?”, me enorgullecí al decir que era mi avión y volaba. El entonces gritó: “–¡Cómo! ¿Has caído del cielo?” “Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De cuál planeta?”. Eso de: otro planeta, me intrigo totalmente y me esforcé en saber algo más, a lo que cuestioné “¿De dónde vienes? ¿Dónde está tu casa? ¿Dónde quieres llevarte mi cordero?".

Descubrí que su planeta era apenas más grande que una casa, conocí el drama de los baobabs (árboles tan grandes como Iglesias, que, si no se arrancan acabando de surgir, pueden cubrir todo el planeta, perforarlo con sus raíces y lo hacen estallar), entendí que en su pequeño planeta bastaba arrastrar la silla un poco para observar una puesta de sol cada vez que lo deseaba. Al quinto día, me preguntó, como fruto de un problema previamente meditado “Si un cordero come arbustos, se comerá también las flores ¿no?”, a lo que contesté que cordero se come todo lo que encuentra, incluso las flores con espinas; y preguntó “Entonces, ¿para qué le sirven las espinas?”, yo me encontraba tan ocupado tratando de arreglar el motor ya que el desperfecto parecía muy grave, irritado por la gravedad del arreglo de mi avión, le respondí lo primero que cruzo por mi mente “Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores”[f], me dijo resentido “¡No te creo! Las flores son débiles, se defienden como pueden y las espinas son su defensa”.

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