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Actividad integradora Etapa 1 - literatura


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2018  •  Ensayo  •  537 Palabras (3 Páginas)  •  232 Visitas

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Estoy por cumplir dos años de casada con mi Alfredo, y a pesar de que estoy esperando a mi segunda hija, tengo sospechas de que mi esposo me ha estado engañando con mi mejor amiga Bertha. Me llené de una ansiedad muy grande al imaginarme que eso podría ser cierto, por lo que días después contraté a un investigador privado quien, después de semanas de investigación, confirmó mis sospechas confesándome que en repetidas ocasiones se habían quedado de ver en el mismo punto, los días en que yo pensaba mi marido estaba trabajando; este punto era una cafetería cercana al trabajo de Bertha, a las afueras de la ciudad.

Me dolió tanto al enterarme de esto, que tener las pruebas en mi mano lo hacían sentir la per de las pesadillas. Jamás imaginé pasar un dolor tan fuerte y oprimente como este y tener que fingir que yo no lo sabía lo hacía mucho peor. Así pasaron los días hasta cumplir las dos semanas, mismas que fueron un completo infierno para mí, y me decidí a enfrentarlo, sabiendo que podía llegar a negarlo. Con el sobre de las pruebas en mis manos temblorosas por los nervios y el dolor, me acerqué a Alfredo preguntándole que era lo que pasaba entre Bertha y el, ya que los notaba distintos.

Alfredo me evadía el tema diciéndome, simplemente, que no pasaba nada, que todo era normal, así que le presenté el sobre, al abrirlo su semblante cambió bruscamente a un pálido sorprendido, tartamudeando me contestó que el no era el que aparecía ahí, si no su hermano gemelo al que no conocía, yo con mi cara llena de lágrimas no pude hacer más que entregarle una maleta con  sus pertenencias pidiéndole que se fuera de la casa y avisándole de los trámites de divorcio ya estaban en proceso. Al negarse a firmar el divorcio tuvimos que llevar el caso a los tribunales el cuál gané por pruebas, el juez otorgó, a mi favor, el pago de una manutención para sus hijos hasta que estos cumplieran la mayoría de edad.

Pasados 17 años, a Alfredo le diagnosticaron cáncer en la próstata, al enterarme, acudí inmediatamente con mis hijos al hospital, dónde él y su otra familia se encontraban. Al entrar en la habitación, mis hijos se abrazaron de su padre, quien, en broma, preguntó como estaba su hermano gemelo, al oír esto, recordé el día en que había lo inventado, me hizo enojar y entré en llanto, le grité a Bertha todo lo que sentía, mientras que uno de los enfermeros, entraba por mis hijos y por mí, para llevarnos a la sala de espera y tranquilizarnos.

Cuatro años después, recibo una llama de Bertha informándome del fallecimiento de Alfredo. Reuní a mis hijos en la sala y dije: “niños, hay algo que tienen que saber, a partir de hoy, no volverán a ver a su padre, pues, se ha ido a vivir muy lejos dónde, ahora, ustedes no pueden ir, hasta que sean más grandes, me ha dicho que no lo busquen más, porque probablemente esté ocupado y no pueda contestar mensajes, llamadas o correos”; pero fue inevitable, mis lágrimas salieron, y finalmente, se dieron cuenta de que su padre ya estaba muerto.

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