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Antología literaria de leyenda


Enviado por   •  11 de Marzo de 2018  •  Ensayo  •  2.083 Palabras (9 Páginas)  •  1.511 Visitas

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Antología literaria de leyenda

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proyecto

Antología literaria

Proyecto 5

Maria Luisa

3° “B” #5

Ma. del socorro

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28/noviembre/2017

Para: mi familia y amigos.

Índice

  1. Prologo …………… 1
  2. La dama de negro………2
  3. El cuervo endemoniado…3
  4. La mulata de Córdova…4
  5. Bibliografía…………….. 5

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Prologo

Las leyendas son ¿verdaderas o falsas?, Pues en este prologo les diré si son verdad o falsa así que lean toda la antología hasta el final.

En esta antología te hablaremos sobre que las leyendas como tipo historias que las personas mayores se inventan para que digan que saben mas.

También sabrás en esta antología si de verdad o no así que ojalá y te gusta y gracias por verla

                               

La dama de negro

hace muchos años existía un panteón el cual era famoso ya que en las muchas personas importantes habían sido sepultadas.

Después de muchos años el panteón fue cerrado y demolido, se construyeron edificios en ese terreno. Según las leyendas antes de ser destruido, el panteón era famoso por que ocurrían cosas extrañas, la historia más famosa es la que habla sobre una mujer que se lograba ver durante las noches. Una mujer vestida de negro y pasaba entre las puertas del panteón aun cuando estas estaban cerradas, los testigos afirmaban que luego de salir del panteón observaban como se dirigía a una casa abandonada y entraba atravesando la puerta.

Después de que el panteón fuera cerrado las apariciones dejaron de suceder, tal vez porque los restos fueron removidos, pero no saben si esto es completamente cierto.

El cuervo endemoniado

Los leones Rugen, las ovejas balan, los elefantes barritan, las abejas zumban, los perros ladran, ¿Y los cuervos? Crascitan. Sí, así se le dice al sonido que emiten esas aves, crascitar. Pues eso hacía noche a noche en un puentecillo aquel pajarraco negrísimo, cuervo magnífico, muy grande y de lustroso plumaje. Los vecinos del lugar, barrio de San Pedro y San Pablo, llamado así por el colegio del mismo nombre que ahí se encontraba en la época virreinal, estaban fastidiados de aquel animalejo que a las doce de la noche les interrumpía el sueño con sus gritos. Y hasta con palabras, porque según muchos, aquel cuervo era nada menos que el mismísimo Lucifer. Durante el día se refugiaba en una casa abandonada cercana a ese puente, que apenas se mantenía en pie. Entre vigas caídas y tiliches ruinosos pasaba las horas de luz diurna el pajarraco. Y en cuanto la noche inundaba las calles, salía de su guarida para volar por las casas. Se posaba de vez en cuando en alguna ventana, cuyos dueños se asustaban y cerraban inmediatamente los postigos a piedra y lodo. Cuentan que a ese barrio llegó a vivir una familia conformada por tres hijos, los cuales se llamaban Juan, Miguel y Santiago, y tenían entre 10 y 16 años de edad. Los muchachos, al oír al cuervo aquel y luego de saber por los vecinos las consejas que se le atribuían, decidieron liberar al vecindario de aquella temible molestia. Cada uno por su lado ideó un plan. Juan, el mayor, fue el primero en poner en práctica su estrategia. Una noche, sin que sus padres se dieran cuenta, salió de casa y legó al puente para aguardar embozado en su capa, al ave. Ésta llegó muy puntual. Con las doce campanadas que dividen al día se posó en la baranda del pequeño puente y como un eco repitió con sus graznidos los doce golpes del tiempo. Juan al oírlo se impresionó, pero decidido le lanzó con rapidez su capa para atraparlo. El animal sólo dio un giro en corto vuelo y se posó de nuevo en el mismo lugar y con risa burlona dijo: ¡Jua, jua, jua… Juan, al demonio no podrás atrapar… arrr… arrr!El muchacho, cuando escuchó esas palabras del pico del cuervo, sintió que la sangre se le escapaba del cuerpo y con un exagerado temor se fue corriendo, tan rápido que en menos de lo que canta un gallo, ya estaba jadeando detrás de la puesta de su habitación. A la mañana siguiente Miguel y Santiago sabían, por la cara con que amaneció Juan, que su intento no había tenido éxito y sonrieron socarronamente al verlo aún pálido por el susto de la noche anterior. Esa misma noche, antes de las doce, Miguel se preparaba para intentar la hazaña. Se decía a sí mismo: ¡Yo sólo lo atraparé!, seré el héroe del barrio al librarlos de ese animal que tanto los atemoriza. Yo soy más valiente y listo que Juan. Todo eso pensaba mientras tejía una redecilla de hilo fuerte y ligera. Pues sí, Miguel sí era más valiente que su hermano mayor, tanto que cuando el cuervo le habló no corrió, ni siquiera se asustó. Pensó que no era tan raro ni demoniaco que un cuervo hablara, esos pájaros aprenden frases y las repiten, como lo hacen los loros y las guacamayas. Aunque sí lo sorprendió que supiera su nombre. ¡Migh…! ¡Migh…! ¡Miguel, si quieres atrapar al diablo, ven por él! ¡Ven por él!. Repitió estas palabras la misteriosa ave y se alejó del puente volando directo a su guarida.

En la oscuridad de la casa en ruinas se perdió el cuervo. Miguel, el valiente, sin arredrarse y con decisión fue hasta la tétrica
 morada, entró ahí saltando por una ventana y pisando entre los escombros que le hacían perder el equilibrio, vio de pronto una visión fascinante. En el patio central de la casa bajo un rayo de luna clarísimo estaba parado el cuervo proyectando una sombra siniestra sobre el piso. Avanzó el muchacho con paso felino, y sin quitarle los ojos de encima a su presa. Cuando estuvo a una distancia que creyó adecuada lanzó su redecilla. Pero ésta en el impulso inicial se atoró en algo que Miguel no podía ver por la oscuridad. Jaló con fuerza para liberarla y entonces con gran estrépito se le vinieron encima un montón de palos viejos y fierros pesados, que esquivó debido a sus buenos reflejos, de lo contrario lo hubieran hecho papilla o cuando menos le hubieran roto algunos huesos. Por el estrepitoso ruido, el cuervo alzó el vuelo y Miguel, chasqueado, regresó a su casa con disgusto, raspones, rasguños y la ropa llena depolvo. Al día siguiente le tocó a Juan mirar con una sonrisa burlona a su hermano el valiente y hasta le preguntó con sorna: “¿Te peleaste anoche con el gato, hermanito?”Santiago, el más pequeño de los hermanos, no comentó nada; sabía que ahora sería su turno de intentar la hazaña. Sus hermanos mayores nunca lo creían capaz de hacer algo bien, siempre decías: “Tú no hagas esto o lo otro, porque estás muy chico”. Esa noche el chiquillo salió de casa, con miedo, pues sólo un tonto no podría tenerlo.

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