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El hombre busca de sentido


Enviado por   •  19 de Junio de 2018  •  Apuntes  •  4.373 Palabras (18 Páginas)  •  614 Visitas

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EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO

Este libro no pretende presentar un informe sobre hechos y acontecimientos históricos, sino un relato de vivencias y experiencias “vista desde dentro” intentando dar respuesta a la siguiente pregunta ¿Cómo afectaba el día a día en un campo de concentración en la mente, en la psicología, del prisionero medio? El relato se acerca a prisioneros corrientes y molientes aquellos sin ningún brazalete que los distinguía en sus mangas.

SELECCIÓN ACTIVA Y PASIVA

Existía una brutal batalla por la supervivencia una lucha por un pedazo de pan o por salvar la propia vida, el autor nos cuenta la experiencia en un “lager” (campos de concentración nazis) narrándonos que frecuentemente se anunciaba el traslado de prisioneros a otros campos, lo que significa solo una cosas las “cámaras de gas”, debido a que los seleccionados eran enfermos o prisioneros que ya no hacían su trabajo bien, lo cual generaba una lucha encarnizada por tachar sus nombres de esas listas. Para la selección de un “capo”, se escogía exclusivamente a los prisioneros más brutales (por suerte existen algunas y pocas excepciones). La selección “activa” era aquella la cual era nombrada por la SS (Schutzstaffel). Y también existía la selección “pasiva” la cual era proceso de autoselección entre los internados del campo.

El autor dice que por lo general solo solían sobrevivir aquellos prisioneros endurecidos por el tiempo, aquellos que eran capaces de traicionar, robar y matar por dice: “los mejores de entre nosotros no regresaron a casa”

EL INFORME DEL PRISIONERO N° 119.104 UN ENSAYO PSICOLÓGICO

 El autor nos cuenta una experiencia en la que narra que se le asigno un trabajo cavando, de la cual obtuvo una recompensa “dos cupones de regalo” esto equivalía a 50 pfennig (moneda 1/100 marco alemán) estos cupones se canjeaban por 6 cigarrillos cada uno, los cuales se cambian en forma de trueque por raciones de sopa, las raciones de sopa simbolizaban un verdadero alivio para el hambre durante un par de semanas. Si un interno fumaba sus cigarrillos era síntoma de que el prisionero había perdido su voluntad de vivir y simplemente quería disfrutar de esos pequeños placeres, quizás en sus últimos días de vida.

Es difícil explicar este tema desde un punto psicológico, con el casi riego inevitable de personalismo el autor presento este texto a otros autores para que ellos lo despersonalicen y obtengan así teorías objetivas de nuestras experiencias subjetivas. Unas teorías capaces de aportar conocimientos nuevos         a la psicología o la psicopatología de la vida en cautiverio. En un principio el autor quiso que sea anónimo, pero al final desistió.

PRIMERA FASE: INTERNAMIENTO AL CAMPO

ESTACION DE FERROCARRIL DE AUSCHWITZ

Frankl nos dice que la principal característica de la primera fase es el shock  

[pic 1]

SEGUNDA FASE: LA VIDA EN EL CAMPO

APATÍA

Las reacciones anteriormente descritas cambiaban a los pocos días, en el escaso tiempo que necesitaba un prisionero para pasar de la primera a la segunda fase, una fase de apatía generalizada que desembocaba en una especie de muerte emocional. Ahora la tortura interior se intensificaba con otras sensaciones todavía más dolorosas, que el prisionero intentaba amortiguar en su intimidad. La principal era su incontrolada añoranza por su hogar y su familia. A veces era tan aguda que el recluso se consumía de simple nostalgia. Seguía después una fuerte repugnancia frente a la horrible fealdad que le rodeaba, que se extendía hasta sus aspectos más superficiales o externos.

A muchos de los prisioneros se les entregaba un uniforme tan andrajoso que a su lado, por comparación, un espantapájaros resultaría una silueta elegante. El espacio entre los barracones era un completo lodazal, y cuanto más se intentaba apartar el barro más se hundía uno en él.

LO QUE DUELE

La plomiza apatía, la anestesia emocional y la vaga sensación de que a uno ya nunca le importará nada, constituyen los síntomas característicos de la segunda fase de las reacciones psicológicas de los internados en los campos. Esa apatía emocional le permite permanecer impasible ante los continuos sufrimientos diarios. El prisionero enseguida construía, gracias a esa insensibilidad, un caparazón afectivo que actuaba como un íntimo escudo protector. En el lager uno recibía golpes por cualquier motivo y también sin ningún motivo. Por ejemplo: el pan se repartía en el mismo lugar de trabajo, cuando los prisioneros estábamos perfectamente alineados. En cierta ocasión, mi compañero de atrás se salió unos pocos centímetros de la fila; esa mínima falta de simetría disgustó al guardián de las SS. Detrás de mí se armó un pequeño revuelo, por precaución no volví la cara; también desconocía lo que rondaba por la mente del guardia, pero de repente recibí dos fuertes porrazos en la cabeza. Fue entonces cuando advertí, a mi lado, a un hombre de las SS que blandía su porra. En esos momentos no es el dolor físico lo que más hiere (y eso se aplica tanto a los niños como a los adultos), sino la humillación y la indignación provocadas por la injusticia, por la cruda irracionalidad de todo aquello.

EL INSULTO

El aspecto más lacerante de los golpes era el insulto que solía acompañarles. Una vez arrastrábamos unas largas y pesadas traviesas sobre los raíles helados. Si un hombre resbalaba no sólo se ponía en peligro él, sino a todos los que cargaban la misma traviesa. Un amigo mío tenía una luxación de cadera congénita; podía dar gracias al cielo de estar trabajando, pues los que padecían algún defecto físico eran apartados en la primera selección. Mi amigo, con su cojera, se tambaleaba sobre la vía portando una traviesa especialmente pesada; daba la impresión de caerse en un próximo paso y de arrastrar a los demás con él. En ese momento yo no transportaba ninguna viga, así que con un movimiento casi reflejo salté para ayudarle. Inmediatamente recibí un duro golpe en la espalda y una agria orden para regresar a mi puesto. Pocos minutos antes, ese mismo guardián nos había reprochado que los «cerdos» como nosotros carecíamos de espíritu de compañerismo.

LOS SUEÑOS DE LOS PRISIONEROS

Con facilidad se comprende que tal estado de tensión psíquica, junto a la constante necesidad de concentrarse en la tarea de seguir vivos, forzara a los prisioneros a descender a niveles primitivos de vida interior. Algunos de mis colegas del campo, de orientación psicoanalítica, solían referirse a una «regresión» de los internos en el lager: un retroceder hacia formas más primitivas de vida mental. Los deseos y aspiraciones se manifestaban con claridad en sus sueños. Pero, ¿con qué soñaban los prisioneros? Con pan, pasteles, cigarrillos y baños de agua templada. La imposibilidad real de consumar esos deseos básicos les empujaba a satisfacerlos en el mundo ilusorio de los sueños. Que este mecanismo resultase beneficioso o no, en términos psicológicos, eso ya es otra cuestión: al final, el prisionero soñador acababa despertándose y regresaba a la realidad de la vida en el lager, y debía sobreponerse al terrible contraste entre ésta y el espejismo de sus sueños. Jamás olvidaré aquella noche en que me desperté con los fuertes gemidos de un compañero amigo que se agitaba en sueños bajo el efecto de alguna horrible pesadilla. Yo siempre me he sentido especialmente conmovido ante las personas que sufren delirios o pesadillas angustiosas. Decidí despertar al pobre hombre, pero en el último instante me detuve, retiré rápidamente mi mano asustado por lo que iba a hacer. Comprendí con rapidez, de forma descarnada, que ningún sueño, por muy horrible que fuese, podría ser peor que nuestra actual realidad, una realidad a la que estuve a punto de cometer la crueldad de devolverlo.

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