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Español Cástor


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2018  •  Ensayo  •  1.672 Palabras (7 Páginas)  •  132 Visitas

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Cástor

Justo cuando iba a tomar esos billetes para marcharme a casa… ¡Oh! Creo que debo empezar desde el principio, bueno iniciemos, mi nombre es Cástor, pero todos me llaman Castorcito, físicamente soy un morocho, pero no cualquier morocho; soy un morocho simpático, bien bello, alto y que prefiere estar rodeado de mujeres en cuanto sea posible. Siempre he vivido en un barrio estándar pero cuando voy camino hacía el colegio paso por el banco municipal y observo a sus alrededores unas viviendas que superan a la mía mil veces elevado a la décima potencia, nunca he pensado en robarlas, ni mucho menos, pero si he soñado siempre con estar en una casa así, recostado viendo la televisión y degustando unas deliciosas palomitas de maíz junto a mi familia y por supuesto al lado de mi madre que siempre ha estado ahí para mi. Tengo once años y voy en séptimo grado, como cualquier estudiante, odio las matemáticas, y como todo morocho que se respete hablo de la peor manera posible el inglés, pero asimismo soy el mejor deportista de mi colegio; él más rápido, él más fuerte y el más talentoso, en cuanto a fútbol se refiere. En mi casa vivo con mi mamá y mi hermano mayor, antes de que se pregunten por mi padre, él se divorcio de mi madre hace alrededor de cinco años, siento que a veces me hace falta pero Teresita (mi madre) sabe bien como hacer bien ambas funciones y no siento generalmente su ausencia. Académicamente no soy malo pero tampoco soy bueno, soy el típico estudiante que se conforma con la nota mínima y celebra sí obtiene una décima más. Mi materia preferida es educación física ya que puedo demostrar mis destrezas respecto al deporte como las mencione anteriormente, aparte de esto mi mayor distracción es Rafaella, una niña sentada en la primera fila del salón; cabello lacio y rubio, ojos claros color marrones, estatura promedio, un buen cuerpo y su voz es tan angelical que parezco poseído al escucharla. Desde mi puesto siempre estoy observándola pero al parecer a ella no le importa mirarme a mi, tal vez no soy tan bello como dije, en fin esa es la única chica en la que pienso pero jamás he tenido el valor de acercarme a ella y entablar una conversación o al menos dirigirle un saludo; la vez que mas cerca estuvimos fue en química, un trabajo en grupo, pero no cruzamos palabras, cada uno hizo su parte y al haber terminado antes de que yo pudiese reaccionar, Rafaella se había quedado dormida, hasta así era hermosa; me quedé alrededor de cincuenta minutos de clase observándola fijamente y enamorándome cada vez más. Ahora que saben un poco de mi podemos empezar a contar realmente la historia.

Era un lunes, un pesado lunes, luego de un excelente fin de semana está ese día lunes, regreso a clases, madrugar de nuevo, ustedes saben como es esto; me levanté precisamente a las 5:56 y la entrada al colegio era a las 6:15, exactamente diecinueve minutos para bañarme, ponerme carismático, desayunar, cepillarme los dientes y llegar al colegio a tiempo. Un nuevo reto para mi ya que siempre tenía al menos treinta y cinco  minutos para realizar las tareas mencionadas anteriormente. Me levanté de mi cama como alma que lleva el diablo, entré a la ducha y deje caer más o menos treinta y cuatro mil quiniento veintisiete gotas de agua sobre mí; restregué un poco de jabón en mis partes nobles y en mis axilas para estar listo para cualquier situación, de nuevo abrí la ducha y quité todo el jabón de mi cuerpo, me sequé y salí cubierto por la toalla dejando al aire todos mis glúteos; eran ya las 6:00 y me puse el pantalón, apliqué mi desodorante, mi loción y me cubrí con la camisa, acicale mis zapatos y me los organicé lo mas pronto posible; 6:08 agarré el tenedor, el hambre me asechaba como león en pradera, ingerí los huevos en tres acercamientos del cubierto a mi boca; no hubo problema lavé mi plato y me dispuse a salir a las 6:12, tan solo tres minutos para llegar  al colegio, empecé a correr tan rápido como mis piernas me lo permitían, y lo logré. Llegué a eso que yo llamaba cárcel justo a las 6:15, entré sintiéndome un triunfador. De nuevo me encontré a Rafaella  en un pasillo y me quedé mirándola, pero esas miradas no eran mutuas así que proseguí hacía mi salón de clase, saludé a mis panas y me senté con los pies estirados, creyéndome un rey, para mis adentros gritaba “¡lo logré, lo logré!”. Todos entraron a clase uno a uno, me miraban y me saludaban con una gran cordialidad, excepto Rafaella, ella siguió normal ni siquiera me miró pero está bien, me sentía tan conmocionado por mi nuevo record que no me fijé en eso. La primera hora del lunes siempre era matemáticas, que mejor forma de empezar el día, fue cuando entró el maestro que no había cumplido bien mi tarea, pues al salir apurado olvidé la maleta junto a los cuadernos en mi cuarto. Él profesor empezó su clase y el tema era fracciones algebraicas; aburrido, aburrido, aburrido. De un momento a otro  salí del salón con destino al baño, pero finalmente  escapé del colegio, nadie se dio cuenta o al menos eso creía yo, ¿para que estar en el colegio? Sin cuadernos nada podía hacer yo, así que considero que tome una buena decisión. Empecé a caminar rumbo a mi casa, observé el banco municipal y analicé las casas que lo rodeaban, las codicié tanto que decidí que no podía esperar más para obtener una, así que luego de cuestionarme cinco o seis veces me dispuse a robar el banco (que quede claro no pretendí robar el banco por ser morocho, simplemente quería una casa lujosa). Entré en el recinto, analicé de forma detallada la seguridad: dos guardas de seguridad, uno en la entrada, otro en la bóveda, seis funcionarios en sus labores y alrededor de doce personas naturales en uso del servicio, cuatro cámaras de seguridad, dos atrás de los trabajadores y la otra apuntaba a la bóveda; todo estaba bien monitoreado, así que un niño de oncé años no podría entrar como “pedro por su casa” y robar un banco. Entonces salí y me dirigí hacía una tienda de disfraces que había ahí cerca, compre guantes negros, un pantalón negro, una camisa negra y una máscara negra; definitivamente me volví un hombre de negro, luego compré una pistola de balines y una de agua, con esto pretendía dar a entender que eran pistolas reales y así dar una apariencia de ladrón peligroso y experimentado, seguidamente de esto ingerí unas papas y una gaseosa para matar los nervios y me concentré totalmente en el trabajo; empecé mi recorrido hacía el banco, recordando los estándares de seguridad impuestos por el mismo, ahí estaba yo frente a esta organización, pensé en devolverme pero luego detalle la piscina de una de las casas que cerca al banco se encontraban y sentí como la motivación entro por mis venas, fue así como entré al banco y rápidamente tome un rehén, ¡todos al suelo! grité, los guardas de seguridad se negaban así que grité de nuevo ¡lancen sus armas al suelo o disparo! Hubo un silencio profundo, los guardas me miraban y yo apuntaba con la pistola, esta vez de balines como si tuviera un cartucho recargado ahí dentro y estuviera dispuesto a accionar el artefacto en cualquier momento. De esta forma luego de más o menos cinco minutos los guardas cedieron y dejaron sus armas en el suelo; los reuní a todos en un salón, obtuve la llave y cerré poniéndole seguro a la puerta, además la tranque con una varilla y un mueble para que nada pudiera detenerme, el perímetro despejado, el banco cerrado, los funcionarios, clientes y guardas encerrados. Ahora era hora de finalizar con el plan, me dirigí hacia la bóveda y analicé varias veces la forma de abrir la misma, era un código de cuatro números, no sabía que hacer, no imaginaba cuál podría ser el código, habían tantas posibilidades, entré en desesperación así que presione cuatro veces el número cero, creí que tal vez detonaría una bomba de seguridad o regarían sobre mi pintura verde, ¡vaya sorpresa! Escuche un craqueo constante y luego de cinco o seis segundos vi como la bóveda se abría; vi millones, miles de millones, la cantidad de billetes que habían era mayor que la que cualquier hombre podría imaginarse, pero… era muy fácil para ser real así que decidí sacar la moneda que había sobrado de mi merienda y la lance hacia los billetes, fue así como active la seguridad, millones de rayos laser se activaron en diferentes direcciones dispuestos a quemar cualquier cosa que se atreviera a tomar esos billetes, pensé en rendirme pero ya había llegado demasiado lejos así que gracias a mis condiciones atléticas empecé a esquivar los rayos, uno por uno; a mitad de camino vi como uno de estos rayos evaporizaba una gota de mi sudor rápidamente, imaginé lo que podría pasarme si tocaba uno, pero seguí adelante; era difícil, los espacios eran cortos y el camino se me hacia eterno, pero finalmente lo conseguí. Superé todos los rayos y me encontré del otro lado con los hermosos billetes que tanto había anhelado; de nuevo me imaginé viendo esa película y comiendo palomitas junto a mi madre, justo cuando iba a tomar esos billetes para marcharme a casa algo raro sucedió, sentí como todo a mi alrededor se hacia mas pequeño, la luz desaparecía poco a poco y empecé a escuchar voces, sentí mi brazo mojado, ¡vaya sorpresa! Me desperté en clase de matemáticas, la saliva que chorreaba de mi boca era lo que mojaba mi brazo, todos se reían incluso Rafaella, ella solo lanzaba sus carcajadas luego de verme dormir babeando como un bebé, al menos así me miró.

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