LA BICICLETA VIEJA
Enviado por clara2aj • 25 de Abril de 2018 • Resumen • 461 Palabras (2 Páginas) • 140 Visitas
Cuento
Autora Clara Matamoros Samaniego
LA BICICLETA VIEJA
Lucita tenía 5 años cuando su abuelo le dio la primera, la única y la última bicicleta de su vida. Era fea, nada que ver con las que había visto en la calle, era tosca, pesada, con llantas gruesas, no eran ruedas, eran llantas; estaba pintada como si lo hubiera hecho un novato, creo que estaba arrumada en el cuarto de cachivaches, bueno en todos los cuartos de su casa había cachivaches pero don Carlos, el señor que cogía empeños en el pueblo me contó que era de cuando el padre de Lucita, siendo muchacho fue a trabajar en un taller de bicicletas, que también era sastrería y el día que descosió un traje sin hacerle ni un huequito, su jefe como pago le dio esa bicicleta vieja que hacía años nadie retiraba. Ese día fue el último que el padre de Lucita fue a la sastrería, no quería que le volvieran a pagar con bicicletas viejas y así fue como años más tarde el sueño de Lucita se hizo realidad, pero a medias, así como Estrellita, ella hubiera querido una bicicleta bonita, color rosa y con lazo. Pero no.
De todos modos era una bicicleta, primero practicó sostenida por su padre que luego de una corta carrera le pegaba un empujón medio brusco que la hacía tambalear. La abuela que pensaba que era demasiado regalo para una niña tan malcriada, dijo desde la ventana “solo hasta donde yo te pueda ver” Lucita sabía entonces que solo podía recorrer la calle de una esquina a la otra y nada más, era una calle de tierra con huecos que hacía zigzaguear la bicicleta, también zigzagueaba porque no podía controlar el manubrio, siempre parecía que se iba a caer. En una de sus vueltas vio al Soda que había aprendido a encontrar arte en el deporte, Lucita pensó “me ha de estar imaginando como esas artistas de circo”. Procuró mejorar su postura y mirar al frente como si no lo hubiera visto. Una, dos, tres, cinco, diez vueltas de esquina a esquina. De pronto dos cosas ocurrieron al mismo tiempo una llanta se pinchó, no era rueda, era llanta, y el padre y la abuela gritaron “adentro,” el abuelo que le regaló la bicicleta jamás la hubiera hecho entrar.
Nadie arregló la llanta, la bicicleta volvió a su antiguo lugar, ella y Lucita tuvieron un solo momento de alegría y libertad.
Años más tarde, cuando Lucita vino a vivir cerca de mi casa me contaba esta historia como un sueño en el que se veía a si misma con la mejor bicicleta del mundo, la más liviana, con un público que la aplaudía en cada pasada y su abuelo siempre gritando “otra vuelta más.”
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