LA MUJER NO HACE MILAGROS
Enviado por karlacoronado8 • 9 de Octubre de 2018 • Trabajo • 25.482 Palabras (102 Páginas) • 219 Visitas
LA MUJER NO HACE MILAGROS
(Comedia de malas maneras en tres actos)
1938
RODOLFO USIGLI
PERSONAJES:
En orden de aparición
Bernardo Rosas, 26 años
Ricardo Rosas, 22 años
Victoria Rosas, 27 años
Señora Rosas, 50 años
Herminia Rosas, 24 años
Roberto Dávila, 25 años
Alejandro, esposo de victoria, 29 años
Elsa, prima de los Rosas, 19 años
Fernando Robles, 32 años
La acción en México. Hoy
En casa de la familia Rosas.
El único decorado representa un interior –la sala de recibo de los Rosas, cuya arquitectura moderna contrasta sin violencia con un mobiliario de principios de siglo, de excelente gusto. El contraste denuncia un descenso en la fortuna de los Rosas, quienes han tenido que mudarse a un apartamento limitado al perder sus propiedades. La familia se mantiene, sin embargo, en un estado de gran dignidad, y los restos de su fortuna, como ocurre casi siempre en estos casos, representan una pequeña fortuna, en sí. La estructura del apartamento es a base de arcos italianistas –una especie de aprovechamiento moderno de la arquitectura del Renacimiento. La puerta de entrada está en el ángulo izquierdo del fondo, al cabo de un pequeño pasillo. Al fondo centro, detrás de los arcos hay tres pequeños balcones que dan a una terraza minúscula. En primer término izquierda, una puerta que lleva a las habitaciones de Bernardo y Ricardo. Cerca de la puerta, un poco más arriba, hay una escalera que conduce a un segundo piso donde están las habitaciones de Victoria y Alejandro, constituyendo así una especie de apartamento separado. En primer término derecha, un pasaje diagonal hacia el comedor. Más arriba, al centro de la pared, una chimenea cubierta por un biombo. Al fondo derecha, puerta que lleva a las habitaciones de la Señora Rosas y Herminia. Estas tienen, a su vez, una salida sobre el jardín del edificio. Pocos muebles, pero amplios, cómodos y bien distribuidos. Cortinajes y adornos en diferentes matices de azul entonados con las paredes verde y crema. Sobre la chimenea, una gran pintura de mediocre pincel que representa al antepasado más importante de los Rosas, un filibustero, por lo demás conservador furibundo, de 1840. Dos o tres cuadro pequeños –pintura mexicana anónima del siglo XIX-, exquisitos. Entre ellos horripila una copia del Blue Boy de Gainsborough, situado al fondo entre dos de los balcones. Hay dos sofás, uno a la izquierda en escorzo junto a la escalera, el otro a la derecha; sillones, sillas, taburetes, mesillas, etcétera. La impresión de comodidad que se desprende de todo este interior es tan grande, que no se percibe a primera vista cierto desorden –cosas fuera de su sitio-, objetos ajenos a una sala y olvidados en ella, como, por ejemplo, una caja de papel de cartas abierta a medias sobre una mesilla; un directorio telefónico sobre uno de los sillones; un grabado con marco reclinado en el asiento y contra el respaldo de una silla –sin duda lo descolgaron para verlo de cerca- y un gran martillo abandonado en un sofá, a veces sobre el cojín, a veces debajo de él. Estos objetos permanecerán los tres actos en su sitio o, mejor dicho, fuera de su sitio, en los lugares señalados. Aparte de esto, llama la atención el abundante número de ceniceros de todos los tipos, cerca de todos los asientos y de todas las mesas.
ACTO PRIMERO
Adentro está sonando el teléfono. En escena están Bernardo y Ricardo, éste abandonado en la posición más cómoda del mundo sobre el sofá derecha, mientras su hermano está sentado sobre el brazo de arriba del sofá izquierda.
BERNARDO.-Tengo una idea.
RICARDO.-¡Espléndido! Ya estoy cansado de oír cosas inteligentes.
BERNARDO.-Te levantas y contestas el teléfono.
RICARDO.-¿Cuál teléfono?
BERNARDO.-El que está sonando.
RICARDO.-¿Hay un teléfono sonando?
BERNARDO.-Y si el que llama es el novio de Herminia, como me figuro, finges que eres ella...
RICARDO.- (Incorporándose.) Empiezas a interesarme.
BERNARDO.-Y le dices que has decidido que el casamiento tenga en un aeroplano.
RICARDO.-Yo no he decidido nada.
BERNARDO.-Es ella quien lo ha decidido... es decir, tú lo dirás así.
RICARDO.-Además, no veo la gracia.
BERNARDO.-No la tiene; pero tú imitas bastante bien la voz de Herminia; cuando se vean esta noche, tendrán otra discusión, y quizá se peleen para siempre. El padece el vértigo de la altura, ¿entiendes?; no puede subir a un segundo piso sin marearse. (Deja de sonar teléfono.)
RICARDO.-(Volviendo a acomodarse.) No me interesa. Además, ya no suena el teléfono.
BERNARDO.-Es verdad. (Pausa. La campanilla del teléfono vuelve a repiquetear.) Allí está otra vez. Hazlo.
RICARDO.-Poco a poco. ¿Por qué no vas tú y finges que eres el hermano mayor de Herminia, y le dices que no apruebas esas relaciones?
BERNARDO.-¿Qué quieres decir con finges? Soy el hermano mayor de Herminia y del tonto mayor del mundo.
RICARDO.-No me digas que eres al mismo tiempo tú y tu hermano mayor.
BERNARDO.-(Fríamente.) Hablaba de ti, borrico.
RICARDO.-Si tanto te disgustan esas relaciones, ¿por qué no lo haces? (Deja de llamar el teléfono.) Sería mejor.
BERNARDO.-Es igual. Ya dejó de llamar otra vez el teléfono.
RICARDO.-¡Extraño fenómeno! ¿Crees que volverá a sonar?
BERNARDO.-En estos tiempos de escepticismo científico es aventurado prever la recurrencia de un fenómeno.
RICARDO.-Sin embargo, de acuerdo con la teoría de la regularidad...
BERNARDO.-Eres un tonto. ¿Te gusta Guzmán?
RICARDO.-(En farsa.) Bueno, te diré, yo personalmente los prefiero con bigote y barba.
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