Maritornes
Enviado por Martín González Bayón • 26 de Junio de 2016 • Trabajo • 2.660 Palabras (11 Páginas) • 282 Visitas
Maritornes
Martín González Bayón
(Basada en el Capítulo XVI de la primera parte del “Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra)
Elenco
Maritornes
Arriero
Ventero
Quijote
Sancho
Cuadrillero de la Santa Hermandad
Nos encontramos frente a un amplio establo el cual tiene evidencias de estar hace tiempo abandonado. Al fondo se ven amontonados un par de camastros de madera en pésimo estado, unos colchones de lana, unas frazadas y tres fardos de heno apilados. A izquierda hay una puerta que comunica con el salón principal de la venta al lado de la misma se encuentra una cubeta con agua y unos trapos. A derecha, una salida que da al exterior por donde se cuela permanentemente una tenue luz.
Entra Maritornes desde la venta con una lámpara de aceite que ilumina intensamente todo el escenario. La deja colgada a la izquierda y se pone a acomodar el más entero de los camastros en el lado más cercano a la salida; desde el exterior, entra a escena el arriero. Ella es una mujer de campo, morena, de baja estatura y con la espalda encorvada por largos años de duro trabajo. Su vestimenta es ordinaria y sus modales groseros. Él es un arriero de contextura imponente y modales altaneros.
(Se acerca a Maritornes tratando de sorprenderla)
Arriero.- Aquí estoy, mujer. Ha pasado un mes… (pausa y baja el tono de voz) Espero que no me haya olvidado.
(Maritornes se sobresalta, pero actúa como frente a un viejo conocido)
Maritornes.- (Con intensión) ¿Olvidarme? Dios no me lo permita. Además el patrón desta posada no me dejaría. No me ve aquí, ordenando su habitación para que no parezca un establo.
Arriero.- (Avanzando hacia el centro del establo) Por mí no se preocupe demasiado, sabe que soy un hombre duro, acostumbrado a mezclarme con los animales. Allí afuera (señalando hacia el exterior) quedaron mis burros. Ahora están ocupados comiendo y agotando el agua. (Con tono cansado y mirando al exterior) este verano ha sido por demás caluroso, y las pobres bestias se agotan antes de cumplir su faena. (con intensión) Además, sabe que no es el descanso lo que me trae a esta posada.
Maritornes.- (Sin acusar recibo, continúa armando el camastro) No sé qué es lo que lo trae por estas tierras. A mí me tiene sin cuidado. Yo sólo me encargo de armar este camastro. (Con intensión) Usted le puede dar el uso que quiera…
Arriero.- (Sorprendido) ¿Pero cómo, es que esta vez me dejará usted solo, mirando las estrellas entre los agujeros del techo? (pausa) Esperaba que su compañía ablandase la dura noche.
Maritornes.- (Satisfecha) Ah! Sí es una propuesta seria la cosa cambia. Soy una mujer bien sentada que nunca huye a un compromiso.
Arriero.- (insinuante) Entonces la espero por acá más tarde.
Maritornes.- Espere (pausa). Cuando los huéspedes se vayan a sus aposentos y el señor apague las luces...
Arriero.- ( interrumpe) ¡Vendrá!
Maritornes.- (Indignada) Pero, qué pregunta es esa. Mi reputación de mujer está inmaculada como la virgen… (Pausa) ¡Nunca falto a mi palabra!
(Entran desde el salón de la venta, el ventero, Sancho y Quijote. Ante la llegada del trio, el arriero y Maritornes se alejan. Ella se apresura a terminar sus tareas, él se aproxima lentamente a los recién llegados.
El ventero es un hombre que pasa los cincuenta años y que sabe diferenciar el trato entre los visitantes y los criados. Quijote y Sancho cumplen las características típicas de los personajes, ambos están duramente golpeados y caminan con dificultad. Esta actitud está mucho más pronunciada en Quijote que en Sancho)
Ventero.- (Dirigiéndose a Sancho) Pase por aquí, hombre; traiga a su señor que curaremos sus heridas. (Mirando a Quijote, apenado) Lamento no poder ofrecerle más que este espacio humilde como alojamiento. Pero resulta que hoy ha llegado una cuadrilla de la Santa Hermandad y han agotado nuestras habitaciones. (Mirando a Sancho, solemne) Son gente tosca pero necesaria. Estas tierras alejadas del pueblo, son zonas plagadas de forajidos y ladrones. (Con satisfacción) Hace falta gente firme que ponga a estos pillos en su lugar.
Sancho.- (Adolorido) Gracias buen hombre. Con lo que tenga para ofrecernos sabremos satisfacernos. Somos hombres del camino, la dureza es parte de nuestra faena.
(De pronto el ventero se da cuenta de la presencia de Maritornes junto al arriero, y se dirige a ella con voz severa)
Ventero.- ¿En qué andas, mujer? No molestes al señor. (Impaciente) Termina ya con ese camastro y ven aquí que este buen hombre necesita de sus cuidados.
Maritornes.- (Servicial) Sí señor, ya mismo me encargo.
(Maritornes deja al arriero y rápida y servicialmente se dispone a armar el otro camastro. Lo ubica cercano a la puerta que da a la venta, dejando un amplio espacio entre los dos camastros)
Arriero.- (haciéndose el desentendido) Buenas noche señor. Estaba aquí controlando que esté armada mi cama, pero veo que aún la tarea no está concluida. Así que los dejo, debo encargarme de mis burros
Ventero.- (A Maritornes de modo imperativo), Bueno mujer, termina ya que este hombre no puede esperar. (al arriero, cordialmente) No se preocupe. Su hospedaje está garantizado como siempre. Además.
(El arriero sale)
Ventero.- (A Sancho) Pero cuénteme. ¿Quiénes les han propinado tremenda paliza?
Sancho.- (Tratando de disimular la gravedad del estado de Quijote) ¡No, no! No fue ninguna paliza. Es que el camino hacia aquí tenía muchas piedras que lo obstruían, y al pobre Rocinante le fue imposible salvarlas todas. Fue sólo una caída desgraciada, unos magullones y algunos cardenales. (A Maritornes) Le agradecería que cuando terminase con mi señor, me armase un lecho con esos fardos de heno y algunas frazadas. Que a mí también me duele un poco el lomo.
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