Reseña - El Proyecto Nacional y la Franja amarilla - Ospina William.
Enviado por luisk ceron • 29 de Mayo de 2016 • Reseña • 2.068 Palabras (9 Páginas) • 1.165 Visitas
FUNDACIÓN UNIVERSITARIA DE POPAYÁN
TRABAJO SOCIAL
LECTO ESCRITURA I
POPAYÁN
2016
Ospina William. ¿Dónde está la franja amarilla? (originalmente Colombia, el Proyecto Nacional y la franja Amarilla). Editorial Norma, 1996, 154 paginas.
William Ospina, escritor y músico, ganador del premio Rómulo Gallegos 2009, con su novela "El País de la Canela", Premios que se otorgaran a personajes como: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Nacido en Padua (Tolima), Con su ensayo “La locomotora y el silencio. Reflexiones en torno al arte y al siglo XX” fue merecedor de una mención en el IX Concurso Internacional de Ensayo “Pensar a Contra Corriente”, convocado por el Ministerio de Cultura de Cuba, el Instituto Cubano del Libro y la editorial Nuevo Milenio. Ha publicado ensayos y artículos en diversas revistas de artes y humanidades. Hizo el bachillerato en el Colegio San José de Fresno y estudió Derecho en la universidad de Santiago de Cali. Este polémico escritor, que vivió en esa Colombia del frente nacional y que sintió en carne propia el despertar de un país, al que perfectamente le cabe la letra de “Mi generación” (Andrés cepeda). El libro ‘Variaciones sobre la embriaguez’ (Hombre Nuevo Editores, 2012) reúne algunos de sus ensayos sobre arte y literatura. Uno de sus mayores logros es: El Proyecto Nacional y La Franja Amarilla, una mirada al contexto Colombiano, para un país sin memoria que despierta un cierto sabor de anarquía entre sus lectores, un texto reflexivo y algo polémico, pero muy constructivo para para na Nación del “Nuevo milenio”
El Proyecto Nacional y La Franja Amarilla, Nace de la imperiosa visión de un extranjero que cuestiona el actuar del pueblo colombiano, respecto a su amplio potencial sociopolítico, económico y natural e intenta resolver la pregunta: “¿Por qué se ve a Colombia tan acorralada por la crisis social?”. Para dar la respuesta necesaria, el autor, da una breve mirada a la actualidad Colombiana, que muestra a un país sin identidad propia con el “Mayor índice de criminalidad en el planeta”, “extrema pobreza – ineficiencia estatal – altísimos niveles de corrupción, etc.” y a pesar de esto “no se escuchan quejas”, sus gentes no reaccionan. Argumenta de forma indirecta que el pueblo soporta esta y muchas más injusticas debido a: “las características biológicas y genéticas de la población”, dichas características sumergen al el país tricolor en una lucha continua entre el problema y la solución que nunca llega de los nacionales a los “numerosos problemas represados que nuestra sociedad nunca afrontó con valentía y con sensatez”.
De esta forma entra en un recuento histórico de este territorio marcado por viejos esquemas coloniales y reformas aplazadas en el tiempo, para dar un contexto: económico y social; un país manejado por manos extranjeras desde su creación, pasando por el poder español y religioso, un régimen aristocrático clerical centralizado, un país condenado a surtir de materia prima a las metrópolis del mundo por los dueños del poder económico, “príncipes de aldea con vocación de virreyes”, la gran industria mundial, mismos que se avergüenzan de su nacionalidad, simulando ser extranjeros en su propio territorio, aquellos que “pagaron para librar a sus hijos del servicio militar que los pobres tenían que cumplir irremediablemente”.
Muestra a la Expedición Botánica, como el inicio inconcluso de una reafirmación patriótica que desencadeno un movimiento de independencia, frustrado por la Reconquista. Y describe a la apertura económica posterior como “un juego de astucias y de rapiñas disfrazadas”, patrocinadas por los EE.UU desde afuera y por los ilustres, desde adentro (como el Gal. Francisco de Paula Santander), que condenaron a la nación a una guerra de poderes económicos y violencia desmesurada, teniendo la “reconocida presencia de la Iglesia como uno de sus principales instigadores”. Hacia 1930, la hegemonía conservadora y un sector del liberalismo acaudillado por Alfonso López Pumarejo fracasaba al guiar las riendas del país y con la reforma que trajera la solución a los profundos males, se levanta pues la rebelión popular bajo la orientación del caudillo, Jorge Eliécer Gaitán, “y súbitamente la vieja clase dirigente se vio ante un fenómeno de entusiasmo popular desconocido en Colombia”. Gaitán era el jefe de la mayor fuerza popular, he intentaba desmembrar junto con la multitud Gaitanista campesina (“una gran franja de opinión capaz de llevar no sólo a Gaitán a la presidencia sino al país a un nuevo comienzo”), las injusticias que los dueños del país habían impuesto. El valor oficial de la hora de trabajo y una reforma educativa radical, marchaban ordenada y silenciosamente en la plaza pública, pero el trágico final ordenado por “la mano fanática o mercenaria” sumado a la campaña de difamación realizada contra él por la gran prensa, terminaría en una sangrienta contrarrevolución, en la que los instigadores someterían a las clases medias emprendedoras, para acrecentar sus obscenos capitales. Y así moría “una nación de blancos y de mestizos, de negros y de inmigrantes que podía reconciliarse con el espíritu de los pueblos nativos del territorio” Nacía pues: una élite “rastacueros” deplorable que viajaba a Europa y a Norteamérica, a simular ser europea.
¡Las esperanzas del pueblo habían muerto!
“Entre 1945 y 1965 Colombia vivió una verdadera orgía de sangre”, dos partidos y sus élites, los culpables, arrastrando con retorica facciosa al pueblo campesino pobre, matándose unos a otros con el discurso del patrón en los labios desde las tribunas, los pulpitos y los medios de comunicación. “Violencia entre liberales pobres y conservadores pobres, mientras los ricos y los poderosos de ambos partidos los azuzaban y financiaban su rencor, dando muestras de una irresponsabilidad social infinita”, he irónicamente un abrazo entre Alberto Lleras y Laureano Gómez, ponía fin a la masacre que dejaba de 300 mil campesinos muertos y el nacimiento del Frente Nacional que repartió el poder por 20 años entre liberales y conservadores prohibiendo en el marco legal toda oposición política, negando los deberes del estado frente a los pobres, incitando la caridad y el desorden social. Colombia estaba condenada a “seguir siendo el país inauténtico, mezquino, antipopular y excluyente que era 20 años atrás”. Un oscuro porvenir de miseria y de desempleo se cernía sobre las nuevas muchedumbres urbanas.
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