Resumen Canasta De Cuentos Mexicanos
Enviado por vianney • 18 de Julio de 2011 • 4.482 Palabras (18 Páginas) • 19.569 Visitas
Escuela Normal Superior De Tamaulipas
Campus Nuevo Laredo
Modalidad Mixta - Especialidad Español
Estrategias didácticas, textos narrativos y poéticos
“Reseña de Canasta de Cuentos Mexicanos”
B. Traven
Alumna:
Vianney Garza Luna
Docente:
Ricardo Pérez Saavedra
Nuevo Laredo, Tamps; 14 de Julio del 2011.
Índice
Canastitas en serie.
Solución inesperada.
La tigresa.
Amistad.
El suplicio de San Antonio.
Aritmética Indígena.
Dos burros.
Una medicina efectiva.
Juzgando con bombas.
Corresponsal extranjero.
“Canastitas en serie”
Un turista llamado Mr. E. L. Winthrop llego a México y se aventuró a conocer algunas regiones, fue así como un día llego a un pueblo del estado de Oaxaca.
Al caminar por la calle principal, encontró a un indio sentado en cuclillas a la entrada de su jacal, el cual elaboraba canastitas de paja y otras fibras recogidas en los campos tropicales que rodean al pueblo. El material que utilizaba estaba muy bien preparado, su color lo sacaba de varias plantas e insectos, los procedimientos que utilizaba únicamente su familia los conocía.
Elaboraba canastas para aumentar sus pequeños ingresos, lo que ganaba con su venta no le bastaba para sostenerse, en realidad vivía de lo que cosechaba en su milpa después de mucho sudor y trabajo.
Era un humilde campesino y un gran artista, en cada canasta se veían los más hermosos diseños de flores, mariposas, pájaros, ardillas, antílopes, tigres y otros animales de la selva, no estaban pintados sobre la canasta, al tejer las fibras tan hábilmente se podían admirar las imágenes en el interior y exterior de la canasta, las cuales brotaban de su imaginación.
Las canastas se podían utilizar de mil maneras, para guardar costura, como centros de mesa, como alhajeros, etc.
Se tardaba quince o veinte horas de trabajo hacer una canasta, al tener listas dos docenas, los sábados que era día de tianguis salía a vender, el indio pagaba un tostón de impuesto e iniciaba la venta. El precio era de ochenta centavos o seis reales y medio, pero en la regateada el precio quedaba en cuarenta centavos y a la hora de pagar solo había treinta centavos o un billete de cincuenta pesos el cual no podía cambiar el indio.
Cada canasta era una pieza de arte única y sin le quedaban canastas del tianguis iba casa por casa a venderlas, lo que resultaba peor ya que era tratado como un mendigo y tenía que soportar palabras desagradables e insultos.
Mr. Winthrop le pregunto al indio en cuanto vendía cada canasta y este le respondió que en ochenta centavos o seis reales y medio, inmediatamente le compro una, pensó que costaban cuatro o cinco pesos, el gringo le preguntó el precio por diez y este le respondió que setenta centavos, por un ciento el precio bajaba a sesenta y cinco centavos cada una, Mr. Winthrop compro dieciséis canastas todas las que había en existencia.
Al pasar tres semanas regreso a New York y una mañana después de haber terminado todos sus pendientes, paso por una dulcería y al observar los aparadores recordó las canastas, fue por una de ellas a su casa y regreso a una de las más famosas confiterías a ofrecérselas al dueño para en ellas empacar los chocolates finos, utilizándolas como un estuche original, bonito y de buen gusto. Mr. Kemple le comento que volviera al día siguiente ya que tenía que pensarlo recalcando que la envoltura no debía costar más que el contenido además debía consultarlo con sus socios.
A la mañana siguiente Mr. Winthrop volvió y Mr. Kemple le dijo que solo se le podía dar por cada canasta un dólar y cuarto por cada una, Mr. Winthrop hizo un gesto el cual fue mal interpretado por Mr. Kemple y le comento que le ofrecía uno cincuenta a lo que le respondió Mr. Winthrop que sea uno sesenta y cinco puestas en el puerto de New York, el confitero acepto pero necesitaría mil docenas en veinte dibujos diferentes para octubre, Mr.Winthrop le respondió que podía realizar sesenta dibujos diferentes y firmo el contrato.
Regreso al pueblo y durante el camino iba pensando en lo rico que se haría, por la tarde llego y le pregunto al indio si este podía elaborar doce mil canastas, el indio le respondió que si pero se llevaría mucho tiempo, solo para hacer tres docenas tardaría dos meses, de una manera y otra el extranjero trato de hacerle ver todo el dinero que ganaría y como cambiaría su vida, al final el indio se confundió y le pidió regresar al día siguiente.
A la mañana siguiente cambio el precio ahora costarían cuatro pesos por hacer mil, nueve pesos por cinco mil y quince pesos por diez mil no menos, Mr. Winthrop sintió volverse loco en cualquier momento, además el indio le explico que para hacer tantas necesitaría mucho tiempo debido al material, además quien cuidaría la milpa y sus animales. Uno a uno los dólares que había imaginado que iba a ganar desaparecieron,
Mr. Winthrop hablo y regateo una y otra vez con el indio sin embargo había ignoraba algo más importante había que hacer cada canasta a su manera, con canciones y trocitos de su propia alma, si es obligado a realizar millares no podrá poner nada de esto en las canastas y todas resultarían iguales, ya que al escuchar cantar los pájaros y ver los colores de las mariposas se inspiraba.
A continuación le pidió una disculpa a Mr. Winthrop a pesar del gran honor de su presencia ya que debía terminar las canastas, el Mr. regreso a New York y deshizo el contrato de esta forma se evitó que esas canastas tan hermosas terminaran en la basura.
“Solución inesperada”
Regino Borrego y Manola es un pareja de recién casados, pero el con solo dos meses de casado ya estaba aburrido, ya que no era lo que él esperaba, para colmo al paso de unos meses más todo empeoro ya que su esposa con apenas veinte años se había vuelto mal humorienta y regañona.
La mama de Manola, Guadalupe Zorro, enfermo y su hija tomo un vuelo a los Ángeles para encargarse de ella, esto ocurrió a los dos años de casados.
Regino se quedó atendiendo negocios, Manola le escribía todos los días, le daba órdenes sobre su comportamiento, lo criticaba y al final se despedía como la esposa fiel.
La primera semana Regino se comportó como cualquier esposo normal que de pronto goza de un respiro, pero
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