Resumen Primer Cap El amor en tiempos de Colera
PVR93 • 11 de de 2015 • Resumen • 1.103 (5 ) • 3.149
CAPÍTULO 1
El libro comienza cuando el doctor Juvenal Urbino entra muy temprano a la habitación de un gran amigo suyo: Jeremiah de Saint Amour. Pero no se trataba de una visita de cortesía sino que estaba allí por otra razón, y es que se había encerrado en su cuarto con un sahumerio de cianuro de oro junto con su perro. El doctor Juvenal al presenciar aquello, ordenó al comisario y al estudiante auxiliar (que más tarde se desvelaría que fue alumno suyo) que no se le realizara ninguna autopsia. El comisario encontró un sobre dirigido al doctor Juvenal, el cual al ser leído por el doctor encontró unos once pliegos de petición y revelación. Apenas leyó las primeras partes cuando ordenó que se le enterrase de la manera más digna y lo antes posible. También indicó al comisario que dijese a la opinión pública y a la prensa que había muerto por muerte natural. El doctor en ese momento se acordó de que había misa de pentecostés, pero no acudió a ella ya que lo que tenía que hacer valía la pena. Al leer las revelaciones de su amigo Jeremiah, el doctor ordenó a uno de sus sirvientes que le llevara en su coche a una de las zonas de la ciudad, la más marginada. Al ir por aquellas zonas, con un carruaje de la época colonial bien conservada y con gran cantidad de lujosos detalles, algunas pandillas de jóvenes iban detrás del carruaje, pero el cochero los espantaba con el látigo de los caballos. Al llegar a la dirección indicada en el sobre, el doctor Juvenal Urbino se encontró con una mujer vestida de luto. El doctor se sorprendió muchísimo al saber que aquella persona había sido la amada de don Jeremiah, y mas aún cuando esa persona supo de la muerte del mismo incluso antes de que le informara el doctor. La mujer le explicó por qué Jeremiah había decidido suicidarse de tal forma. Cuando él era joven siempre decía: “yo nunca seré viejo.” Esas palabras lo dijeron todo. En el momento en que Jeremiah empezó a sentirse viejo, decidió cumplir lo que de joven siempre decía y así, completar su cometido. También le contó que, aunque Jeremiah le dijo que atara a su perro al pie de la cama para que muriera con él, a su amada le dio lástima y le hizo un nudo falso, pero el perro no se movió de allí, por lo que se puede suponer que decidió morir junto a su amo.
El Doctor Juvenal se marcho de aquel barrio desconcertado por aquellas palabras y más aún al observar esa otra parte de la ciudad que no conocía. Es cuando llegó a su casa (un lugar bastante amplio con todas las comodidades y lujos), se encontró con su esposa doña Fermina Daza, con quien había pasado los mejores años de su vida y con quien tenía un hijo y una hija. Entonces le contó lo sucedido, pero no causó mucha impresión a doña Fermina Daza, puesto que no lo conocía en persona y solo sabía que era un lisiado de guerra y un gran jugador de ajedrez, además de un gran fotógrafo de niños. Esa tarde el doctor Juvenal tenía planificado un almuerzo por el aniversario de bodas de plata de su amigo: el Doctor Lacides Olivella. Era el mayor acontecimiento social del año.
Urbino era un hombre bastante planificado y rutinario, y que empezaba su jornada con los primeros cantares de lo gallos e iba a visitar a sus pacientes a sus respectivas casas. Luego, por la tarde, después del almuerzo se ponía a leer en la terraza distintos libros en compañía de su loro, que era un experto en hablar y cantar en más de cuatro idiomas. Esa tarde no fue una excepción. Doña Fermina Daza empezó a prepararse para ese gran acontecimiento y de la misma forma al Dr. Juvenal, puesto que éste ya tenía 81 años y le costaba actuar solo. Lo mismo le pasaba con su memoria, ya estaba sintiendo los distintos síntomas de la vejez y esto no era algo que le agradaba al Dr.Juvenal.
Ya cuando se marchaban al acontecimiento social del doctor Oluvella, se enteraron de que su loro había escapado de su jaula. El Dr. Juvenal no le prestó mucha importancia e indicó que llamasen a los bomberos, puesto que el era uno de los fundadores de esa institución. Al llegar al lugar se encontraron con un clima desagradable, de viento y lluvia ,de tal manera que los anfitriones determinaron ir dentro de la casa.
Aunque parecía una catedral, para la gran cantidad de invitados se quedaba pequeña, y había un calor desesperante debido a que las ventanas estaban cerradas para que no entrase la lluvia. En aquel almuerzo uno de los invitados especiales era el Dr. Juvenal, de tal manera que se encontraban al centro de las mesas, al lado de su esposa y el arzobispo. Cuando terminó el almuerzo esperaron un momento el postre, que se había retrasado un poco, puesto que quien tenía que traerlo era el hijo del Dr. Juvenal, que cuando llegó contó el incidente que tuvieron los bomberos en casa de su padre. Habían hecho grandes destrozos por todos lados. Cuando el doctor Urbino llegó a su casa quedó muy sorprendido de los destrozos provocados por los bomberos. Ya dando por perdido a su loro, el doctor se puso a leer en la terraza un libro que ya estaba a punto de terminar. Fue ene se preciso momento cuando vio al loro en una rama baja del árbol y, con el afán de agarrarlo, subió a una escalera. Pero en el intento por coger a su loro, calló al suelo y murió al instante. Su esposa corrió desesperada para ver que pasaba y, cuando encontró a su marida muerto, ordenó
que lo velaran con personas íntimas a su familia. El Dr. Juvenal era una de las personas más reconocidas de aquel lugar y muchos quisieron agarrar aquella imagen para fines propios, pero la esposa no lo permitía ya que argumentaba que a los muertos había que dejarlos descansar. Uno de los que colaboró muchísimo fue don Florentino Ariza, un amigo antiguo de doña Fermina Daza. Cuando se marcharon todas las personas que dieron los sentidos pésames, al cerrar su puerta, observó que don Florentino Ariza seguía allí y este dijo que había esperado mucho tiempo para expresarle sus sentimientos. Pero Fermina le ordenó que se marchase y no volviese. Sin embargo, cuando despertó al día siguiente, estaba pensando más en Florentino Ariza que en su esposo muerto.
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