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Ruta - Análisis - Chinchero..


Enviado por   •  22 de Febrero de 2017  •  Apuntes  •  2.533 Palabras (11 Páginas)  •  238 Visitas

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La Luna, fría y resplandeciente, nos acompaña desde que tenemos uso de razón; desde que tenemos conciencia de especie. Dejamos confiados que cada noche nos acune y vigile con su ronda desde el cielo mientras jugamos con ella a su perpetuo orí. Creemos conocer todos sus secretos, pero…

¿Qué es realmente la Luna?

¿Ha estado siempre ahí? ¿Por qué sólo nos muestra una de sus caras? ¿Qué nos oculta? ¿Por qué no hemos vuelto a ella desde 1972? ¿Qué ocurriría si su órbita se alterase súbitamente? ¿Sería posible la vida en la Tierra sin ella? ¿Y si su presencia en el cielo no es casual? ¿Y si está relacionada con la misma esencia del ser humano, con su despertar?

Enfréntate a todas estas preguntas siguiendo al grupo de científicos del Proyecto de Medición Lunar Láser que, al margen de los gobiernos, tratan de anticiparse y combatir una inminente catástrofe para salvar sus vidas, y, con ellas, a la misma humanidad. Un inquietante thriller ambientado en un futuro próximo (2028-2055), en el que ficción y realidad se van diluyendo y disociando a lo largo de su recorrido para retarte a distinguirlas y juzgar si las cosas son como nos las habían contado.

Sobre un argumento que va más allá de la clásica novela apocalíptica, distintas historias y personajes se entrecruzan de forma impecablemente calculada para tejer una hilada trama y descubrir una obra mucho más profunda que, arrolladora, nos conduce a un desconcertante final.

Una novela que te hará dudar… DUDAR. ¿Acaso no es la duda el precursor de la inteligencia?

Una vez leída, difícilmente volverás a mirar la Luna con los mismos ojos.


Luna: APOGEO.

Rubén Azorín Antón, 2014

Agradecimientos

A José Villanueva. Por su apoyo incondicional. Por sus charlas llenas de adrenalina.

A Jordi Gozálvez. Por su amistad. Por su trabajo. Elemento táctico.

A Francisco Amorós. Por su ayuda. Por hacerme creer que esta novela era algo grande.

A Lourdes, mi esposa. Por sus noches de soledad. Por su infinita paciencia.

A José Azorín, mi padre. Porque su orgullo se convirtió en el mío.

A Carmen Martí y Rocío Valentín. Por creer en la novela.

A todos los socios de NEXUS (Enric Costa, Oscar León, Jorge Sánchez, Jesús Belmonte). Por su ánimo y su aliento.

A José y Julia Costa. A José María Pérez. Por su aplauso.

A mi hermano JuanVicente. Por derramar, junto a mí, parte de su alma en esta novela.

Gracias de corazón.


Año 2028.

Capítulo 1.

Austin, Texas

¿Quién eres?

Los ojos que le observan no son los suyos. Es su reflejo: su cuerpo, su rostro, su pelo… pero no sus ojos. Los examina con recelo, tratando de espiar en su interior. Hay quien afirma que los ojos son el reflejo del alma; se equivoca. Esa es al menos la esperanza de Phil Rewer, que permanece inmóvil frente al espejo, atemorizado ante el profundo vacío que percibe en ellos.

El agua en su cara disipa temporalmente estos funestos pensamientos. Fuera se ha puesto el Sol, hace frío y, aun así, acaba de darse una ducha con agua helada. Hace días que se encuentra mal, y tanto su cuerpo como su mente lo necesitaban.

Los azulejos del cuarto de baño reflejan la brillante luz del tubo fluorescente e impregnan la habitación de un fulgor blanquecino. Phil está apoyado con ambas manos sobre el lavabo, ligeramente reclinado y con la cabeza gacha. Al erguirla, vuelve a asomarse al espejo y, esta vez, queda atrapado en él, paralizado. Su cuerpo entumecido empieza a temblar ligeramente; su piel desnuda, ajena al frío ambiente del cuarto de baño, suda por todos los poros. Cuando vuelve en sí, no es capaz de determinar cuánto tiempo se ha prolongado el trance. Con manos temblorosas tantea el estante superior y consigue hacerse con una píldora evitando posar de nuevo la mirada en aquel infame espejo. La creciente sensación de amenaza que le oprime se agrava; ¿síndrome físico o mental? Decide ir a urgencias.

El hospital se encuentra cerca de su casa, pero la lluvia colapsa el tráfico en las calles. La lúgubre voz de los cláxones pone música a aquella fría y oscura noche. La luna llena, escoltada por jirones de negras nubes, asoma entre dos rascacielos y se exhibe majestuosa, misteriosa y altiva, allí donde la interminable avenida se funde con la línea del horizonte.

Lleva tiempo detenido, un eslabón más de una larga hilera de vehículos que aguardan impacientes mientras dos hombres discuten acaloradamente junto al coche que obstruye la intersección. Phil apenas alcanza a distinguir una tupida barba canosa bajo la capucha del impermeable amarillo con que se protege de la lluvia el hombre más corpulento. Su contendiente, más joven, gesticula con nerviosismo frente a él; lleva una gorra azul y una camiseta de manga corta, totalmente empapada y pegada al cuerpo. Según transcurren los segundos, la discusión sube de tono. Phil permanece sereno, pero siente cómo un sudor incómodo le recorre la espalda y humedece la camisa. Los cláxones chillan ahora con más furia. La lluvia arrecia, castiga con fuerza su parabrisas y le impide ver con nitidez qué ocurre fuera. Al tratar de activar el limpiaparabrisas, toma conciencia de la rigidez de su cuerpo por la fuerza con que sus brazos entumecidos se agarran al volante. Inspira profundamente para mantener la calma y fija la vista en la pelea, a través de la incansable danza de las escobillas.

El joven se introduce finalmente en su coche con un gesto de desdén hacia el del impermeable que, puño en alto, mantiene su actitud amenazante bajo la lluvia. Parece que todo ha terminado. El rostro de Phil dibuja una mueca de sorpresa cuando el personaje de la gorra reaparece con un bate de béisbol en la mano. Sin mediar palabra golpea en el hombro y el costado al hombre del impermeable, que se retuerce de dolor y a punto está de caer al suelo. En el momento en que levanta el bate, dispuesto a asestar el golpe de gracia a su suplicante rival, Phil vuelve a ausentarse de la realidad. Sus ojos abiertos sólo pueden ver el interior de su mente.

Es necesario un ligero impacto en su parachoques trasero, además de los incesantes pitidos, para hacerle recobrar el conocimiento. Phil despierta sobresaltado y confuso, aunque lo suficientemente lúcido como para no volver a usar el retrovisor y dirigir la vista al frente. Ahora es el primero de la cola y la escena se presenta ante él con mayor claridad: la reyerta aún no ha terminado. El hombre del impermeable se cobija en el interior de su coche mientras el joven de la gorra golpea violentamente la luna con ojos desorbitados. Nadie interviene. Los pitidos insisten a su espalda deseosos de alejarse de allí hasta que, finalmente, Phil atiende sus súplicas. Cierra la puerta, que no recuerda haber abierto, y sortea lentamente el vehículo cruzado en la vía.

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