Similitudes que posan de diferencias
Enviado por lacadavid • 22 de Octubre de 2018 • Ensayo • 1.361 Palabras (6 Páginas) • 154 Visitas
Similitudes que posan de diferencias
Rigoberta Manchú nació en 1959 en Guatemala, dentro de una familia pobre, descendiente de la cultura maya. En una época donde en Guatemala el racismo contra los mayas y otros grupos indígenas, como también las divisiones de clase social provocaba una guerra civil que con el tiempo se convirtió en un genocidio absoluto contra los mayas. La vida de Rigoberta no ha sido fácil: haber crecido en medio de esta guerra civil la hizo testigo, sobreviviente y víctima de abusos, discriminación y racismo. Entre anécdotas personales y semblanzas de las costumbres familiares, a sus 23 años dio a conocer al mundo la situación que vivían los indígenas de su tribu quiche a través del libro” Me llamo Rigoberta Manchú y así me nació la conciencia”. Este libro, que es un testimonio escrito a partir de horas de conversación con la activista venezolana Elizabeth Burgos, indudablemente más que dar a conocer la situación por la que atravesó y que el mundo desconocía, muestra a la mujer indígena que, aunque vista culturalmente diferente, no difiere tanto de la mujer blanca occidental y cristiana de nuestra sociedad actual.
A simple vista una niña indígena difiere enormemente de una niña occidental. Sin embargo no considero que el término diferente sea el apropiado para compararlas ya que ambas niñas están ubicadas en diferentes contextos. Me explico, ambas son educadas y es ahí donde lo que parece una similitud se vuelve diferencia de acuerdo a cada contexto; en la época en la que Rigoberta era niña, ésta recibió la educación adecuada para su entorno familiar y social, la educación que demandaba su comunidad para poder sobrevivir a la crisis por la que atravesaban y para resguardar las costumbres que su tribu considera una riqueza. Por otro lado, la niña occidental actual está siendo educada en una escuela donde aprende a leer, escribir y resolver operaciones aritméticas porque el mundo moderno así lo requiere, entre más estudios académicos tengas más oportunidades tendrás de sobrevivir en este mundo moderno que exige que cada día seas más competitivo y es justo en este punto donde lo que parece una diferencia enorme se convierte en una similitud. Así, ambas son educadas (así sea en entornos educativos distintos); ambas son educadas para sobrevivir a los requerimientos de su entorno.
De hecho, algo que me llama la atención en esta historia de Rigoberta Menchú, específicamente en el comienzo del capítulo XXIX, es cuando afirma que hay mucha diferencia entre los ladinos y los indígenas: “La indígena no es coqueta. No tiene tiempo, por ejemplo, de hacerse un peinado, de arreglarse el pelo y todo eso. Pero el ladino sí. Aunque no tenga con qué comer prefiere ponerse ganchitos en la cabeza, y tener cintura y forzosamente a usar zapatillas. Muchas cosas nos diferencian” (p. 235) . Creo que aquí se observa de nuevo que no se tiene en cuenta el contexto, si para ubicarnos un poco usamos la mujer occidental de hoy en vez del ladino encontramos que no sería fácil sobrevivir en Occidente. Si no te peinas, si no te vistes, si no usas zapatos, encontrar un lugar de trabajo que te proporcione el dinero necesario para subsistir sería más complicado que ir a cosechar en el campo con tacones. Adicionalmente, cuando dice ‘Aunque no tenga con qué comer prefiere ponerse ganchitos en la cabeza”, asumo que se refiere al mundo de apariencias en que nos envuelve este mundo moderno, para que al mismo tiempo es el resultado de la lucha por sobrevivir y mantenernos igual que lo hacen ellos que aun sin tener dinero o una economía estable, están dispuestos a tener un sinnúmero de hijos que los ayude a preservar su cultura. Así es que ese no hay con qué, pero de todos modos hay que hacerlo, se aplica a ambos entornos con diferentes necesidades.
En otra parte dice: “Mi madre me decía que una mujer indígena sólo es respetada cuando lleva su mudada o su traje completo. Porque un rebozo que le falte a uno, ya la comunidad empieza a no respetar a esa mujer y la mujer necesita un gran respeto” (p.236). El hacerse respetar no es una enseñanza exclusivamente de grupos indígenas, es más una enseñanza y una necesidad mundial, aunque en mi opinión está errada tanto la enseñanza recibida por Rigoberta, como la recibida en Occidente, ya que no es mi ropa ni la falta de ello la que conlleve a ganarme el respeto o la falta de este. Ese tipo de enseñanzas debería ser re-direccionada al simple hecho de respetar; no puede ser que la falta de una sola prenda en el caso de Rigoberta conlleve a que la comunidad le pierda el respeto o como ocurre en la actualidad, que si en Occidente una mujer viste una falta demasiado corta, otro venga a tocarla de manera indecorosa atribuyendo su comportamiento a la provocación por el uso de este tipo de vestimenta. Así es que como la madre de Rigoberta le enseñaba este tipo de cosas a su hija, en la actualidad hay miles de madres educando a sus hijas en Occidente para que no usen un escote muy profundo o no lleven la falda muy corta para que nadie les falte al respeto, cuando deberíamos estar educando hombres para que no le falten al respeto a una mujer aunque la viese sin ropa.
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