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El diálogo como actitud hermenéutica hacia la existencia.


Enviado por   •  14 de Mayo de 2016  •  Trabajo  •  1.179 Palabras (5 Páginas)  •  251 Visitas

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El diálogo como actitud hermenéutica hacia la existencia

Desde hace cinco años me desempeño como profesor del departamento de Humanidades de una institución educativa privada de la sabana de Bogotá que cuenta con todos los niveles educativos, desde preescolar hasta la media académica. Actualmente soy responsable de las asignaturas de Español, Ciencias Políticas, Comunicación y Cátedra de la Paz en los grados décimo y undécimo.

Más que un trabajo, esta experiencia ha sido para mí una escuela de vida y de formación profesional, puesto que los aprendizajes que me han construido tanto dentro como fuera del aula son incalculables y han sido posibles en el marco de comprender y profundizar cada vez más el valor del diálogo como elemento sustancial de la formación del hombre en la convivencia con los otros.

Pero este diálogo necesariamente ha de tener un punto de partida. Ha sido para mí muy gratificante encontrar concordancia entre mi estilo de vida y el pensamiento de distintos autores, por ejemplo de Jaime Valencia, cuando sugiere que “el presupuesto como horizonte de intelección es mi mundo concreto” (2012). Es decir, que el punto de partida del diálogo es mi propia circunstancia y este es un principio metodológico y de vida que se debe tener muy presente a la hora de las relaciones con las demás personas en esta sociedad marcada por la interdependencia.

No siempre cuando nos relacionamos con los demás tenemos como presupuesto, o por lo menos no conscientemente, que al acercarnos estamos invitados a comprender al otro, más allá de estar de acuerdo o no con su forma de pensar o de actuar. En mi caso particular, enamorado de la verdad y la libertad, el hecho de pensar-actuar desde una perspectiva hermenéutica me conmueve, puesto que reafirma los preceptos desde los que trato de vivir.

Cuando se dan los conflictos con el otro –dificultades en el aula con los estudiantes, o en las mismas relaciones interpersonales con amigos o familiares– naturalmente no es fácil asumir una postura comprensiva con el otro, pero es un ejercicio interesante. Trato, en primer lugar, de no cerrarme al diálogo, puesto que lo considero como la llave de la fraternidad relacional entre las personas. Luego, con las puertas abiertas al otro, trato de eliminar los prejuicios que me haya podido armar en su contra haciendo del diálogo respetuoso –y no por ello frívolo y distante– el canal en el que me le acerco por medio de preguntas o de una apertura del alma sobre lo que pienso de las situación en cuestión. Trato de comprender al otro desde su circunstancia y desde la forma en la que vive su realidad en el momento presente, actitud que demanda un ejercicio permanente del diálogo puesto que no es nada fácil.

En el momento en el que existencialmente hablando, me acerco con apertura al otro, de tal forma que se sienta más o menos comprendido, se genera un clima –no por mi causa, eso está claro– en el que es más fácil el diálogo, puesto que el otro se siente también en una condición de tranquilidad que le permite abrirse. En ese momento el ir y venir de opiniones, experiencias y modos de ver nos van destruyendo y construyendo de una forma dinámica casi imperceptible (fusión de horizontes). Solo nos damos cuenta cuando al conversación ha terminado, que ya no somos los mismo de antes, que la experiencia de diálogo verdadero con el otro ha ampliado mi visión de su circunstancia y por tanto, mi mundo de intelección. Esto me permite, en próximas oportunidades acercarme con mayor delicadeza a las circunstancias de los demás, puesto que tengo un precedente que me

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