Informe de lectura. Michel Foucault, fue un reconocido pensador, Psicólogo y filósofo francés del S.XX
Enviado por Maria Hormaechea • 22 de Junio de 2016 • Ensayo • 1.815 Palabras (8 Páginas) • 650 Visitas
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Informe de lectura
Alumna: Alessandra Johow
Profesor: Javier Pavez Muñoz
Michel Foucault, fue un reconocido pensador, Psicólogo y filósofo francés del S.XX. Particularmente en su obra “Vigilar y castigar “, da a conocer parte de la historia de los procesos penales y castigos que han sido aplicados en distintos países, específicamente en occidente, junto con ciertos procesos a los que les da una interpretación personal, específicamente a la manera en que el cree que funcionaría mejor un orden social con una manera de castigar particular. Estas ideas que salen a la luz en la obra, según se menciona en distintos documentos, estudios y textos de estudiantes de filosofía, fueron de alguna manera muy influenciadas por el pensador contemporáneo Friedrich Wilhelm Nietzsche, filósofo muy destacado del S. XIX nacido en Alemania.
Para lograr una síntesis, interpretación y análisis completo, es necesario revisar su obra recién mencionada, junto con investigar acerca de algunas ideas en las que Nietzsche tuvo su aporte o influencia. Se procederá a recapitular y analizar el capítulo específico, “El cuerpo de los condenados” de la parte “Suplicio” del libro, que es la primera parte de esta interesante obra.
Para iniciar de alguna manera su relato de la historia con respecto al tema principal, Foucault da a conocer una escena del S.XVIII, en la que un hombre es duramente condenado públicamente; “Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a "pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París", adonde debía ser "llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano"; después, "en dicha carreta, a la plaza de Greve, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serie] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio”[1].
Esta condena por matar a una persona se describe de manera completa y al parecer sin filtro alguno, continuando con la escena en la que unos caballos son utilizados para extraer las extremidades de este ser humano, teniendo que (los que trabajaban en este chocante trabajo) utilizar hachas para lograr una completa división del cuerpo del condenado. También se menciona el uso de azufre para generar dolor en las heridas realizadas. Esta tortura se caracteriza por la frialdad de este hombre, que pese a estar siendo humillado y lentamente acecinado se niega a hablar o pedir compasión, siendo oraciones y gritos lo único que procede a realizar, pidiéndoles a su Dios que lo perdone previo a su definitiva muerte, y finalmente a un párroco que pidiera por él en la primera liturgia que se realice luego del fallecimiento, que se concretó poco antes de que su cuerpo ardiera en llamas y pasara a transformarse en restos de ceniza.
La actividad recientemente mencionada es tan solo un ejemplo de lo que se conoce como suplicio, muy común si nos ponemos a revisar la historia de la edad media. Este concepto se refiere básicamente a fuertes castigos físicos (y por ende psicológicos) que se llevan a cabo con el objetivo de castigar una falta. En casos extremos, estos podrían terminar en pena capital, es decir, muerte para el que realiza una falta grave.
En términos simples, el suplicio es realizado con un enfoque hacia el daño y castigo a la persona que realiza la falta, es decir, un acto hacia la integridad de alguien que al parecer resta en la sociedad, en ocasiones teniendo que matarlo porque simplemente no tiene solución, ya no sirva para nada útil y provoca daño.
Michel Foucault utiliza el duro relato de Damiens básicamente para lograr un fuerte contraste con lo que procedería a describir a continuación, un apartado llamado “Para la casa de jóvenes delincuentes de parís”, escrito y dado a conocer por L. Faucher menos de un siglo después de la fuerte condena de parís. Este escrito básicamente se trata de una descripción de las actividades que se realizan en una cárcel de París, en las que los condenados están sometidos al cumplimiento de un estricto horario que separa las tareas con el sonido de un tambor, con el que se logra la optimización del tiempo y orden general de la masa de delincuentes. “Al primer redoble de tambor, los presos deben levantarse y vestirse en silencio, mientras el vigilante abre las puertas de las celdas. Al segundo redoble, deben estar en pie y hacer su cama. Al tercero, se colocan en fila para ir a la capilla”[2].
Al reflexionar el contraste entre ambos tipos de castigo hacia actos delictivos que solo los separan tres cuartos de siglo, se puede notar un notable cambio con respecto a la violencia y el objetivo de cada castigo. Importante es mencionar que en la “casa de jóvenes” se deja ver un castigo que emplea directamente el tiempo de la persona, es decir, los años en que esta se dedicaría simplemente a trabajar y cumplir obligaciones, rezar, estudiar para en el fondo estar haciendo algo útil. Esta es la manera en la cual se priva la libertad de la persona, y es el primer gran cambio que este pensador francés nos hace notar.
Es precisamente en este punto en donde el autor de la obra señala el primer gran punto que quiere exponer, este es titulado “La desaparición de los suplicios”. Esta parte de la obra explica cómo se genera un rotundo cambio con respecto al concepto de condena, que de alguna manera se humaniza. Ya no se busca el sufrimiento o desintegración del cuerpo de la persona bajo condena como una máxima ejecución de castigo, sino que se utiliza la búsqueda de castigo con respecto a la libertad, es decir, condenar al alma de la persona, el hecho de que lo importante sea calificar a la persona de “mala persona” (ladrón, acecino, violador, etc..), más que castigarla físicamente lo más duro que se pueda.
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