La Visión Estética del Objeto de Arte.

La Visión Estética del Objeto de Arte

La visión estética nos lleva a una reflexión filosófica sobre la experiencia estética y la experiencia artística. Nos indica que los objetos de arte se exponen en museos, casas, jardines o palacios sólo para ser mirados, situación que desde un inicio pareciera extraña ya que sólo uno de nuestros cinco sentidos está actuando.

El sólo mirar tiene varias formas de hacerlo ya sea de una manera rápida y precisa (la luz del semáforo); el caminar por la calle y mirar alrededor (para no perderse, para no tropezar, para reconocer a un amigo) o en una biblioteca (para fijar la mirada en las palabras del libro).

Entonces surge la pregunta ¿Hay otra forma de mirar los objetos de arte? Es decir, que sea diferente a las formas ilustrada; pues bien la relación visual entre un espectador y un objeto de arte es un “fenómeno mental específico”.

Los criterios aplicados en el estudio científico de los fenómenos como en la física y en la biología es llamado “ciencia” mientras que en las humanidades es “erudición” que se constituye sistemáticamente con el principal interés de la validez cognitiva.

El conocimiento crítico puede oponerse al conocimiento ordinario y está arraigado en los métodos del sentido común del conocimiento cotidiano.

El primer enfoque se refiere a la experiencia mental de alguien más que ha tenido una experiencia análoga y el autor llama a este enfoque de fenómenos internos “referencia experiencial”.

Un ejemplo de una experiencia estética fue cuando conocí en los templos egipcios de Abu Simbel. El ir a través del desierto por una carretera donde  a través del Desierto del Sahara sin nada más que arena dorada por todos lados y después de un largo viaje de casi tres horas, bajamos del camión caminamos un rato más por la misma arena dorada con un sol radiante y al bajar de una loma el espectáculo fue estremecedor a tal grado que perdí la conciencia de mi alrededor. La arena, el sol, mis compañeros de viaje quedaron en otra esfera.

El templo se levantaba a la distancia imponente de piedra con imágenes esculpidas en roca, seguir caminando y ver lo pequeño que es uno ante tal inmensidad me produjo un estremecimiento que aún me es difícil narrar.

Las formas figurativas en piedra con un tono muy similar al de la arena me hipnotizó. Acercándome más, me detuve donde pude ver a las figuras como grandes personajes de la historia. Las miré durante un rato y como describe el autor no estuve consciente de si el tiempo fue largo o corto al mismo tiempo que no recordaba si estuve sentada o de pie mirando tan imponentes esculturas.

La imagen del Templo de Abu Simbel aun la tengo muy clara en mi mente y aunque la miré muy intensamente no analicé en el simbolismo que representaban.

Fue una experiencia increíble la cual disfruté, pero al igual que narra Maquet sólo fui consciente del placer más tarde, después del encuentro real lo fui más. La experiencia visual de aquel Templo de Abu Simbel lleno toda mi conciencia.

Posteriormente Jacques Maquet nos habla de una experiencia analítica dirigida a comprender el ejemplo que nos señala acerca de una mapa de Londres del siglo XVI; así como a los recuerdos que le produce mirar postales u otros mapas de ciudades donde ha viajado.

Reflexiona acerca del objeto de arte que se ve como un todo; el mirar es “solo mirar” no hay más a lo que aspirar.

El objeto de arte aparece para “dominar” al espectador, en el sentido de que el objeto es lo que importa. Es decir, la distinción sujeto-objeto se hace menos marcada. El conocimiento del objeto tiene prioridad sobre el autoconocimiento del sujeto.

Nos señala Maquet que la referencia experiencia puede apoyarse con un segundo enfoque: el lenguaje común y lo que implica.

Una absorbente experiencia de arte como la de Abu Simbel y la fugaz mirada al Templo según Maquet que llamamos “agradable” y “bonito”, son en realidad experiencias diferentes, a pesar de que todo es un continuum.

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