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Por los ensayos que ya has leído, ¿cuáles son los temas y cuáles son las intenciones de escritura de un ensayo?


Enviado por   •  25 de Octubre de 2018  •  Ensayo  •  3.974 Palabras (16 Páginas)  •  435 Visitas

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1.- Por los ensayos que ya has leído, ¿cuáles son los temas y cuáles son las intenciones de escritura de un ensayo?

Los temas de los ensayos anteriores son básicamente controversias sociales en temas específicos, poco frecuentes y con bastantes prejuicios cotidianos, sin embargo sus intenciones de la escritura de los anteriores ensayos consiste en dar a conocer la problemática o tema, dar argumentos en ambos asuntos, tanto positivo como negativo, socialmente hablando, y de esta manera conseguir que el lector haga una reflexión de sus pensamientos, actos y evolución cognitiva de el mismo, en el mejor de los escenarios, suponiendo que el ensayo alcance sus expectativas.

2.- Como has seguramente respondido, el ensayo trata temas variados y sus intenciones también son variadas, a algunos ensayistas les interesa que los lectores tomen conciencia sobre algo, a otros les interesa reflexionar y a otros responder a las dudas que la observación del mundo les ocasiona. Sin embargo, a todos les interesa suscitar la reflexión de los lectores. Revisa tu lista sobre los temas que te gustaría ensayar. ¿Has coincidido en algún tema con alguno de tus compañeros?, ¿en cuáles?, ¿a qué crees que se deba el interés mutuo? Hay temas que inquietan a todo mundo en todas las épocas y en todas las latitudes. El amor es uno de ellos. Es tema no sólo de ensayos, también de películas, series televisivas, novelas, dramas y libros científicos. Se trata de entender el amor desde diferentes puntos de vista. La suma de esos puntos de vista nos brinda un panorama menos desalentador que si nos quedáramos sólo con nuestra opinión. De esa manera entendemos un poco mejor un concepto tan abstracto como el amor. Y tú, qué piensas, qué es el amor. Trata de definirlo.

El amor es, un concepto creado a partir de un contexto determinado, en una época antigua, lo cual, si mis conocimientos no son erróneos, “morte” es muerte y “a” es no, en traducción es “no morir” esto lo considero tan literal, que si no mueres es por diversas probabilidades de existencia, pero la principal y más típica es que si estas vivo aquí y ahora es por qué quieres algo o te gusta algo, lo cual hace que su función sea similar a un ancla, para que el barco no esté a la deriva en medio del océano o que no se pierda de su supuesto destino, esto es simple, el amor es un ancla, que se aferra a la vida con fuerza semejante, que en la mayoría de los escenarios, hace que la conciencia quede a la deriva, que tus pensamientos y conocimientos no fluyan más como olas, intermitentes y casi inapreciables, y que a su vez, genere que el contexto de la vida sea más ameno, y no solo coincidir en que estamos aquí en un sentido tan basal como, por suerte o probabilidades de la naturaleza.

SOBRE EL AMOR

¿Qué es el amor? pregúntese a quien vive ¿qué es la vida? Pregúntese a quien adora ¿qué es Dios?     No conozco la constitución interna de otros hombres, ni siquiera la tuya, a quien ahora me dirijo. Veo que en algunos atributos externos se me parecen, pero cuando, desencaminado por tal apariencia, he pensado en recurrir a algo en común para descargar ante ellos mi alma más íntima, he descubierto que no se comprende mi lenguaje, como si perteneciera a una tierra distante y salvaje. Cuantas más oportunidades me han concedido de experimentar, mayor la separación entre nosotros y a mayor distancia se han apartado los puntos de simpatía. Con un espíritu mal adaptado para soportar tal prueba, tembloroso y débil a causa de su fragilidad, he buscado simpatía en todos los sitios para sólo hallar repulsa y decepciones. ¿Tú demandas saber qué es el amor? Es esa poderosa atracción hacia todo lo que concebimos, tememos o esperamos más allá de nosotros, cuando en nuestros propios pensamientos encontramos el abismo de un vacío insuficiente, y buscamos despertar en todas las cosas que existen una comunidad con lo que experimentamos en nosotros. Si razonamos, seríamos entendidos; si imaginamos, desearíamos que los alados hijos de nuestro cerebro nacieran de nuevo en el de otros; si sentimos, querríamos que los nervios ajenos vibraran con los nuestros, que los rayos de sus ojos se encendieran de inmediato para mezclarse y confundirse con los nuestros, que labios de hielo inmóvil no fueran la réplica a labios que tiemblan y arden con la mejor sangre del corazón. Eso es el Amor. Tal es el lazo y la confirmación que unen no sólo a un hombre con otro, sino con todo lo que existe. Nacemos al mundo y algo dentro de nosotros, desde el momento mismo en que vivimos, cada vez manifiesta más sed de hallar su parecido. Es probable que, en correspondencia con esta ley, el infante extraiga leche del seno materno; esta propensión se desarrolla con el desarrollo de nuestra naturaleza. Vemos borrosamente en nuestra naturaleza intelectual una miniatura, por así decirlo, de nuestro yo completo, pero aliviado de todo aquello que condenamos o despreciamos, el prototipo ideal de todo aquello excelente o hermoso que seamos capaces de concebir como perteneciente a la naturaleza del hombre. No sólo el retrato de nuestro ser externo, sino un ensamble de las partículas más diminutas que componen nuestra naturaleza; un espejo cuya superficie sólo refleja las formas de la pureza * y el esplendor; un alma dentro de la nuestra que traza un círculo alrededor de su propio paraíso, que no se atreve a invadir el dolor, la tristeza y la maldad. Hacia esto encaminamos ansiosamente todas las sensaciones, anhelando que se le parezcan o se correspondan con ella. El descubrimiento de su contrario; el encuentro con una comprensión capaz de estimar claramente la nuestra; una imaginación capaz de  entrar en y apoderarse de las peculiaridades sutiles y delicadas que nos han deleitado atesorar y desarrollar en secreto, como un marco cuyos nervios, como los acordes de dos liras exquisitas, pulsadas al acompañamiento de una única voz deleitosa, vibran con las vibraciones de los nuestros; y una combinación de todo lo anterior en la proporción que exija el tipo interior; tal es el punto invisible e imposible de conseguir al que tiende el Amor; y para obtenerlo, impulsa los poderes del hombre con el intento de frenar la sombra más ligera de eso, sin cuya posesión no hay descanso ni respiro para el corazón sobre el cual gobierna. De aquí que, en la soledad, o en ese estado desierto cuando nos rodean seres humanos que sin embargo no simpatizan con nosotros, amemos las flores, el pasto, las aguas y el cielo. Es entonces que, en el movimiento de las hojas primaverales, en lo azul del aire, encontramos una correspondencia secreta con nuestro corazón. Hay elocuencia en el viento carente de lengua, melodía en los arroyos fluyentes y en el susurro de los juncos a sus orillas, que mediante una relación inconcebible con algo que tenemos dentro del alma, despiertan a los espíritus a una danza del gozo intenso, trayendo a los ojos lágrimas de una ternura misteriosa, como el entusiasmo de un triunfo patriótico a la voz de alguien amado que cantara sólo para nosotros. Sterne dice que, de estar en un desierto, amaría un ciprés. En cuanto muere ese deseo o ese poder, el hombre se transforma en un sepulcro vivo, sólo sobreviviendo la cáscara de lo que alguna vez fue. Percy Bysshe Shelley, El carácter inglés. El ensayo informal en Inglaterra. Federico Patán, selección, traducción, prólogo y notas. México, UNAM, 2006, (Poemas y ensayos. Grandes ensayistas) pp. 113-115.

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