¿Qué es la filosofía?

¿Qué sé?

¿Qué quiero saber?

¿Qué aprendí?

La filosofía, como saber, es omniabarcante, en contraposición a otro tipo de saberes, como la ciencia o  los de la fe. Y es así, porque todo aquello con lo que el humano tenga contacto consciente, tiene la potencialidad de convertirse en objeto de su inquisición. Este proceso primario e innato en los albores del hombre, caracterizado por la admiración y la extrañeza, se convierte entonces en una experiencia filosófica que permite una relación más compleja y abarcativa  con el mundo observable, y  sustenta la construcción de las cosmovisiones.

Así pues, cuando el ser humano ha simbolizado, o representado su propia existencia en relación al medio en el que vive, puede surgir la actitud filosófica, que implica lo volitivo, la postura activa para cuestionar conscientemente aquello que le rodea.

Quiero saber cómo podríamos generar procesos metacognitivos en nosotros y en las personas con las que tenemos contacto en el medio formal o informal de la enseñanza-aprendizaje.

En este mismo sentido, aprendí que a pesar de la mutable del conocimiento que define a la práctica filosófica, hay problemas filosóficos que trascienden los valores históricos de las sociedades, y que establecen lo inmutable del “problema humano.”

Aprendí que intentar definir, o conceptualizar a la Filosofía, podría entenderse como una contradicción, pues los paradigmas, o los saberes hegemónicos que sustentan a la práctica académica y la vida de las personas, son cambiantes e  incluso se contraponen.

En este mismo sentido, aprendí que a pesar de la mutable del conocimiento que define a la práctica filosófica, hay problemas filosóficos que trascienden los valores históricos de las sociedades, y que establecen lo inmutable del “problema humano.”