Tomas Moro y los sesgos en Utopía
Enviado por Germán Skrok • 5 de Septiembre de 2021 • Monografía • 4.473 Palabras (18 Páginas) • 106 Visitas
Filosofía Política Moderna I
Filosofía Política Moderna I
Los sesgos de la Naturaleza Humana en Utopía de Tomás Moro
Introducción
Tomás Moro realiza un estupendo trabajo en “Utopía”, donde expone no solo críticas al ideal de justicia y política de su época, sino también realiza un trabajo de creación de un modelo de excelencia a seguir. Sin ser ingenuo en la tarea que conllevaría tremenda realización, expone su modelo como una guía irrealizable en el estado del mundo actual-reconoce él mismo las dificultades de su modelo en la actualidad[1], pero a pesar de la irrealización de su contenido la ciudad es una guía para aplicar los preceptos teniendo como base a la de la condición humana. En esta situación me gustaría poder tratar la función pedagógica[2] en Utopía; cómo es que la pedagógica resuelve y fundamenta el funcionamiento de la ciudad. Asimismo también desarrollar como hipótesis la lógica detrás de la pedagógica en Utopía: la persuasión de una naturaleza humana subyacente, que irremediablemente la única opción que posee es persuadirse de un bien mayor o merecer el castigo – en ciertas ocasiones- o una situación que conllevaría a la persona o al grupo a un malestar generalizado. Esta lógica que une dos esferas, por una lado la esfera de la condición humana y por el otro lado la realización de un sistema político posee un nexo clave, una unión imposible de no tener en cuenta; “los Sesgos” humanos o “disposiciones” del Hombre, tal como el autor lo reconoce. Tal como lo aclara J.C. Davis, las utopías se enfrentan al problema de las “satisfacciones limitadas expuestas a carencias ilimitadas”[3]; la resolución es una operación de valores o mejor dicho un conjunto de técnicas; los caprichos del Hombre y la hostilidad de la naturaleza se prevén con el orden social devino del conjunto de técnicas llevadas a cabo. No desaparece para Moro la Naturaleza Humana: el Hombre es Hombre dentro y fuera de Utopía, lo que cambia es el sistema social que controla y regula su naturaleza[4].
I
Tomás Moro logra dar una serie de mensajes a lo largo de su libro que no pueden ser pasados por alto, no por ser necesarios para la compresión del libro, sino más bien por lo evidente que son bajo el fino trabajo de la pluma del autor. Esos mensajes, dados en críticas y propuestas materiales se presentan bajo la visión de un humanismo secularizado[5]. No tarda mucho el autor en deslumbrar la Naturaleza Humana: Moro toma al Hombre tal cual es, con su vicios y sus virtudes, y a partir de allí ingenia y articula todos los elementos necesarios para que una república verdadera pueda funcionar. Él no tiene que justificar todo su sistema político a partir de una explicación que coordine con la Naturaleza humana; para Moro el Hombre tiene sus vicios que hay que combatir y sus virtudes que hay que alentar[6]. No necesita saber más que las limitaciones del Hombre real. Aquí se haya la importancia de la argumentación en Utopía, su organización interna está pensada para los defectos del Hombre; pero de allí no se desprende que necesariamente sea el mejor sistema, hay otros que podrían ser mejores; como el sistema penas de los politeritas elogiado por Rafael.
La distopía actual se puede reconocer, según Moro, por la miseria en la que se encuentra la sociedad actual. Tal estado debe ser reversible sólo cortando sus causas; en este sentido las causas devienen por el estímulo constante que reciben los vicios de los hombres y mujeres de la sociedad. El trabajo de Moro se centró en averiguar cuáles son esos vicios, y cuáles son los estímulos que reciben del ambiente para suprimirlos. Por eso el énfasis de Moro en cumplir los preceptos morales en su totalidad, si esto no se cumple el sistema se corrompe; no hay una forma degradada de cumplimiento de las leyes y preceptos morales, estos son rígidos[7].
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente empecemos a analizar la Naturaleza del Hombre tal cual es según Moro: para comenzar el autor ve dos ejes complementarios de la Naturaleza Humana, por un lado la razón- y su capacidad de razonar- del Hombre y por el otro las emociones. No privilegia la racionalidad del Hombre sobre sus otros aspectos, para el autor el hombre es ante todo un individuo con necesidades materiales[8] , y tales necesidades deben tenerse en cuenta y satisfacerse; sino el Hombre por sí mismo no podría afrontar la situación en la que se encuentra sin caer en la marginalidad y delincuencia. De hecho Moro anuncia repetidamente que la razón del Hombre es limitada y cae constantemente en perjuicios que obstaculizan a la república[9]. Esto implica una insuficiencia de la razón misma para mantener el orden y la armonía interna de un individuo y de una república. Tomás Moro advierte que el fin de una verdadera República es la felicidad de los individuos que la componen, y éste es el principio que la ordena.
Como la razón por si sola es insuficiente, el Hombre necesita de un sistema constante de pedagogía y vigilancia- ya que puede aprender lo necesario pero eso no significa que nunca falle o caiga en el vicio-. Los vicios en los que puede caer el Hombre son varios, pero Moro los agrupa en algunos pocos: la soberbia, la avaricia, el egoísmo, la pereza y el ocio, rapacidad y avidez. Cada una de estos vicios se desempeña en ámbitos múltiples; por ejemplo al hablar de la soberbia, la menciona en los magistrados y consejeros de un rey, en la religión, en la estima personal.
Veamos a la soberbia, ya que Moro la toma como el peor de los vicios que se encuentra tan arraigado en la naturaleza humana que es difícil de extraer; es el gran monstro que corrompe a toda la república[10]. No solo corrompe a las ciudades y se debe tener una extrema vigilancia en Utopía, sino que entre las ya corrompidas republicas sigue haciendo estragos. Veamos cómo se las ingenia Moro para combatirla. Ya al principio de su discurso Rafael advierte sobre la soberbia: “es propio de la naturaleza humana que cada hombre tenga en más los propios descubrimientos”[11]. La soberbia como tal es una disposición humana, de allí la necesidad de un continuo combate y vigilancia de la soberbia.
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